17 de enero de 2014

De multas y regalos (los límites morales del mercado, 1)

Os dejo el enlace al primer artículo de una nueva serie que estoy escribiendo para Mapping Ignorance. Dentro de unos (bastantes) días, espero colgar aquí la traducción.

24 comentarios:

  1. Me gustó el modo como parafrasea a Pascal: La prácticas sociales y morales tienen razones que la razón económica no entiende. ("El corazón tiene razones que la razón no entiende")

    Cabría preguntarse si la "razón económica" no es también una práctica social y moral de como hemos ido configurandonos y autoconstituyendonos en cómo debemos razonar nuestras relaciones desde como pensamos que debe razonarse estas desde el mercantelismo la economico.
    Algo parecido pasa con la frase genuina de Pascal: quizás la razón después de todo no es un modo ulterior de inteligir indisociable de los contextos ambientados por el corazón.
    .

    La relación entre "dar regalo" y "dar dinero" que indica, muestra como bien establece, que las prácticas económicas no configuran en toda su amplitud las relaciones humanas y tal vez generan el riesgo de deshumanizarlas. Como supongo que lo desarrollará más adelante, no comento más ampliamente este punto, pero particularmente es lo que a mi más me preocupa.

    Si me permite hay una frase más antigua que la de Pascal que también, eso me parece a mí, se puede también parafrasear aquí:

    "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"

    Saludos,

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  2. Sr. Zamora

    Yo soy un perfecto analfabeto económico, pero recuerdo haberle leído a Kahnemann que los economistas incluyen en el precio de un producto no solo el dinero que cuesta, sino todos los gastos y esfuerzos que su adquisición puede llevar asociada (los desplazamientos, la comparación con otros productos, el agobio del centro comercial, etc). Los estudios que usted cita, ¿tienen en cuenta esto cuando calculan la diferencia económica entre el regalo y la tarjeta regalo?

    Aprovecho el mensaje para indicarle que me parece que he visto una errata al comienzo del artículo: donde dice "shown", debería ser "showed". No tiene ninguna importancia, pero creo que alguna vez ha agradecido que se le señalen porque la revista permite corregirlas.

    Un saludo

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    1. Leandro,

      Me temo que "la diferencia económica entre regalo y tarjeta regalo" a la que apunta usted, no es a la que implícitamente se dirije Jesús Zamora. Por lo que me aventuro que pretende desarrollar, en la acción intencional del agente económico, es absolutamente más importante el nivel de pensamiento de la "la zona rápida, el 1" que el nivel de del "pensamiento lento el nivel 2 "; por utilizar el lenguaje de Kahneman que trajo usted a colación.
      La casi absoluta influencia de esa prioridad del "nivel 1", ya nos la ha ido mostrando, me parece a mí, en su "emotivismo moral".
      Dicho de otro modo, la acción intencional es resultado de un proceso que describe la psicología evolucionista. El desarrollo del sistema nervioso ha sido el que ha sido, para poder dar cuenta de nuestra supervivencia. Respuestas adaptativas, originadas cuando eramos nómadas primitivos, tribus de poco mas de 50. Ahí se desarrolló nuestro modo de habérnoslas con la realidad, y es desde ahí desde donde nuestras acciones cobran sentido. La intencionalidad, y el razonar desde ella, es la "culminación" tal vez, pero lo primario está más abajo, en ese nivel 1 adquirido por las necesidades evolutivas de adaptación y supervivencia, tal como explica la psicologia evolutiva.
      En vez de el "homo ecomonicus" es el "homo Pinkerniano" por utilizar el más famoso y mediático psicólogo evolucionista.
      Por tanto, me temo que poco importancia van a tener los calculos económicos que menciona, para entender nuestra decisiones aparentemente contradictorias; estos, por muy completos que sean, parecen pertenecer al "nivel lento". Las contradicciones (con la racionalidad económica) son más bien los sesgos cognitivos originados, por tener un cerebro adaptado a dar respuestas en un "ambiente primitivo", que como comprenderá, ya no es muy adecuado para las actuales relaciones económicas.

      Un saludo.


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    2. Sr. González

      Por tanto, me temo que poco importancia van a tener los calculos económicos que menciona, para entender nuestra decisiones aparentemente contradictorias

      Sin duda. El propio libro de Kahneman pone montones de ejemplos donde, incluso considerando la noción de "precio" en este sentido amplio, el hombre pinkeriano acaba triunfando sobre el homo economicus (por decirlo con su acertada expresión).

      Mi pregunta, sin embargo, no tenía tanto alcance y solo pretendía averiguar cómo se habían hecho los cálculos en este caso concreto. Un poco en el espíritu de Julián Marías, que solía decir: "Yo no soy muy partidario de hacer cuentas, pero si se hacen, hay que hacerlas bien".

      Un saludo

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  3. Enric
    no me he parado a relacionar el tema de la diferencia entre el enfoque "puramente económico" (en sentido "ingenuo") y el enfoque "humanístico", por un lado, con el tema de la diferencia entre los dos "modos kahnemanianos" de pensar y decidir, pero seguro que hay muchas relaciones interesantes, gracias. A ver si me pongo.
    Saludos

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  4. Leandro
    me temo que esos "estudios" son bastante poco serios, y se limitan a hacer un cálculo "puramente economicista". En buena lógica económica, debería tenerse en cuenta también lo que tú dices, y entonces seguro que no salen esas cifras de "pérdidas"
    Un saludo

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    1. Sr. Zamora

      A lo mejor seguía habiendo pérdidas, pero menos abultadas. Sería interesante saberlo. Lo más interesante, sin embargo, quizá sería averiguar si nosotros percibimos el regalo como una pérdida de dinero (con independencia de que efectivamente lo sea) y que de esa percepción se derive gran parte de su encanto sobre la tarjeta. Quiero decir con esto que quizá el regalo, frente a la tarjeta o el sobre con dinero, sea como la ducha de champán en el podio de la Fórmula Uno: un derroche evidente, un obvio despilfarro que no parece hacerse a pesar de ser un disparate económico, sino precisamente por ello.

      Un saludo

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    2. "... y que de esa percepción", no: "...y si de esa percepción".

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    3. Muy de acuerdo. Es una demostración de que uno tiene recursos de sobra para compartirlos.

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    4. Esa es una de las razones que ofrece Denis Dutton en "The art instinct" para explicar el prestigio del arte y del artista. Regala algo bello pero perecedero como unas flores, o ser capaz de dedicar un tiempo para tallar una figurita (y en materiales nobles habitualmente), indicaría que uno anda sobrado de recursos.

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  5. Espero las nuevas entregas de la serie pero es natural pensar que hay un lenguaje social además de un mero intercambio de valor. O que el sistema social de intercambios es mucho más complejo que el de bienes y servicios. O que incluye cobros o pagos diferidos, o a terceros.

    Por ejemplo, no significa lo mismo socialmente un ramo de flores de 100€ para tu pareja que darle esa cantidad en metálico; y no se recibe de la misma manera. Además, todos conocemos la experiencia de que nos regalen algo que no deseamos y el "mal trago" que supone hacerlo o decirlo.

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  6. E Rodríguez:

    "La relación entre "dar regalo" y "dar dinero" que indica, muestra como bien establece, que las prácticas económicas no configuran en toda su amplitud las relaciones humanas…."


    Pero eso se puede tanto interpretar como que hay otras relaciones irreducibles a las económicas, que es lo que parece que afirma usted, y algo parecido pero con límites imprecisos entre distintas relaciones, que es lo que digo yo.

    Por ejemplo, que usted me lea y me responda supone que emplea su tiempo en ello y deja de emplearlo en otras cosas. Siempre elegimos entre varias opciones y el valor de las que escogemos lo suponemos mayor que el de las que rechazamos.

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  7. Sursum Corda,

    Más bien a lo que me refiero es que si no hay tabla rasa ( siguendo a Pinker), las configuraciones racionales no pueden ser constitutivas 100% a nuestra "naturaleza de base", se sobreponen a la la "naturaleza" de fábrica y entonces surgen los sesgos cognitivos . Para dar cuenta de ellos, siempre podemos ir ampliando la noción de racionalidad con el fin de poder interpretar como escoge un agente económico, tratar de capturar con dicha ampliación los sesgos, dar cuenta de ellos como resultas de nuevas ampliaciones de como valora y escoge racionalmente el agente.

    Pues bien, yo creo que radicalemnte debemos pensar que el hombre no es un ser racional, sino un animal que intelige desde modos más primarios que los racionales. Con un "hardware " de base que ha "estado diseñado" para popositos diferentes a los que quedan dentro de la "racionalidad economica". Los sesgos no son resultados de una mala noción de racionalidad, sino que NO ES LA RACIONALIDAD LO QUE PRIMARIAMENTE ESTÄ EN LA BASE DE LAS ACCIONES DEL HOMBRE.

    Saludos,

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  8. Enric Rodríguez:

    Estoy bastante de acuerdo en que la racionalidad entendida, como cálculo lógico, no es la base de la conducta humana sino un procedimiento para hacerla más flexible y precisa. En primer lugar, porque la "mera" racionalidad llegaría siempre a una aporía por diferentes variantes del dilema del "asno de Buridán". Y en segundo lugar, porque la historia humana es la de unos seres vivos y sus estrategias para sobrevivir, una de las cuales, la inteligencia, ha aparecido muy tarde en términos "geológicos". Los seres vivos se las han arreglado para salir adelante sin ser racionales conscientemente, aunque siéndolo siempre de una manera práctica.

    Pero creo más importante la primera observación: si hemos de decidir entre alimentar a nuestros hijos o dejarles sin comer, no basta con saber que son nuestros hijos o que tienen hambre o que morirán si no les alimentamos o que eso nos dejará sin descendencia; hay que tener y usar un criterio que nos haga preferir alguna de las opciones sobre el resto. Y eso se traduce en emociones, no en silogismos.

    Sin embargo le hago notar una mina en su camino "teológico": toda acción que incluye una preferencia incluye necesariamente un conocimiento y todo conocimiento lo es de información, lo que nos lleva a que el método de cualquier conocimiento sea único y que sea el mismo en las ciencias que a la hora de decidir si tomamos la leche porque está a nuestra conveniencia o si esperamos a que se enfríe.

    Saludos.

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  9. Sursum corda!,

    · el método de cualquier conocimiento sea único

    Deberíamos ver si coincidimos en qué entendemos cada cual sobre qué es conocer.
    Pero al margen de eso, yo a eso de que "el método de cualquier conocimiento sea único", lo expresaria como que todo modo de inteligir se basa en el modo en como no es dada la realidad, de como estamos instalados en ella. Y efectivamente, estamos en ella, por ejemplo, de manera totalmente "ambientada" en emociones, y por tanto estoy totalmente de acuerdo con usted si para usted "razón" es "sentir-racional", o "racionalidad-sentida".
    Lo que no acepto de buen grado es que todo conocimiento lo sea de información. Me parece un desliz injustificado. Pero nos salimos del tema.

    saludos,


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  10. En efecto. nos saldríamos de tema si tratamos esto aquí. Pero es un problema de base: para hacer una elección, uno tiene que distinguir lo que es una cosa de lo que no lo es. Y eso es INFORMACIÓN.

    Cuando Jesús abra algo sobre Dios, el conocimiento o algo así, le daré mi opinión.

    O si este debate acaba por cuestionarse ese problema más o menos por el comentario 135 ;-)

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  11. Sigo pensando en la preferencia social (y a veces individual) por el regalo frente a la tarjeta, y siento que el derroche no puede ser la clave, o al menos no la clave consciente. En mi caso personal al menos, creo que, al recibir un regalo, nunca me ha venido a la cabeza la idea de estar ante un despilfarro especialmente disparatado. ¿Cuál podría ser la clave entonces? Se me ocurren varias:

    1. Kahneman, de nuevo, explica que tendemos a valorar lo que ha sido nuestro, aunque lo haya sido durante unos instantes. Si vendemos un objeto que ha sido nuestro, tenderemos a ponerle un precio más alto que si hubiéramos comprado ese mismo objeto para venderlo al instante. Así, la camisa que nos han regalado y que solo por eso se ha convertido en nuestra, ya vale algo más que sus compañeras de tienda.

    2. El dinero revela lo absurdo del acto de regalar en sí mismo, al menos del regalarse mutuo. Si tú me regalas un sobre con 60 euros y yo otro a ti, resulta evidente que nadie he regalado nada. Si yo te regalo una camisa y tú a mi una colonia, en cambio, nos resulta más difícil hacer los cálculos y eso permite jugar con la ilusión de que no estamos haciendo una idiotez (aunque quizá la estemos haciendo).

    3. El dinero es impersonal, vale para cualquiera. El regalo, aunque sea la típica colonia o la típica corbata, implica el mínimo esfuerzo de haber pensado en el otro aunque sea un instante. El regalo, así, sería un mensaje que dice "Me he ocupado personalmente de ti".

    4. El dinero es vil. Es de mal gusto preguntar por el sueldo, por ejemplo. El regalo sirve para camuflarlo. Pero esto, por supuesto, no explica nada sino que nos lleva a un misterio mayor: ¿por qué el dinero es vil?

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  12. Falta un "más" importante aquí: "Kahneman, de nuevo, explica que tendemos a valorar MÁS lo que ha sido nuestro..."

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  13. Otra posible explicación, que a su vez constituye sin embargo otro misterio, sería que el regalo nos convierte en propietarios de algo que deseamos pero nunca compraríamos por nosotros mismos. Hay ejemplos perfectos. Llevamos tiempo pensando que necesitamos una tostadora y decidimos esperar a Reyes para que alguien nos la regale. Cuando llega el momento, la persona a la que se la pedimos decide que la tostadora es demasiado barata, demasiado "poco regalo", y prefiere darnos un sobre por el doble del valor de la tostadora media para que podamos comprar la que queramos. Pues bien, dada esta situación, la probabilidad de que sigamos sin comprar la tostadora y esperemos a nuestro cumpleaños, para ver si alguien nos la regala, son bastante altas.

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  14. Leandro,

    Tal vez podamos pensar el asunto cambiando el modelo de “agente económico racionalidor” por ser humano (a imagen y semejanza de Dios o de Pinker).

    Voy analizar el regalo como algo visible que se fundamente en un invisible.

    Es sabido que los regalos entran en un intercambio de reciprocidad. Si una persona recibe muchos regalos de otra y no los devuelve, acabará teniendo problemas sociales. Además los regalos deben ser equitativos. No puedo regalar algo con mucho más valor que el regalo que recibí, ya que eso humilla en cierta medida; y tampoco menos, ya que eso también en cierta medida es desprecio.
    Podríamos entrar en una mecánica social más perfecta. Regalar lo mismo que nos han regalado. Si tú me invitaste a comer X de primero , Y de segundo y Z de postre, yo te devuelvo la invitación en el mismo lugar y con el mismo menú X, Y, Z.

    Pero mostrar la reciprocidad tan claramente, desvelando que lo invisible es pura hipocresía, desvirtúa la necesidad de regalo. A lo que me refiero con el calificativo de invisible, es lo que hay en el regalo en su forma positiva de mostrar ocultamente la GENEROSIDAD de los donantes. La generosidad extrema sería el dar invisiblemente, ese tipo de generosidad que Jesucristo locamente exige que hagamos.

    Curiosamente pues, la falta de reciprocidad rompe el mecanismo social de vínculos que el regalo genera (por exceso o por defecto, por humillación o por desprecio). Pero la reciprocidad perfecta generaría problemas también, precisamente por la manifestación clara y absoluta de esa reciprocidad (mostraría la falta de pura generosidad).

    La reciprocidad de regalos pues, no debe manifestarse en su plena presencia, debe permanecer invisible. Ese invisible es al que apunta la famosa mujer evangelica, que dio más dando menos, porque dio todo lo que tenía. ¿Qué es ese más que solo está en el dar de manera cómo invisible pero necesaria?

    El regalo no se muestra sólo como algo que se da y que se debe devolver, no es una transación mercantil, sino que debe tener (o aparentar al menos) el ser en cierta medida “donaciones puras”, de un lado a otro. Debe llevar ocultamente ese “dar generosamente”. Visto desde fuera del ámbito de los donantes, o desde un análisis global, ese dar y recibir puede parecer solo y exclusivamente una trasanción de reciprocidad de valores sociales y económicos. Pero si la reciprocidad se patentiza de manera perfecta (yo te doy 50 euros y tú me das a mi 50 euros) ¿Dónde descubrimos la generosidad del dar?. La reciprocidad es necesaria, pero no debe anular el ámbito de generosidad (sea este hipócrita o verdadero).

    Para que la reciprocidad funcione, no debe manifestarse en su plena presencia: debe permanecer invisible para poder desplegar toda su eficacia. El sistema de dones no se presenta ni se muestra entonces como un gesto de dar y uno de devolver, sino como dos donaciones puras de ambos lados.
    Digo que se muestra, no que necesariamente sea así de hecho.

    Bien, quitando “el tufillo” de cristiano jesuita que pongo en el asunto, piense que la “generosidad” es el modol con que la evolución ha “compensado virtualmente” nuestras tendencias egoístas, para el bien de supervivencia de la propia sociedad. Es satisfación y motivación psicológica, explicable desde la psicología evolucionista, y que genera sesgos cognitivos desde el punto de vista de una racionalidad “mercantil”.

    Dicho esto, nos hacemos regalos porque en ellos hay el regusto invisible de sentirnos generosos y de recibir generosidad. Si transformamos el regalo en “mercancía útil”, ¿No vamos en contra del “hardware” que tan costosa y evolutivamente hemos adquirido de nuestros antepasados los “nómadas-monos-tribales”?

    Saludos,

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    1. Sr. González

      No sé si su planteamiento será correcto, pero desde luego es brillante. Esto, en concreto, no se puede decir mejor:

      'El regalo no se muestra sólo como algo que se da y que se debe devolver, no es una transación mercantil, sino que debe tener (o aparentar al menos) el ser en cierta medida “donaciones puras”, de un lado a otro'.

      Me quito el cráneo. Un saludo muy cordial


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  15. Como han comentado antes, existe una "economía del regalo" totalmente distinta y no reducible a la economía de mercado; también existe una "economía" diferente en las relaciones dentro de la pareja, o con los hijos, o con desconocidos en situaciones no comerciales. Todas ellas tienen unas normas que podrían calificarse de normas morales (pero también las normas de la economía de mercado son normas morales).

    Si estudiáramos una temporada la vida normal de una persona, veríamos que la importancia económica de los bienes y servicios que se dan y reciben fuera del mercado no es menor que la de las transacciones de mercado. Y se podría argüir que la felicidad de las personas depende de las primeras más que de las segundas; no hay más que imaginar a una persona que tuviera que comprarlo todo, desde la comida hasta el sexo.

    Entonces ¿por qué la economía no se ocupa de ellas? Ni la economía ni casi nadie, diría yo. Quizá sea porque les damos tanta importancia y están tan cargadas de sentimientos que analizarlas friamente parece inadecuado. O quizá por otros motivos.

    Lo malo es que la omnipresencia de la economía clásica y la desatención hacia estas otras economías ha llevado a algunos a creer que no importan, y que la sociedad y el comportamiento humano entero serán mejores cuanto más se parezcan a un mercado "perfecto". O al contrario, que mejorar la sociedad pasa necesariamente por abolir el mercado (aunque esto ya no lo dice casi nadie).

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    1. Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio
      Juan 2: 1-17

      saludos,

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