26 de marzo de 2012

EMBARRANCAMIENTO VOLUNTARIO


Estoy cansado, o más bien, aburrido del blog. Tengo la sensación de que todo lo que me apetecía decir desde esta plataforma lo he dicho ya, de que me empiezo a repetir de manera casi patológica, y de que en la estupenda "comunidad" casual que se ha formado en los remolinos de comentarios (sin duda, lo mejor que ha tenido el Otto Neurath) también nos conocemos todos ya demasiado. Diversas circunstancias personales y profesionales contribuyen también a mi falta de ilusión por el presente y el futuro de esta singladura.
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Así que he decidido conducir la nave hacia un bajío y dejarla allí embarrancada, al menos hasta que las impredecibles corrientes oceánicas lo saquen de nuevo a flote, si es que lo sacan. Intentaré seguir actualizando mi lista de lecturas, y seguiré usarando el blog como mi plataforma personalizada de acceso a internet. También seguiré respondiendo a los comentarios que se puedan seguir añadiendo a las entradas anteriores, pero de momento no añadiré nuevas entradas, y si lo hago, les pondré una fecha anterior para que no parezca que me desdigo demasiado pronto.
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Han sido cuatro años y medio de gratas emociones y de aventura filosófica. Espero haber contribuido a acercar la filosofía a "la calle", y que os haya proporcionado, al menos, algunos buenos ratos. Gracias a todos por vuestras visitas, vuestros apoyos, vuestras críticas, e incluso vuestros insultos, que también los ha habido y está bien que uno sepa lo que piensan de él.
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Abur.
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P.D. Esta entrada parece que les ha puesto cachondos a algunos fundamentalistas. Ya se lo tendrán en cuenta los fiscales del juicio final.

DERECHOS DE COPIA CON LÍMITE DE COPIAS


Una opción que me parece interesante para la regulación de los derechos de propiedad intelectual consiste en otorgar el derecho a cobrar por copias vendidas dentro de un límite que no sería temporal, sino relativo al número copias vendidas, un número que estaría definido por lo que socialmente podemos considerar un "éxito de ventas". Por ejemplo, las obras de literatura podían generar derechos de venta hasta 500.000 copias; los libros académicos, hasta 50.000 copias; las películas comerciales, hasta 30 millones de entradas o dvds o visionados; las canciones, hasta 10 millones de copias o descargas; etc., etc. Naturalmente, los números los estoy poniendo a ojo; su determinación definitiva sería cuestión de varios estudios empíricos y económicos, y de las negociaciones pertinentes.
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El sistema coexistiría con la libertad de copia gratuita siempre que sea sin objetivo comercial. La "piratería" se convertiría así más (aún) en un aliado de los propietarios del copyright que en un enemigo, pues la difusión electrónica gratuita de la obra serviría para incrementar su demanda, y por otro lado no recortaría los beneficios totales para los autores o poseedores del copyright (quienes, en el peor de los casos, simplemente los alcanzarían algo más tarde).

25 de marzo de 2012

EL OTTO NEURATH TIENE UN PAGERANK DE 5

Ahora que tenemos cerrado por ¿vacaciones? el Otto Neurath, descubro que el PageRank de esta bitácora es de 5, lo cual no está nada, pero que nada mal, para un proyectillo filosófico basado más que nada en las tontás que me se iban escurriendo.
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Por cierto, que os avanzo que dentro de pocos días espero que haya novedades interesantes sobre el Otto Neurath.

EL MARIDO DEL CÉSAR (ALIERTA)

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Por supuesto, jugando un poquitín con la falacia de accidente.

24 de marzo de 2012

Las Falacias de los Defensores de la Propiedad Intelectual

De "Nada el gratis".

by JESÚS FERNÁNDEZ-VILLAVERDE on 24/03/2012

La verdad es que los pesados de los “derechos de autor” me tocan las narices cada vez más, por decirlo así de sencillo y de claro. No se que me molesta más: si su farisea moralina o su falta de conocimientos de economía.

Ayer Samuel Bentolila ponía un link a la columna en FT donde se hablaba de mi post con Luis sobre la consolidación fiscal y explicaba que si no salía, se pusiera el título del artículo en Google y que se iba a él. Alguien nos entró a protestar con el argumento que con ello fomentábamos la piratería intelectual. Cuando le respondimos que esto era una bobada,porque FT te deja mirar un número de artículos gratis al mes sin tener que pagar, primero nos dijo que a FT eso no le hacia gracia ya que quiere que uno se registre primero (lo cual es irrelevante; un lector, PVN, lo explica muy bien en otro comentario que además clarifica que nuestro protestón no sabe lo que es un caché) y segundo entró en una diatriba de cómo el sistema actual era fantástico, con afirmaciones tan peregrinas como “El sistema de derechos de autor en Occidente es hasta la fecha la mejor forma conocida de garantizar el crecimiento y la innovación.” Si uno se va a la página web de la asociación con la que firmaba el comentario (aparentemente no le apetecía dar su nombre verdadero, será que está protegido por algún copyright) se ven, además, las típicas acusaciones sobre robos y demás

Bueno, pues esto no es verdad, es solo una pila de falacias de un grupo de presión que quiere limitar el crecimiento económico.

Empecemos por el principio: ¿es violar la propiedad intelectual robar como roba un pirata? No. Esto es muy obvio una vez que se piensa un poco. Los economistas solemos distinguir entre los bienes rivales y los bienes no rivales. La diferencia se fundamenta en si el uso del bien por un agente económico impide a otro agente usarlo al mismo tiempo: si la respuesta es que sí, es un bien rival, si la respuesta es no, no lo es. Pensemos en una camisa: si yo me pongo una camisa, a la misma vez usted, querido lector, no se la puede poner (al menos que queramos hacer una escena de película de los hermanos Marx). En comparación, si yo estoy utilizando el teorema fundamental del cálculo, no impido a nadie que también lo use. Los 7000 millones de seres humanos podemos estar empleándolo a la misma vez y no pasa nada. Por ello, cuando yo le quito una camisa a mi vecino, le impido que la pueda seguir empleando. Cuando yo le copio a mi vecino su libro de macroeconomía, no impido que él lo pueda seguir usando. Por tanto, el bien bajo propiedad intelectual no me lo estoy apropiando.

Lo que sí que puedo estar causando es un perjuicio económico. Si el dueño del libro es su autor y yo lo copio, él sigue siendo el propietario del libro pero, por ejemplo, no me lo puede vender. Este daño no es un robo, es, como su propio nombre indica, un posible ingreso que se ha perdido.

Me dirá usted, entonces, que en realidad no hay tanta diferencia: que un robo supone la pérdida de un bien y la copia de un libro supone un lucro cesante. Sí y no. Sí, porque han ambos casos el agente sufre una pérdida. No, porque en el segundo caso lo que realiza es una perdida de potenciales ingresos futuros que nuestro sistema jurídico respeta en muchos casos. La mejor prueba de ello es la limitación temporal en los derechos de propiedad: la camisa es mía y lo será siempre. Si tengo descendientes, se la podrán ir pasando el uno al otro hasta el final de los tiempos cuando se caiga a cachos. En cambio, el derecho de propiedad intelectual expirará en un momento u otro. Es decir: que el derecho ya reconoce de manera bastante clara que estamos hablando de cosas muy distintas.

Pero pongamos otro ejemplo para ir más allá. Imaginémonos que yo, en vez de copiar el libro de macroeconomía de mi vecino, escribo uno mejor y le robo el mercado. El daño se lo causo igual: le quito los ingresos futuros. Esto es perfectamente legal. Sin embargo, si yo creo una nueva camisa, no impido a mi vecino que siga disfrutando de su camisa original sin problema.

La única conclusión lógica a la que se puede llegar, por tanto, es que el copiar una obra intelectual es un acto que no limita el disfrute de la cosa por su propietario pero que causa un daño económico en una tercera persona y que el derecho ha decidido limitar en ciertos casos. Robo, no es robo de nada. Daño al autor: sí, si efectivamente se pierde el flujo de ingresos.

¿Por qué protege el derecho la propiedad intelectual? Porque es necesario dar incentivos ex ante a los creadores de obras intelectuales. Estas se caracterizan por generar, casi en su totalidad, solo costes fijos, mientras que los costes marginales son casi cero. Pensemos en una película: el coste de la misma es filmarla (coste fijo), el coste de vender un DVD más de la misma es casi trivial. Si estuviésemos en un sistema donde copiar DVDs fuera gratuito, el precio de los mismos convergería rápidamente a su coste marginal (cero) y por ello, en principio (las cosas en realidad son más sutiles, por eso digo en principio) el creador nunca podría recuperar sus costes fijos, con lo cual no habría creación intelectual. El remedio que tenemos en occidente es dar un “monopolio” temporal al creador de la obra (o el que tenga el derecho en ese momento) por el cual si alguien vende DVDs de la misma película, se le aparecerá la Guardia Civil a hacerle cambiar de opinión. El monopolista entonces impondrá un precio superior al coste marginal, lo que genera una distorsión ex post.

Es decir: que el otorgar derechos de propiedad intelectual es únicamente un sistema de incentivos y por tanto carece de ninguna valoración moral, ni positiva ni negativa. Nadie tiene “derecho” innato y natural a la propiedad intelectual (sí que creo que tiene derecho al reconocimiento de ser el autor, pero nada más). La propiedad intelectual es simplemente un mecanismo de la sociedad para solucionar un problema. Es como poner una cañería en la casa de uno: por algún sitio tiene que ir el agua.

Y de la misma manera que uno puede diseñar distintas cañerías, existen diversas maneras de suministrar los incentivos adecuados. En particular, tenemos que recordar que el monopolio al que nos referíamos genera una distorsión ex post para generar los incentivos ex ante. Por tanto es sensato pensar en la posibilidad de mecanismos alternativos.

El primero es el mecenazgo, público o privado. Buena parte de lo mejor de la innovación en la historia de occidente ha venido del mismo, incluido la inmensa mayoría de la ciencia básica y de la tecnología moderna. Este post está escrito gracias la arquitectura básica de internet, Unix, C++ y Latex, todos ellos productos de este mecenazgo. La financiación (pseudo) pública nos ha dado Unix; la búsqueda de beneficios, Windows Vista.

El segundo son los premios. A lo largo de la historia los gobiernos han otorgado premios a aquellas personas que generaban una nueva idea (por ejemplo, un reloj particularmente exacto para la navegación). Muchos economistas como Michael Kremer han propuesto recuperar esta tradición y que los gobiernos anuncien, por ejemplo, un premio a la primera compañía que encuentre una vacuna efectiva contra ciertas enfermedades tropicales.

El tercero es el facilitar mecanismos de cooperación múltiple. Wikipedia es el mejor ejemplo posible: en vez de gastarnos un dinero tonto en una enciclopedia privada, tenemos ahora una pública que es varios órdenes de magnitud mejor.

El cuarto son todos los mecanismos de innovación competitiva que han permitido, por ejemplo, el crecimiento de Walmart. Buena parte de los procesos de negocios no están protegidos y pueden ser copiados libremente y sin embargo las empresas continuamente crean nuevos procesos.

Finalmente, y manteniéndonos dentro del sistema actual, se pueden cortar muchos de los excesos que el mismo tiene. Que un libro siga estando protegido 70 años después de la muerte del autor me parece sencillamente absurdo. Cualquier flujo de ingresos futuros descontados tan lejos en el tiempo a un tipo de interés sensato (pongamos el 4% anual) es trivial. La presunción es, en consecuencia, que estamos protegiendo en exceso a la propiedad intelectual. Quien tenga opinión contraria debe de suministrar evidencia: la carga de la prueba recae en aquellos que quieren el monopolio, no en lo que los queremos eliminar.

Dado que existen alternativas, la necesidad de reconfigurar nuestro sistema de propiedad intelectual es más importante que nunca. En un mundo digital los límites a la creatividad y a la experimentación, son tan difusos que, coartarla como intenta hacer buena parte de la industria con cosas como SOPA es una profunda equivocación. Vivimos en un momento en el que deberíamos de pecar de poca protección, no de protección excesiva. Daron Acemoglu lo explica mucho mejor que yo:

Para que no los sepan Daron es uno de los líderes actuales de la profesión económica. No se me ocurre nadie en su generación que haya contribuido más en temas de crecimiento económico o de la innovación.

Pero los ejemplos de gente que se ha sentado a pensar en este tema y han llegado a la conclusión de que nuestro sistema actual no tiene ni pies ni cabeza serían interminables así que solo voy a citar uno cercano a este blog: Michele Boldrin, que junto con David Levine, han escrito unmagnífico libro al respecto. Lo mejorcito de la profesión, por tanto, es profundamente escéptica sobre el sistema de protección actual.

Son los defensores del sistema actual los que están en minoría en el mundo académico. Se aferran a una concepción anticuada de la innovación y lo que es peor, ni saben historia económica ni entienden los problemas de incentivos existentes. Y encima aderezan esa ignorancia con “moralina” de serie americana barata: “que si esto es robar”, “que si es piratería”, blah, blah. Zarandajas.

Así que querido lector: si usted es de los que les molesta el sistema actual y quiere luchar para cambiarlo, por favor adelante. Callemos con nuestros argumentos a una industria que quiere destruir nuestro futuro de innovación y crecimiento.

Pd. Y prediquemos con el ejemplo: copie este post masivamente, cuanto más mejor.

CAMBIO DE HORA


En la Antigüedad se practicaba el "cambio de hora" de una forma bastante natural: no se suprimía ni se añadía ninguna hora en un momento preciso del calendario, pero en cambio las horas se ajustaban automáticamente a las diferencias de luz solar. ¿Cómo era eso? Muy sencillo: las horas no duraban lo mismo a lo largo del año. En Roma, por ejemplo, el día (no el de 24 horas, sino el tiempo que iba del amanecer hasta el anochecer, o sea, el "día" como contrapuesto a la "noche") se dividía siempre en 12 horas. Naturalmente, en una latitud como la de Roma, en invierno pasa mucho menos tiempo entre el amanecer y el anochecer que en verano, luego las 12 horas diurnas en invierno eran más cortas que las 12 horas diurnas en verano. Lo que hacía la gente (que, por otro lado, tenía pocas formas de saber la hora con cierta exactitud: la hora se calculaba generalmente "a ojo") era comer a mediodía y cenar al anochecer, independientemente de la época del año.
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Con el advenimiento de los relojes y las campanas de las iglesias, la gente se acostumbró a que las horas durasen lo mismo (el invento se copió de los astrónomos, que sí que dividían el día en 24 horas iguales desde al menos la época helenística), y con ello se acostumbró a regular las actividades diarias en momentos fijos del día (bueno, lo de "cenar al anochecer" también es "fijo" en un sentido, ¿no?), con lo que, en los países en los que la hora de cenar se ajustaba para que coincidiera con la puesta de sol en invierno, resultaba que en verano quedaban aún cinco o seis horas de sol después de la cena y tendrían un hambre atroz al acostarse, y si se cenaba todo el año en la hora de la puesta de sol de junio, entonces en diciembre se cenaría cuando ya se llevaran otras tantas horas de oscuridad y a la gente le habría entrado un sueño del copón. Así que prefirieron organizar las comidas diarias (y otras actividades coordinables) a una hora más o menos fija.
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El cambio de duración del día y la noche en latitudes más o menos elevadas hacía entonces que un horario fijo resultase bastante antinatural y produjera muchos desajustes. Algunos de estos desajustes inspiraron a dos casi desconocidos ingleses de fines del XIX y principios del XX a proponer lo que seguro que es el tema de conversación principal de este fin de semana (con perdón de las elecciones astur-andalusíes). Sus nombres, para que podáis hacerles un pequeño homenaje o cagaros en sus muertos (según venga el aire): Georg Vernon Hudson (el primer proponente de la idea, que se sepa) y William Willett (quien lo propuso independientemente unos diez años después, pero que tiene el mérito de haber iniciado la cadena de deliberaciones institucionales que llevó a la aplicación de la idea).

23 de marzo de 2012

EL ORDEN DE LOS DÍAS


La semana es una de las instituciones más antiguas que han llegado hasta nosotros de manera prácticamente inmutable e ininterrumpida. En su versión actual, es una mezcla asimétrica entre la tradición hebrea de dividir el tiempo en series de siete días (lo que a su vez es una variación de la división del tiempo en meses lunares de 28 días), que se retrotrae tal vez a un milenio antes de Cristo, y las denominaciones astrológicas propuestas por astrónomos alejandrinos hacia el inicio de nuestra era. Lo que tal vez muchos no sepáis es por qué los nombres de los días tienen ese aparente desorden (pues son el dedicado a la luna, a marte, a mercurio, a júpiter, a venus, a saturno y al sol; ¡vaya orden más extraño, no!).
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Curiosamente, ese orden está basado (como no podía ser de otra manera) en las distancias que por aquella época se atribuía a los "planetas" en sus órbitas alrededor de la tierra (en realidad, según el tiempo que tardaban en recorrer el firmamento). De más a menos alejado, los planetas eran 1: saturno, 2: júpiter, 3: marte; 4: sol; 5: venus; 6: mercurio; 7: luna. Lo que hicieron aquellos astrólogos fue asignar uno de estos planetas a cada hora de la semana. A la primera hora de la semana le correspondía saturno, a la segunda júpiter, etc., así hasta la séptima, a la que le correspondía la luna; a la octava volvía a corresponderle saturno, a la novena júpiter, a la décimocuarta la luna otra vez, etc., etc.
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Hecho esto, a cada día se le asignaba el planeta que "regía" su primera hora, así que el primer día era el dedicado a saturno (sábado). La cuestión es, ¿qué plantea correspondería al día siguiente? Es fácil ver que la luna le ha tocado a la hora número 21, así que tenemos saturno para la 22, júpiter para 23, marte para la 24... ¡y el sol para la 25! (o sea, para la primera hora del segundo día). Así que el día siguiente al dedicado a saturno está dedicado al sol (domingo; sunday). Siguiendo con los cálculos, vemos que a cada día le toca un planeta que está tres posiciones después (o sea, 24 - 21) que el dedicado al anterior. Así que después del día dedicado al sol contamos tres planetas: venus, mercurio y... luna (lunes). Luego otros tres: saturno, júpiter y... marte (martes). Luego otros tres: sol, venus y... mercurio (miércoles). Luego otros tres: luna, saturno... y júpiter (jueves). Y luego otros tres: marte, sol... y venus (viernes).
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Naturalmente, la primera hora del octavo día corresponde otra vez a saturno, con lo que el ciclo empieza de nuevo.
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Poco se imaginaban los anónimos inventores de este sistema que dos mil años después miles de millones de personas iban a seguir rigiéndose (salvo por algún que otro pequeño cambio en algunos países) por su ocurrencia.

22 de marzo de 2012

CIENCIA PÚBLICA - CIENCIA PRIVADA, AHORA EN GOOGLE BOOKS


Acabo de descubrir por azar que mi libro Ciencia pública - ciencia privada está disponible parcialmente en Google books. Me parece fantástico (con los 1.200 $ o así que he cobrado por derechos de autor hasta la fecha con ese libro, no diré que me doy por satisfecho, pero sí que estoy contento), aunque me habría gustado que se hubiese comunicado al autor esa publicación online.
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A disfrutarlo.
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11 de marzo de 2012

EL DIOS VERDADERO SALVARÁ AL EURO

El nuevo primer ministro griego, Panayotis Pikrammenos (aunque no nos dicen que picra menos que quién), ha recibido la bendición ortodoxa del dios único y verdadero. Los griegos, además, han sacado el dinero de los bancos para ingresarlos en las iglesias, que es donde está más seguro. Así que todo se ha resuelto.

8 de marzo de 2012

LA PARADOJA DE BERRY


Cualquier expresión que utilicemos para referirnos a algo tendrá un número finito de palabras. Esto incluye los números: construimos palabras arbitrariamente largas para referirnos a números como el "cuatrocientos veintisiete mil doscientos catorce" (427.214), un número al que podemos referirnos utilizando la expresión entrecomillada, que tiene sólo 5 palabras.
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Ahora bien, puesto que hay un número finito de palabras en castellano, habrá un máximo número de expresiones que podamos formar que contengan, p.ej., catorce palabras o menos. Sea N ese número. N (el número de sintagmas nominales que podemos formar en castellano con menos 15 palabras) es un número casi inimaginablemente elevado, pero finito, como todos los naturales. De esas N expresiones, sólo un número mucho más pequeño de ellas, sea M, corresponde a expresiones que en castellano se pueden usan correctamente para designar números (desde "cuarenta y dos" hasta "el número de los apóstoles"), y, puesto que varias de esas expresiones representarán al mismo número, resulta que habrá un número todavía más pequeño, Ñ, que indica la cantidad de números naturales para los que en castellano tenemos alguna expresión correcta que permite designarlos con menos de quince palabras. Llamemos también Ñ al conjunto de esos números, aquellos para los que el castellano tiene alguna forma de designarlos usando menos de quince palabras. Todos los números naturales que no pertenecen a Ñ poseen una característica en común: en castellano correcto, sólo podemos referirnos a ellos usando más de 15 palabras. Ahora bien, dado que Ñ es un conjunto de números naturales, habrá alguno de ellos que sea el más pequeño de todos, a saber, el único número que satisface la siguiente propiedad:
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n= El menor número natural al que no podemos referirnos usando menos de quince palabras.
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¡¡¡Pero esa expresión contiene CATORCE palabras!!!
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Es decir, la conclusión es que podemos referirnos con catorce palabras al menor número natural al que no podemos referirnos usando menos de quince palabras.

7 de marzo de 2012

"POR SU EVIDENTE VOLUNTAD DE PROVOCACIÓN"


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Voluntad evidentísima, y en medios de comunicación públicos. Más información aquí.
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También decía un obispo en algún otro fragmento que oí de pasada algo así como que "oremos porque los no creyentes sean inspirados por el Espíritu Santo" (ver en el vídeo de TVE, a partir del minuto 57:30 hasta el 59:50). Pero, claro, eso no son "provocaciones". Es sólo voluntad de joder.

6 de marzo de 2012

¿POR QUÉ LAS ESPECIES SON CONJUNTOS ARBITRARIOS?


Hay quienes piensan que lo que DEFINE a una especie biológica es un conjunto de características, que se podrían dar a priori en una lista, y que luego sería cuestión de investigar si hay en el universo físico algún bicho que posea esas características (y por lo tanto, pertenezca a la especie así definida9, o no las posea (y por lo tanto, no pertenezca a ella).
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Pensar así implica ignorar la definición de "especie biológica" que da la biología moderna, a saber, un grupo de seres vivos capaces de cruzarse entre sí, es decir, capaces de engendrar descendencia fértil. Esta definición IMPLICA que las especies no son conjuntos DEFINIDOS por la posesión de una serie de características (aunque, obviamente, pertenecer a una especie IMPLICARÁ poseer ciertas características y no otras; pero es importante ver que la posesión de estas características es una CONSECUENCIA de la definición de especie, y no una PARTE de la definición). En cambio, las especies sólo pueden definirse de manera CONVENCIONAL, es decir, partiendo de la designación ("deíctica") de un conjunto CONCRETO de individuos, y definiendo la especie con los que podrían cruzarse y engendrar descendencia fértil CON ESOS individuos.
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En el dibujo lo ejemplifico con la especie "ratón" (mus musculus). Para definir esa especie no partimos de una serie de características, sino de un CONJUNTO DETERMINADO de individuos determinados a los que hemos decidido llamar "ratones" y que constatamos que ELLOS sí que pueden fecundarse con éxito. Ese es el conjunto A. El conjunto E(A) es el de los miembros de la "especie biológica" de los ratones, es decir TODOS Y SOLO aquellos organismos que podrían tener descendencia fértil si se cruzaran con los individuos del conjunto A. Naturalmente, habrá cietas características que todos y sólo los individuos que pertenecen al conjunto E(A) poseen (y esas podemos decir que son las características "esenciales" de la especie mus musculus), pero esas características las extraemos DESPUÉS de definir la especie, no al revés.
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¿Por qué digo que el conjunto E(A) es "arbitrario" (en el sentido de que presupone una cierta convención que podría haber sido de otra manera)? Pues es muy fácil verlo. Supongamos que señalamos OTRO conjunto de ratones (de los que hemos definido como "ratones" según el procedimiento anterior), el conjunto B. Puesto que B está incluido en E(A), no cabe duda de que SON ratones, miembros de pleno derecho de la especie mus musculus. B puede ser, p.ej., un subconjunto del conjunto de antepasados de miembros de A que vivían hace 100.000 años, o un subconjunto del conjunto de los descendientes de A, que vivan en las Malvinas dentro de 100.000 años.
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Ahora definamos ahora la especie a la que pertenecen ESOS individuos, los miembros de B: o sea, la especie formada por todos los organismos que podrían cruzarse con éxito con los miembros de B. Ese será el conjunto E(B)... ¡¡¡Y lo interesante es que E(A) no es el mismo conjunto que E(B)!!! Pues hay individuos que podrían cruzarse con los miembros de A pero no con los de B (no olvidéis que la relación "los miembros de X pueden cruzarse con los miembros de Y" no es transitiva). Por supuesto, pertenecer a E(B) implicará tener una serie de características determinada, pero esas características serán en alguna medida diferentes de las que son necesarias para pertenecer a E(A).
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Ahora bien, los miembros de B son tan "ratones", tan miembros de la especie mus musculus, como los miembros de A, así que, ¿cuál es la VERDADERA "especie" mus musculus? La respuesta obvia es que ¡¡¡ninguna!!! E(A) es la "verdadera" especie SI partimos del conjunto A como "muestra paradigmática de lo que queremos decir con 'ratón doméstico'", pero si elegimos el conjunto B como paradigma, entonces E(B) será la "verdadera" especie. No hay NADA que determine que A sea un paradigma "mejor" que B. Por lo tanto, no hay NADA en la naturaleza de los hechos, o de nuestros conceptos, que determine que un conjunto u otro (ni, por lo tanto, una lista de características u otra) es la "verdadera y únicamente correcta" especie mus musculus.
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¿Significa esto que el concepto de especie es "inútil"? ¡En absoluto! Los miembros de E(A) son lo suficientemente parecidos entre sí como para que podamos distinguirlos de otros conjuntos definidos de manera semejante a partir de animales que no se pueden cruzar con los del conjunto B (p.ej., las ratas de agua, o los sapos parteros), y las relaciones causales entre los miembros de E(A) y entre sus características son también lo suficientemente significativas y robustas como para que, p.ej., si averiguamos algo sobre una muestra del conjunto E(A), tengamos suficiente garantía de que será aplicable a la inmensa mayoría de los miembros de E(A), no sólo a esa muestra.
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Ver artículo sobre el tema en Feelsynapis

1 de marzo de 2012

TITULARES AMBIGUOS

Según el subtítulo de una noticia publicada hoy en El Paí(r)s(e), la cantante Chavela Vargas "confiesa que su último deseo es viajar a España"...
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Y yo me quedo pensando... ¿eso significa que quiere venir, o que no quiere venir?
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¿Ese deseo suyo es el "último" en el sentido de que es lo último que quiere hacer justo antes de morir? ¿O es el "último" en el sentido de que desearía cualquier otra cosa mejor que eso?

¿ES LO UNO INDIVISIBLE?


Fragmentos de una conversación en el inagotable Dialéctica y Analogía.
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La unidad es un concepto tan claro como sería de desear, y el artículo singular expresa su sustantivación.
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¿La sustantivización de un concepto? Eso por lo menos requiere una JUSTIFICACIÓN. Es más sencillo si pones "la unidad", o sea, AQUELLA CUALIDAD QUE TIENEN LAS COSAS DE LAS QUE PREDICAMOS QUE SON UNA, o sea, lo que tienen en común aquellas cosas que decimos que son "un x", donde x puede ser cualquier adjetivo (contable, claro). Pero en ese caso, la frase "la unidad es individisible" significa "aquella cualidad que tienen en común las cosas que decimos que son "un x" -donde x es cualquier adjetivo contable-, es indivisible"... Pues no sé, la verdad. ¿Quieres decir que "es una CUALIDAD indivisible"? No tengo muy claro si HAY algún criterio de divisibilidad DE LAS CUALIDADES, pero, así a priori, no veo por qué ESA cualidad en particular va a TENER QUE SER NECESARIAMENTE "indivisible" (más bien, puesto que para designar esa propiedad hace falta una perífrasis tan larga, lo que me parece obvio es que no sera TAN indivisible, pues en la prerífrasis hay bastantes cosas distintas que se pueden señalar).
Si, en cambio, lo que quieres decir que es indivisible son LAS COSAS que poseen esa cualidad, pues tampoco (pues, como te he dicho, un euro es divisible, un coche también, un filete también, el número uno también...).
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Yo entiendo por "unidad" LA PROPIEDAD QUE TIENEN LAS COSAS DE LAS QUE SE PUEDE DECIR QUE SON "UNA". Es decir, la unidad, según mi mejor entender, es UN TIPO DE PROPIEDAD, no es una COSA (salvo en el sentido GENERAL de que la podemos convertir en el sujeto de una frase). Y la discusión sobre si las PROPIEDADES son "divisibles" o "indivisibles" me parece tan ridícula como la de si las piedras son casadas o solteras, o la de si los números tienen mayor o menor temperatura. En todo caso, podríamos decir si una propiedad es ANALIZABLE en otros elementos, que pueden ser propiedades u otras cosas; y no veo ninguna razón para negar a priori que la propiedad "de ser uno" sea una propiedad ANALIZABLE: obviamente, es más bien al contrario, pues la propiedad "de ser uno" es una propiedad que tiene MUCHAS PROPIEDADES (p.ej., la propiedad de ser designable por un predicado monádico, la propiedad de ser una propiedad).
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Nadie ha hablado de la divisibilidad o no de una propiedad, sino de la Unidad. ¿Qué significa Uno, además de "ser la propiedad que tienen las cosas que son unas", según tu anterior intento de clarificación? Yo propongo humildemente mi concepción: la unidad no es definible a partir de otras nociones, porque es una noción fundamental y tan clara como uno podría soñar. Pero se puede explicitar algunos de sus rasgos: lo que es uno es, en cuanto a su unidad, indivisible. Puede ser dividido en otros aspectos, pero no en su unidad. Por tanto, unidad e indivisibilidad van necesaria y "analíticamente" unidas.
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OK: una célula no puede dividirse y seguir siendo UNA célula (claro, ahora son dos); un euro no puede dividirse y seguir siendo un euro... (¡espera!, si yo divido un euro entre dos personas, dándole cincuenta céntimos a cada una, ¡sigue siendo UN euro!, lo que pasa es que cada persona tiene sólo medio euro; pero entonces, ¿lo he "dividido" o no lo he "dividido"? Ay, mecachis, no quiero seguir por ahí, no vaya a ser que "dividir" sea ambiguo, y entonces la tenemos).
Así que olvidémonos de momento de ese detalle, y sigamos: OK, la unidad va "analíticamente" unida a la indivisibilidad. Pero ¿significa eso que "la unidad es indivisible"? No, lo que hemos dicho que era indivisible es "lo que era uno, en cuanto a su unidad", así que, "la unidad" será indivisible, tal vez, "en cuanto a su unidad", no "en cuanto a otras de sus características". ¿O no es "la unidad", sino "lo que es uno"? O sea, ¿lo que es uno es indivisible? Obviamente no: muchas cosas son una y son la mar de divisibles. Pero, ajá, no son indivisibles "en cuanto a su unidad". Concluyamos eso: "no puedes dividir UNA cosa 'en cuanto a su unidad'"... pero aquí me quedo ojoplático, ¿qué DEMONIOS quiere decir eso? ¿La puedo dividir o no la puedo dividir? Tal vez lo que quieres decir es que "si divides UNA cosa, ya no es UNA". Bueno, pero cuando la duquesa de Klingston legó su palacio a sus dos nietos, se lo dividieron (uno se quedó con el ala este y otro con el ala oeste) y seguía siendo UN palacio. Así que parece que se puede dividir UN palacio y sigue siendo UN palacio. Pero, puedes contestar, es que por "dividir" entiendo por dividir EN TROZOS SEPARABLES. Tal vez, pero entonces, ¿el 8 es divisible "en trozos separables"? ¿O pueden ser "separables conceptualmente"? Hum, pero el palacio de la duquesa está separado "conceptualmetne" (cada heredero sabe cuál es su parte), y sigue siendo UN palacio.
En fin, que es un lío. Pero con eso no le descubro nada nuevo a Parménides.
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La unidad es analizable en conceptos. Pero, simultáneamente, la unidad no puede ser divisible. Hay que "armonizar" ambas cosas, porque no se puede prescindir de ninguna de las dos
Efectivamente. Y eso ya lo resolvió Aristóteles: en cada caso estamos utilizando "uno" y/o "divisible" EN SENTIDOS DIFERENTES. Venga, pasemos a lo siguiente.
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Si algo no es absolutamente autoidéntico e indivisible, no es la unidad
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No has explicado el uso del artículo singular aquí ("la" unidad); Aristóteles es aquí también mucho más claro (y tú utilizabas, tal vez por error, su modo de decirlo: "cualquier unidad que sea divisible no lo es en cuanto a su unidad"... ¿cómo "cualquier" unidad? ¿o sea, que no te estás refiriendo a "la" unidad, sino a ESTE euro que es UN euro, ESTA célula que es UNA célula, ESTE palacio que es UN palacio, etc.?). Hasta que no te aclares no sabré de qué estás hablando: ¿es "la" unidad?, o es ¿"cualquier" unidad?. Si es lo segundo, lo que dices en la frase que he copiado sería "Si algo no es absolutamente autoidéntico e indivisible, no es UNA unidad"... pero eso es falso, pues un euro y un palacio son una unidad (son UN euro, UN palacio), pero no son "absolutamente indivisibles" -o de "absolutamente autoidénticos", perdona que Heráclito y yo no entremos en esa cuestión ahora-. ¿O es "el concepto" de unidad? Pero tú mismo has dicho que era divisible o analizable. ¿Y si no es ni lo uno ni lo otro, de qué estás hablando?
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Sabes muy bien que nadie puede ni tiene por qué considerar ambiguos todos los teŕminos que usa, porque entonces no podría empezar a hablar.
Al contrario: basta con que considere que son SUFICIENTEMENTE no ambiguos, o que, aunque SEPA que son ambiguos, confía en que es muy probable que el que le está oyendo interprete el término de forma suficientemente parecida. Por ejemplo, como ya te expliqué, ninguna término que designe una especie biológica PUEDE NO SER AMBIGUO (en el sentido en que se basa inevitablemente en alguna CONVENCIÓN, y no podemos estar seguros de que quien nos oye siga EXACTAMENTE la misma convención que la nuestra, si se pone a intentar EXPLICITAR TODO LO POSIBLE el significado del término). Eso quiere decir que cuando le digo a alguien "los ratones me dan asco", sé que es muy probable que el otro no entienda EXACTAMENTE LO MISMO QUE YO por "ratones" (en el sentido, al menos, de que, tomando la lista de todos los antepasados de este ratón, posiblemente él y yo no estaríamos de acuerdo en dónde poner el corte que distingue a los antepasados que eran ya ratones y los que aún no lo eran), pero nos entendemos lo suficientemente bien como para que él evite llevarme por donde sabe que hay ratones (en su ambiguo sentido). Y lo mismo pasa con el término "asco": tal vez (o tal vez no) la sensación que siento yo al tener asco no es EXACTAMENTE la misma que tienes tú, pero nos entendemos perfectamente al hablar del asco, aunque tal vez tú no llamarías "asco" a MI sensación si pudieras sentirla (p.ej., puede ser que yo sea tan sensible que una sensación tan leve QUE TÚ NO LLAMARÍAS "ASCO", yo sí que la llamo "asco").
Luego claro que es posible comunicarse, entenderse y pensar AUNQUE nuestros conceptos sean ambiguos; basta con que no sean DEMASIADO ambiguos.