30 de octubre de 2013

Deflactando la verdad (3)


Tercera y penúltima entrada de la serie "Deflating truth", en Mapping Ignorance.
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En este otro enlace, la cuarta y última entrega de la serie. Ofrezco ahora la traducción de la tercera.
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Deflactando la verdad (1 y 2)





Vimos en la entrada anterior que los predicados como "...es verdadero" tienen la siguiente función en el lenguaje: aplicadas a una expresión("X") que designa una oración X, permiten construir otra (pro)oración ('"X" es verdadera") que afirma exactamente lo mismo que la oración X. Esto ha llevado a algunos filósofos (no una mayoría, precisamente) a pensar que la razón por la que nuestros lenguajes tienen predicados como "...es verdadero" (u "ocurre que..." o "sucede que...") no es para revelarnos algo particularmente profundo sobre el mundo o sobre nuestra relación con él, sino meramente para ayudarnos a decir cosas que sería difícil o imposible decir sin esos predicados (cosas como "todas las consecuencias lógicas de premisas verdaderas son verdaderas", o "lo que pone en el disco de Festos es verdad"). La verdad no consistiría, si los deflacionistas tienen razón, en una propiedad metafísica o epistemológica, sino más bien en un ("aburrido") "operador formador de pro-oraciones", un instrumento para dar más flexibilidad expresiva a nuestro lenguaje.
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Supongo que a estas alturas se estará terminando la paciencia de muchos lectores: "¿Qué pasa, se preguntarán, con los problemas filosóficos tradicionalmente asociados a la noción de verdad?". Dedicaré estas dos últimas entradas de la serie a intentar responder a esta cuestión, mostrando cuáles son las principales bajas en esta guerra deflacionista.
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1. ¿Consiste la verdad en la correspondencia con los hechos?
Una de las primeras es la idea tradicional de que la verdad consiste en una especie de "correspondencia de las proposiciones con los hechos, o con el mundo". Según el deflacionismo, "...se corresponde con los hechos", o "...se corresponde con cómo son las cosas realmente", serían nada más que otros operadores formadores de pro-oraciones, con exactamente la misma función que el simple operador "...es verdadero" (o como el todavía más simple operador "sí" formulado después de una oración puesta en modo interrogativo). Decir "lo que pone en el disco de Festos se corresponde con los hechos" proporciona exactamente la misma información que decir "lo que pone en el disco de Festos es verdad", que a su vez es exactamente la misma información que está expresada en el (aún no traducido) disco de Festos.
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En este sentido, podemos decir que, no es que la teoría de la verdad como corresponencia sea incorrecta, sino que es una mera tautología trivial: la tautología que consiste en decir "la proposición "X" es verdadera si y sólo si lo que dice la proposición "X" se corresponde con cómo son realmente las cosas". Esto es tan trivial, y tan poco "profundo" filosóficamente, como decir que "la proposición "X" es verdadera si y sólo si la respuesta correcta a la pregunta "¿ocurre que X?" es "sí"". Digamos que la teoría correspondentista de la verdad sería tan trivial como la teoría sí-ista de la verdad.
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Creo que esto no implica que el deflacionismo sea anti-realista. Lo que dice la teoría deflacionista que estoy presentando es que la teoría de la correspondencia es, insisto, trivial, y que por lo tanto no nos transmite ninguna información adicional sobre el mundo, o sobre las relaciones entre el lenguaje (o el pensamiento) y el mundo, aparte de la información contenida en cada oración (no-filosófica, en particular). Si entendemos que ser un realista consiste en aceptar que ciertas cosas existen o que ciertas proposiciones son verdaderas (lo que es lo mismo que decir que realmente existen o que realmente son verdaderas), eso es sencillamente lo que aceptamos al aceptar esas cosas y esas proposiciones, y por lo tanto, adoptar algo así como una posición "filosóficamente" realista sobre ello no añade nada a lo que aceptamos cuando lo aceptamos "pre-filosóficamente".
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2. ¿Es la verdad la meta de la investigación?
Otro papel prominente que la noción de verdad ha desempeñado a lo largo de la historia de la filosofía es en conexión con las nociones de conocimiento, ciencia e investigación. Después de todo, cuando investigamos sobre algo, lo que pretendemos es averiguar las respuestas verdaderas a las preguntas que nos hacemos sobre ello, e incluso el conocimiento se define a menudo como "creencia verdadera y justificada". ¿No es, por tanto, la verdad la meta de nuestras investigaciones? Los deflacionistas aceptan esta tesis, pero, de nuevo, la reducen a una afirmación totalmente trivial: afirmar que la ciencia persigue la verdad es exactamente lo mismo que afirmar que queremos investigar de tal manera que, para toda proposición "X", esa manera de investigar nos lleve a aceptar que X si y sólo si X (es decir, si y sólo si "X" es verdad).
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Que la noción de verdad no desempeña aquí ningún papel especialmente profundo lo podemos ver fácilmente si consideramos cualquier proposición específica en vez de la "X" en abstracto; p.ej., la proposición "los continentes se desplazan horizontalmente". Decir que perseguimos la verdad cuando investigamos en geología significa exactamente lo mismo que decir que en geología intentamos llegar a la conclusión de que los continentes se mueven si los continentes se mueven, y a la conclusión contraria si los continentes no se mueven, y así para cada cuestión que planteemos en geología. O dicho aún de otra manera: intentamos averiguar si los continentes se mueven o no. Así, hablando de una proposición en concreto, podemos describir perfectamente la finalidad de la investigación científica sin mencionar el concepto de verdad; para lo que necesitamos ese concepto es meramente para describir esa finalidad en términos generales, o sea, haciendo abstracción de qué preguntas en concreto son las que intentamos responder.

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Sigue aquí

23 de octubre de 2013

La mayoría silenciosa


Salto generacional

A partir de una entrada en el siempre jugoso blog Patrulla de Salvación, llevo unos días dándole vueltas a la cuestión de las generaciones (como recordaréis quienes visteis la entrada sobre la Generación Malasombra). Según la jefa de la Patrulla, la sargento Margaret,

"Los que hoy tienen entre 35 y 40 vivieron sus primeros 7 años de vida (los más importantes para forjar el caracter y la personalidad) en la década que va del 75 al 85 (número arriba numero abajo). [Sigo hablando en general, ¿eh?] Los padres de esos chicos, entonces, tenían entre 25 y 30 años. Habían salido de una dictadura en la que habían vivido una juventud bastante jodida y, con los nuevos aires de libertad, democracia y modernidad, compraron la idea de que conceptos como disciplina, respeto y autoridad (tres principios básicos para una buena educación) eran propios de la dictadura, autoritarios y retrógrados. Esos padres educaron a sus hijos “en libertad”, como se decía antes. Y así han salido las cosas."

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Hoy me acabo de acordar de una anécdota que viene muy al caso. Sería hacia el año 78, cuando yo tendría unos 14 o 15 años, y estaba jugando en la calle con mis amigos, cuando unos chicos unos cinco o seis años más pequeños se dirigieron a nosotros, no recuerdo bien para qué, pero en un tono que a mis amigos y a mí nos sorprendió. Nos dimos cuenta de que nosotros, y casi todos los niños que conocíamos de nuestra edad, no nos habríamos atrevido a hablar así a chavales más mayores; simplemente no se nos habría pasado por la cabeza no pedirles las cosas por favor, e incluso con cierto miedo. Pero los chicos que venían detrás de nosotros en la fila generacional habían perdido completamente ese quasi-instinto de respeto.
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Con los años, e imbuídos en los aires de modernidad, mis amigos, y en general la gente de mi "generación", tendimos a darle una interpretación positiva a aquel cambio: los jóvenes eran ahora "más libres". Pero no logro despejar la sospecha de que tal vez no todo en ese cambio haya sido para mejor.

14 de octubre de 2013

Transmisión oral, transmisión impresa, transmisión en red


Sigue la conversación iniciada aquí y aquí.
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Durante milenios (desde que la gente empezó a inventarse historias, canciones, etc., hasta la eclosión de la imprenta) el principal medio de transmisión de la cultura era la voz. Al autor de, digamos, el Cantar de Mío Cid, no se le pasaba por la cabeza que el OBJETIVO de su creación literaria fuese el de ganar dinero a costa de cobrar a cada uno que quería "acceder" a una "copia" de su obra. Y eso que las copias escritas eran carísimas (pero eran caras porque había que pagar a un copista -y no había mucha gente que supiera escribir- y el pergamino y la tinta eran bienes de lujo).
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Lo que quería el autor es que mucha gente ESCUCHASE su obra, normalmente en corrillos alrededor de un juglar. Tal vez él mismo fuera un juglar y cobrase por esas "representaciones", pero no consideraría que tenía derecho a impedir, si no recibía una compensación económica por ello, que otros juglares se aprendiesen la obra de memoria y fueran recitándola por otros pueblos. ¿Y por qué? Pues por una razón muy simple: porque la transmisión oral es un medio de comunicación que hace prácticamente imposible ejercer esos "derechos" aunque la ley los estableciera.
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La imprenta, en cambio, supone un cambio radical: ahora sí que se hace posible (en el sentido de "económicamente viable") controlar quién compra una copia de una obra, y conseguir por tanto que el autor reciba una parte de su precio (y aún así, esa idea sólo empezó a ponerse en práctica en el siglo XIX, cuatrocientos años después de Gutenberg, con el origen de las impresiones populares; hasta entonces, el autor recibía una cantidad por la entrega de la obra al editor, no un porcentaje de las ventas posteriores).
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Pues bien, la transmisión por internet es, en cuanto a la posibilidad de control, mucho más parecida a la transmisión oral que a la impresión en papel.
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Es el mismo motivo por el que vemos lógico no tener que pagar por escuchar la radio: porque sería bastante ruinoso económicamente intentar controlar quién la escucha y quién no. Las emisoras de radio llevan un siglo REGALANDO sus emisiones (y, por supuesto, intentando financiar el coste por otras vías, sobre todo publicidad y subvenciones).
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Internet, de nuevo, es en eso mucho más parecido a la radio que a la impresión en papel: una vez que un contenido está "en el aire" (o "en la red"), ya es prácticamente imposible controlar quién pasa qué archivo a quién (bueno, es posible, pero tiene tantos inconvenientes y resulta tan caro que no le saldría rentable a la sociedad hacer el control tan exhaustivo que se necesitaría para pagar los derechos de autor).
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Otra forma de verlo es fijarse en la diferencia entre "bienes por los que es económicamente factible hacer pagar al que los usa - bienes por los que no es económicamente factible hacer pagar al que los usa" (los segundos es lo que en la teoría económica se llaman "bienes públicos".
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Un ejemplo típico son los faros: sería inviable cobrar a cada barco que se beneficia de la existencia de un la existencia de internet y los libros electrónicos ha hecho que los libros pasen de ser un bien del mismo tipo que el gasóleo, a ser un bien del mismo tipo que los faros.
faro. Por eso, construir un faro como medio de ganarse la vida cobrando directamente a los que ven su luz no es el tipo de actividad económicamente rentable (como sí lo es, p.ej., venderles el gasóleo a los barcos).

11 de octubre de 2013

REQUIEM POR LA FILOSOFÍA

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De la mano de Wert el Enterrador, se acaba de proceder al doloroso sepelio de (lo que quedaba de) la filosofía, la educación cívica y la reflexión crítica en la enseñanza secundaria española.
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Descanse en Paz.
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Más
Y más
Y todavía más

10 de octubre de 2013

GENERACIÓN MALASOMBRA

De unos comentarios en el siempre jugoso blog "Patrulla de Salvación"
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Jesús dijo:
Mira que me gusta la nocilla (la de verdad, y sólo la negra), pero soy un pelín mayor que el Fdez Mallo y no creo que encaje. Así que estoy a la búsqueda de mi propia generación. Reconozco que, con los estándares hagiobiográfico-estratégicos habituales en el diseño de generaciones, no suele darse el caso de uno a punto de entrar en la cincuentena se plantee una cuestión existencial tan morrocotuda, pero chicas, vuestra entrada es un acicate para mí.
Así que dejo aquí mis señas para todo el que quiera sumarse a esta generación sin nombre conocido, de los que hemos llegado un poco tarde a la literatura, tenemos una vida detrás que ha sido completamente ajena a las pompas y miserias del gremio editorial, miramos el mundo desde una posición escéptica pero no cínica, valoramos las cosas bien hechas pero no somos carcas (o eso nos parece a nosotros), y nos gustaría que el nivel cultural de este lamentable país ascendiera unos cuantos escalones.
Se agradecerán también todas las sugerencias para el posible nombre de esa generación.



Noa dijo:

La tuya es la generación chiripitifláutica. Hay un libro: http://www.elmundo.es/magazine/2004/237/1081271692.html

La generación chiripitifláutica es una generación olvidada, porque está emparedada entre la que llaman en el libro “generación tapón” (ambiciosa, traicionó sus ideales, se vendió por fama, poder y dinero, y les cerró las puertas) y gente como los nocillos que recuperan la ambición y saben usar internet y etc para autopromocionarse. Si quieres un nombre más glamuroso podrías renombrarla generación sandwich o lost generation.
O ya que tantos de ellos fueron objetores de conciencia e insumisos (también en política se les ha olvidado) puedes llamarla generación insumisa.

Por contraste con la generación tapón la mayoría fueron tan poco ambiciosos, buscaron tan poco la fama, el poder o el dinero, que salvo en música (y sólo algunos casos) no se sabe ni que existieron, apenas están los casos aislados de la lista del artículo de arriba, lista que demuestra que no actuaron como generación.

En literatura sí que se puede decir que lo que hacen los nocillos lo hicieron ellos antes (como 20 años antes) y mejor (busca en revistas, fanzines, cómics de la época; en papel ¡eh? que en internet o digitalizado apenas hay nada)


Jesús dijo:

¡Me encanta! Muchas gracias.

Aunque, dado mi pesimismo existencial, y los escasos éxitos que hemos conseguido esta generación, creo que voy a sugerir “Generación Malasombra

9 de octubre de 2013

Escritores profesionales e inventores profesionales de chistes

Sigue la discusión en el blog de Teo Palacios.

Teo, dices "el escritor debe cobrar por sus productos igual que lo hace cualquier otro profesional"
Más bien, de lo que se trata es de si dedicarse a escribir cierto tipo de libros vamos a tener que considerarlo una "actividad profesional", o más bien algo que uno hace como una forma de ocio.
P.ej., todos los chistes se los inventa alguien, pero nadie en su sano juicio propondría que los jueces vigilen quién cuenta un chiste que ha oído a otro sin pagarle derechos al autor. Puesto que nuestros medios tecnológicos hacen IMPRACTICABLE el cobrar derechos de autor a los que cuentan chistes de los que no son autores, POR ESE MOTIVO el inventarse chistes no lo consideramos una "actividad profesional".
Teniendo en cuenta que la tecnología y la práctica de la gente van a hacer, por unas causas o por otras, que el precio REAL de la mayoría de los libros electrónicos sea despreciablemente pequeño, pues de ahí se sigue que escribir esos libros lo consideraremos en el futuro como una actividad tan poco "profesional" como la de inventarse chistes.
Seguramente habrá algunos pocos autores que consigan ganarse la vida muy bien, o incluso medio bien, gracias a sus obras, pero serán una gota de agua en el océano de los autores "no profesionales". Puede que a algunos les parezca deprimente esta evolución, pero tiene tan poca vuelta atrás como la sustitución de la calesa por el automóvil.
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Más:
Sobre autopistas y copyright
...Que no hay en la vida nada...
La piratería no perjudica a hacienda


7 de octubre de 2013

Sobre autopistas y copyright

De un comentario mío a la entrada del blog de Teo Palacios "Carta abierta a ti, que robas mi trabajo"
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Bueno, el significado de los términos se puede estirar como un chicle, qué te voy a contar a ti, que para algo eres escritor. Así, hablando de fútbol podemos decir, y todo el mundo nos entiende, algo como "nos han robado el partido con este arbitraje", pero todos estaríamos de acuerdo en que eso no es LITERALMENTE un robo.
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Otro ejemplo más parecido: colarse en el cine tampoco es literalmente un robo, aunque sea, faltaría más, una violación del derecho de admisión que tiene el dueño del cine. O pasar sin pagar por el peaje de una autopista. ¿Qué le ROBO yo al dueño de la autopista si hago eso? Pues robar, literalmente, no le he robado nada; él sigue teniendo la autopista (quizá el asfalto se lo haya desgastado unos nanómetros, eso sí, al contrario que cuando hago una copia digital de un libro, en cuyo caso el original copiado sigue exactamente igual, sin deteriorarse ni un miserable bit). Por supuesto, eso no quiere decir que sea legal colarse en la autopista, simplemente que no es un robo, sino otro tipo de ilegalidad. El caso es que esa ilegalidad está más perseguida por la ley que la ilegalidad que consiste en violar el copyright de manera privada, que no está perseguido en absoluto.
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Otra cosa sería, p.ej., que un grupo armado echase a los empleados de las cabinas del peaje y se pusieran ELLOS a cobrar a los vehículos, y se quedaran con el dinero. Eso sí sería un robo (de la recaudación, y tal vez de las cabinas -o en ese caso, más bien una ocupación ilegal), y está, claro, mucho más perseguido y castigado por la ley.
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En el caso del copyright es totalmente análogo: si alguien hace negocio haciendo copias de las obras cuyo copyright tienes tú, te está robando; si alguien hace copias de esas mismas obras, pero sin hacer negocio, entonces no te está robando (por mucho que esté violando tu derecho, que lo está).
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Sigue aquí
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Más: La canción del pirata.