29 de junio de 2011

¿ES REDUCIBLE LA MATERIA A LA CONCIENCIA? SOBRE CONCEPTOS HETEROGÉNEOS, QUALIA, Y DEMÁS


Elevo a entrada la respuesta que di ayer a un comentario de Juan Antonio. Decía él:
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una presunta reducción de lo mental no puede ser, en todo caso, más que una biunivocación entre dos ámbitos de conceptos completamente heterogéneos.
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Y yo respondía:
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La única propiedad que sensatamente podemos inentar establecer si se da o no se da entre dos descripciones de sendos sistemas (en este caso, el cerebro y la conciencia) es si éstos son o dejan de ser isomórficos (o tienen alguna otra relación de ese tipo, como homomorfismo, homomorfismo-parcial, etc., las hay para aburrir). No hay NADA que impida que el sistema formado por todos nuestros estados de conciencia y sus relaciones mutuas sea ISOMÓRFICO con algún SUBSISTEMA de nuestra actividad neuronal. Si DE HECHO son isomórficos (y no hay razones a priori por las que no lo PODRÍAN ser), pues no es muy relevante discutir si son o dejan de ser "conceptos heterogéneos": no pueden "ser muy heterogéneos" si son isomórficos.
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Ahora bien, la descripción de un sistema mediante una fórmula (fórmula que, a su vez, es incapaz de distinguir entre sistemas DISTINTOS pero isomórficos) deja NECESARIAMENTE aspectos del sistema sin "describir": aquellos en los que el sistema AL QUE NOS REFERIMOS se diferencia de OTROS sistemas que son isomórficos con él. Luego, en ESTE sentido, la mente y el cerebro PUEDE que sí que sean "heterogéneos": es decir, incluso AUNQUE la mente y sus contenidos formen un sistema ISOMÓRFICO con algún subsistema de la actividad neuronal, PODRÍA ocurrir que fueran DOS sistemas, y no uno, y que aquello en lo que se diferenciasen fuese imposible de "verbalizar" mediante nuestras fórmulas, y en ESE sentido, podría ocurrir que los dos sistemas, mente y cerebro, sí que fueran "heterogéneos". Pero esto es algo que NO PODEMOS SABER, pues no podemos tener NINGUNA IDEA EN ABSOLUTO acerca de qué propiedades tiene el sistema neuronal QUE NO PUEDEN SER EXPRESADAS POR LAS FÓRMULAS QUE LO DESCRIBEN, y por lo tanto, no podemos descartar que ESAS propiedades literalmente indescriptibles SEAN JUSTO las propiedades que tan candorosamente atribuyen los irreducibilistas a "lo mental".
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Es decir, NO HAY MOTIVOS para pensar que mente y cerebro sean DOS sistemas, y no EXACTAMENTE UNO Y EL MISMO. Que cada una de estas (¿dos?) cosas esté descrita en un lenguaje diferente no es relevante (pues hasta que no tengamos una demostración de si las descripciones más completas posibles de ambos sistemas son isomórficas o no, no podemos rechazar la posibilidad de que de hecho sean isomórficas, con independencia de lo APARENTEMENTE distintos que sean los dos lenguajes). Y además, como dije al principio de la serie, el cerebro no es ni "terciopersonal" ni "en inglés" (al menos el mío, aunque leamos una descripción del cerebro escrita en inglés): eso son propiedades de NUESTRAS DESCRIPCIONES O REPRESENTACIONES del cerebro, no del PROPIO cerebro. Así que, en principio, TAL VEZ resulte que los cerebros sean entidades o sistemas QUE "ESTÁN EN PRIMERA PERSONA" (o algo así), y que SON (o al menos algún subsistema suyo lo es) precisamente eso que señalamos al referirnos a "lo mental". No digo que lo sean: digo que no hay razones para afirmar tajantemente que no lo son.
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¿Es reducible la materia a la conciencia? (1)

INVERSIÓN DE QUALIA

28 de junio de 2011

¿ES REDUCIBLE LA CONCIENCIA A LA MATERIA? SIGUE LA PODA DE LOS CONTRAARGUMENTOS


EL DAMERO MALDITO
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En la discusión de la primera entrada de esta (ya, casi sí, serie), uno de los comentaristas más críticos ponía un ejemplo que me gustó mucho: en el juego de damas, las reglas permiten que una ficha que alcance la última fila se convierta en una dama; las damas se diferencian de las fichas normales porque las reglas que dicen cómo pueden moverse son distintas. La cuestión es: ¿se puede "reducir" una dama a una ficha normal (a la ficha de la que procede, por así decir)? El comentarista decía, con bastante razón, que no, aunque no daba un argumento preciso, por lo que la respuesta es un tanto ambigua, y la he intentado aclarar en la discusión, pero, como está enterrada entre más de un centenar de comentarios, me ha parecido interesante dedicar al tema una entrada propia.
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Naturalmente, cuadno decimos que algo "se reduce" a otra cosa no queremos decir la simpleza de que lo primero "está hecho de" lo segundo, o no sólo eso, sino de que la organización, estructura, comportamiento, etc., de lo primero se sigue de la organización, estructura, comportamiento, de lo segundo. En el ejemplo de las damas la pregunta será, por tanto: ¿se sigue el "comportamiento" de una dama -o sea, las reglas que dicen lo que puede hacer una dama- de las reglas que dicen lo que puede hacer una ficha normal? Formulada de esta manera, la respuesta es obviamente "SÍ": las reglas que dicen lo que puede hace una "ficha normal" INCLUYEN la regla que dice que una ficha normal se convierte en dama al llegar a la última fila. Pero imagino que el comentarista se refería implícitamente a un subconjunto de las-reglas-que-dicen-lo-que-puede-hacer-una-ficha-normal, en particular, se refería a las reglas que dicen lo que puede hacer una ficha normal cuando aún no se ha convertido en dama. Y en este caso, la respuesta (y por eso digo que tenía bastante razón) es que no: podríamos definir un juego de damas en el que las fichas no se convierten en damas en ninguna circunstancia, y siempre se mueven según las reglas que rigen los movimientos de las fichas "normales", un juego que, por lo demás, sería exactamente igual que el juego de damas común. Llamemos R a las reglas de este juego (ignoraré la complicación que supone el tener que añadir explícitamente qué es lo que puede hacer una ficha cuando llega a la última casilla, ya que no puede convertirse en dama; supongamos que simplemente se queda ahí). Sea ahora RD las reglas que dicen cuándo una ficha se convierte en dama, y qué movimientos son los que le están permitidos a una dama. Es obvio que RD no se sigue de R: podríamos jugar con las reglas R durante infinitas partidas y en ningún caso tendríamos algo así como una "dama". La aparición de damas, con sus reglas peculiares, supondría en este caso una auténtica "novedad ontológica", la INAUGURACIÓN de un juego nuevo, por así decir, que requiere, en el caso del juego, un determinado proceso causal que consiste en el hecho de que alguien se pone de acuerdo en que las reglas van a ser a partir de ahora R+RD, y no sólo R.
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Ahora bien, que RD no sea reducible a R no implica, por supuesto, que TODAS las reglas que podamos concebir sean en eso como RD. Pues hay muchas otras reglas que sí que se reducen a R. P.ej., supongamos que tenemos el juego definido por R, y a los jugadores se les ocurre introducir la siguiente regla "nueva": "una ficha nunca podrá estar sobre una casilla blanca" (llamemos a esta regla RN). También podemos imaginarnos que, en vez de hablar de la instauración de las reglas, lo que tenemos es un estudioso intentando averiguar conjeturalmente cuáles son las reglas a partir de la observación de muchas partidas, y supongamos que ha llegado a descubrir que el juego se juega mediante las reglas R, y que ahora se da cuenta TAMBIÉN de que los jugadores actúan siempre obedeciendo la regla RN.
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Es trivial darse cuenta de que RN no es ninguna "novedad" una vez que el juego se juega según las reglas R: dadas esas reglas, es imposible que, si los jugadores las obedecen siempre, no estén obedeciendo también RN. Por lo tanto, aunque los jugadores no su hubieran dado cuenta de que ya estaban obedeciendo RN, y se les ocurriera añadir esa regla al reglamento de las damas (a R), en realidad el juego no habría cambiado nada por ese añadido: todos los movimientos que eran válidos antes (con R) siguen siendo válidos ahora (con R+RN), todos los que no eran válidos siguen sin ser válidos. RN es, por lo tanto, reducible a R (en el sentido de lo que he llamado "reducción ontológica": el caso es que, SI SE CUMPLEN las reglas R, DE HECHO TAMBIÉN SE CUMPLIRÁ la regla RN, con independencia de si los jugadores o el estudioso lo saben o no; por otro lado, habrá una "reducción epistemológica" de RN a R cuando los jugadores o el estudioso averigüen que, si se cumple R, también se cumple RN).
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Nótese que el hecho de que RN sea reducible a R no significa que RN sea "equivalente" a R (obviamente, no lo es: RN se sigue de R, pero R no se sigue de RN -o sea, si se cumpliera RN, no por ello sera inevitable que se cumplieran todas las demás reglas contenidas en R-). Por supuesto, RN es una regla muy trivial, pero las reglas R pueden dar lugar a muchas situaciones todo lo complejas que queramos, en las que hay ciertas cosas que los jugadores pueden hacer según R y otras que no pueden hacer según R, y que (esas situaciones) podríamos en principio pensar que constituyen una "regla nueva", si no supiéramos que se siguen de R.
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Lo importante es tener clara la diferencia entre la relación que existe entre RN y R, por un lado, y la relación que existe entre RD y R, por el otro lado. La cuestión es, por tanto, si la relación entre lo mental y lo físico es como la relación entre RN y R, o es como la relación entre RD y R. A priori, puede que sea cualquiera de las dos cosas. puede que los procesos físicos sucedan de acuerdo con ciertas leyes, reglas, principios, etc. (llamémoslo F, que pueden coincidir o no, aproximarse o no, a los que nosotros aceptamos hoy en día), que lo mental ocurra de acuerdo con otras leyes, reglas, principios, etc. (M), y puede ser que la relación entre M y F sea como la relación entre RD (la regla sobre las damas) y R (todas las demás reglas que afectan a las fichas "normales"), puede ser que su relación sea como la relación entre RN y R.
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En el caso del juego de damas, es bastante fácil darse cuenta de que RD no se sigue de R: nuestro conocimento de R nos permite inferir que no habría ninguna situación en la que "emergan damas", si las reglas son sólo R. Pero no conozco ningún argumento que demuestre que es imposible que partículas moviéndose de acuerdo con F, no pueden dar lugar a entidades, procesos, sistemas, etc., que se comporten de acuerdo con M. No digo que no lo haya, sólo que no hemos sido presentados. Naturalmente, tampoco hay una demostración de que M (o B, los principios y leyes de los fenómenos biológicos; o G, los de los geológicos, etc.; o E, los de los económicos) se siga de F (y hay poderosas razones para que no haya tal demostración -no para que no se siga lo uno de lo otro-, y que tienen que ver con la teoría de la complejidad y del caos, aparte del pequeño matiz de que, en realidad, tampoco conocemos con la seguridad y completud suficientes cuáles son F, M, G, B, E, etc.). Pero insisto en que el espíritu de estas entradas es sólo el de mostrar que los argumentos que se dan para intentar justificar que M no es reducible a F no son demostrativos de nada.
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[P.D. Hay un matiz interesante también en el ejemplo: cité de pasada que R debe ser reformulado para introducir expresamente qué pasa con las fichas que llegan a la última fila, ya que estamos suponiendo que no se convierten en reinas a menos que introduzcamos expresamente la regla RD, y el "resto" de las reglas del juego de damas no nos dicen NADA de lo que pasará en esa situación; pues bien, sea lo que sea lo que pueden hacer las fichas normales en esa circunstancia, lo que hacen cuando se transorman en RD es, en realidad, contradictorio con lo que les permitía hacer R, luego R+RD sería un conjunto de reglas contradictorio, DIFERENTE al juego de damas común, con el que hemos empezado. Esto es muy relevante para desnudar intelectualmente a los irreducibilistas: en la medida en que estén pensando que las reglas M (las que describen, explican, gobiernan, etc., los fenómenos mentales; o B, o E, etc.) están en la misma relación con F (las de los fenómenos físicos) que la relación en la que RD está con R... ¡en realidad están asumiendo que M contradice a F! (igual que RD contradice a R, pues RD dice que pasará una cosa en cierta circunstancia -una ficha normal se convertirá en dama al llegar a la última fila-, mientras que R no decía nada). Es decir, si fuese realmente verdad que la relación entre lo mental y lo físico es como la relación entre las damas y las fichas normales, entonces se seguiría que los fenómenos mentales VIOLAN las leyes físicas... y esa violación podría verificarse experimentalmente. Así pues, CADA vez que se comprueba que los procesos físicos que ocurren en un organismo consciente NO VIOLAN los principios de la física, estamos ante un argumento empírico poderoso que va contra el irreducibilismo.
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O aún peor: el irreducibilista podría definir R de tal forma que, en vez de permitir movimientos contradictorios con RD a las fichas normales que llegan a la última casilla, resultase que R fuera "incompleto", en el sentido de que NO DICE NADA sobre qué movimientos son correctos y cuáles incorrectos para una ficha en tal circunstancia (ojo: no es lo mismo que decir que la ficha PUEDE HACER lo que nos dé la gana). Si este fuera el caso, entonces lo que se está presuponiendo es que M (o sea, los fenómenos mentales, o B, o G, etc.) son de tal manera que habría situaciones FÍSICAS en las que ningún principio físico podría establecer (ni determinista ni estadísticamente) cómo se comportarán las partículas, PERO M SÍ QUE LO PUEDE ESTABLECER. Seguro que esta posibilidad les tienta a los amigos de las interpretaciones criptomentalistas de la física cuántica, pero en realidad es algo mucho más raro: no es sólo que la conciencia pueda determinar el resultado de un experimento cuántico, sino que se referiría a TODAS LAS RELACIONES DE IRREDUCIBILIDAD de todos los niveles (es decir, lo químico podría determinar las indeterminaciones cuánticas, lo mental podría determinar las "indeterminaciones biológicas", lo económico las "indeterminaciones mentales", etc., lo que, teniendo en cuenta que no tenemos ni puta idea de qué serían esas "indeterminaciones químicas, biológicas, mentales, etc.", no está mal como cacao mental), y además, el elemento "determinador" (las leyes químicas, mentales, económicas, etc.) actuarían INEVITABLEMENTE como una especie de "deus ex machina" sobre el que el irreducibilismo prohibiría SIQUIERA PREGUNTAR CÓMO CARAJO SE LAS APAÑA PARA HACER LO QUE HACE (lo cual muestra que la "estrategia reduccionista" en la ciencia es en realidad mucho más LIBRE que las supuestas "estrategias emergentistas" -que tampoco veo muy bien qué se querría decir al llamarlas "estrategias"-).
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Y ya me callo, joder, que anda que no me ha salido largo el rollo.
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¿Es reducible la materia a la conciencia? (1)

27 de junio de 2011

¿ES REDUCIBLE LA CONCIENCIA A LA MATERIA? OTRA RAZÓN EN CONTRA MENOS


UNA EXPLICACIÓN EXTENSIONAL DE LA INTENSIONALIDAD

Uno de los participantes en el debate sobre la entrada anterior de este proyecto de serie adujo el argumento de Quine según el cual los conceptos mentales son intrínsecamente intensionales, y que, por lo tanto, no pueden reducirse a hechos de los que pueda hacerse una descripción puramente extensional ("en tercera persona").
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Las descripciones "extensionales" tienen la ventaja de ser muy fácilmente domesticables desde el punto de vista lógico. Por ejemplo, si sustituímos en una frase un término por otro que sea sinónimo, o incluso por uno que tenga una extensión mayor (o sea, que represente un conjunto del que sea un subconjunto el conjunto que representa el primer término), la frase seguirá teniendo el mismo valor de verdad que tenía originalmente. Veamos, sea la frase (que supondremos verdadera):
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"Hay un perro en mi habitación"
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Probemos a sustituir "perro" con un sinónimo ("can"), o por un concepto más amplio ("mamífero"); entonces las dos frases siguientes son también verdaderas:
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"Hay un can en mi habitación" / "Hay un mamífero en mi habitación".
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En cambio, si consideremos la frase siguiente:
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"Juan cree que hay un perro en mi habitación".
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Ahora, aunque esta frase sea verdadera, no está garantizado sólo por el significado de los términos que éstas también lo sean:
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"Juan cree que hay un can en mi habitación" / "Juan cree que hay un mamífero en mi habitación",
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pues puede suceder que Juan NO SEPA que "can" significa "perro", o no sepa que los perros son mamíferos. La frase "hay un perro en mi habitación" está, en estas últimas oraciones, en un contexto INTENSIONAL.
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El argumento al que se refería el comentarista viene a decir que una descripción del mundo en términos puramente extesionales (p.ej., una descripción que diera el estado preciso de cada célula en cada momento) no podría servirnos para inferir frases que estuvieran en modo intensional (el argumento es similar al de Hume sobre la falacia naturalista: en vez de decir que no se puede deducir un "debe" -o un "es-normativo"- de un "es" -o de un "es-fáctico"-, lo que diríamos ahora es que no se puede deducir un "es-intensional" a partir de un "es-extensional").
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Pero el argumento es incorrecto, y está basado, creo, en la suposición injustificada de que "creer" (o "desear", o "saber", o "pensar", u otros verbos "mentalistas") son el caso paradigmático de contextos intensionales. Pues podemos mostrar que el fenómeno de la intensionalidad se puede dar en situaciones (o "mundos") donde no hagamos referencia a nada "mental". Basta con pensar en el caso del verbo "decir" (o aún mejor, "escribir").
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Imaginémonos un mundo en el que unos bichos de conducta compleja pero sin "mente" (en el sentido de mente consciente) han sido capaces de desarrollar un lenguaje, es decir, pueden DECIR COSAS, mediante un código que permite formar frases. Imaginemos que estos seres "dicen" esas cosas formando cadenas de símbolos visuales en su piel, más o menos como los calamares. En una primera generación de esos bichos, podríamos suponer que se limitan a decir o escribir frases puramente extensionales ("descripciones en tercera persona de hechos no-intensionales"). En una segunda generación, podemos imaginar que los bichos aprenden a hacer descripciones que incluyen el hecho de que otros de sus congéneres están haciendo ciertas descripciones.
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Pues bien, es obvio que los bichos de esta segunda generación producirían (escribirían, dirían) frases que estarían en contextos intensionales ("el calamar Pepe dice que hay un cachalote cerca de aquí"), pero ello no se debe a la influencia de lo mental (que hemos supuesto que no existe), sino más bien al hecho de que los calamares han aprendido a utilizar el lenguaje para referirse a los propios productos lingüísticos (es decir, han descubierto el metalenguaje).
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Por lo tanto, el hecho de que los conceptos mentales sean habitualmente intensionales no prueba, pues, que la mente no sea reducible a la materia, pues hemos visto que seres SIN MENTE pueden generar expresiones intensionales.

¿Es reducible la materia a la conciencia? (1)

23 de junio de 2011

PROGRAMA DEL CURSO "YO QUIERO SER DIVULGADOR CIENTÍFICO" (DENIA, UNED, 4-6 julio 2011)

Os copio el programa definitivo del Curso de Verano "Yo quiero ser divulgador científico", que celebramos en la UNED de Denia los próximos 4, 5 y 6 de julio. Os esperamos.
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Lunes 4 de julio

16:00. Inauguración.

16:15. Jesús Zamora Bonilla. Coordinador del máster de Periodismo Científico y Comunicación Científica de la UNED.

“Herramientas para la divulgación científica en España”.

17:15. Manuel Toharia. Director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, Valencia.

“La ciencia es fácil y divertida… ¿o no?”

18:30. Mesa redonda.

“La importancia y los peligros de la divulgación científica”.

Martes 5 de julio

10:00. Cristina Manuel Hidalgo. Investigadora del Instituto de Ciencias del Espacio, CSIC. Autora del blog "En perspectiva", Investigación y Ciencia.

“Una visión particular de la divulgación científica”.

12:00. Lorena Sánchez Romero. Redactora Jefe de la Revista Quo.

“La primera ‘neuroportada’ en España”

16:00. Manuel Pellicer Rosell. Facultad de Filología, Universidad de Valencia, y Canal 9. Profesor del máster de Periodismo Científico y Comunicación Científica de la UNED.

“Taller de periodismo científico audiovisual”.

Miércoles 6 de julio

10:00. Ana María Rodríguez Fernández. Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense, y profesora del máster de Periodismo Científico y Comunicación Científica de la UNED.

“Taller de lenguaje científico-técnico” .

11:45. J. Francisco Álvarez Álvarez. Catedrático de Filosofía de la Ciencia, y profesor del máster de Periodismo Científico y Comunicación Científica de la UNED.

“Redes y gobernanza de la ciencia”.

13:30. Clausura.

22 de junio de 2011

¿ES REDUCIBLE LA CONCIENCIA A LA MATERIA? UNA RAZÓN EN CONTRA MENOS

NO FIRST PERSON FROM THIRD PERSON?


Una de las razones que suelen aducirse a favor de la presunta irreductibilidad de la conciencia a la materia es la de que la conciencia es una realidad que posee "intrínsecamente" la cualidad a la que nos referimos al indicar que se da "en primera persona" (es siempre la conciencia de un yo en particular), mientras que la materia, tal como está descrita en la física, tiene un tipo de realidad "de tercera persona". No habría (se dice) ningún modo posible de deducir la "ontología de primera persona" a partir de una "ontología de tercera persona", y por lo tanto, cualquier descripción de la realidad materia o física, por muy detallada que fuese, no podría incluir algo así como la "perspectiva de primera persona" que es lo característico de la conciencia.
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Este argumento falla por una razón muy simple, que ignoro si alguien ha dado con anterioridad (aunque no me extrañaría): no hay ABSOLUTAMENTE NADA así como "una ontología de tercera persona" (aunque tal vez haya una "ontología de primera persona"). Las descripciones "objetivas" que damos de los hechos y objetos materiales no incluyen NADA acerca de su "ontología", al menos, nada que sea incompatible con el poseer una "perspectiva" o dejar de poseerla; la "tercera persona" es ÚNICAMENTE un recurso lingüístico para expresar hechos, y es ABSOLUTAMENTE AGNÓSTICA (por así decir) sobre si los hechos que describe son "en sí mismos", "intrínsecamente", de primera persona, tercera o vigésimocuarta.
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Creo que esto es muy fácil verlo: cuando uno habla de sí mismo en tercera persona ("el que está escribiendo esto sabe qué frase va a escribir a continuación"), eso que dice puede TANTO referirse a una realidad que "intrínsecamente" exista en el "modo de primera persona", o referirse a una realidad que no exista en tal modo (p.ej., un ordenador). La forma gramatical "tercera persona" no indica, por tanto, necesariamente, ningún tipo de "cualidad ontológica" especial en aquella entidad a la que se refiere. Por lo tanto, que las descripciones científicas de los objetos físicos estén "en tercera persona" no es algo que indique POR SÍ MISMO que estos objetos CAREZCAN de aquellas características ontológicas que les permitirían constituir una entidad consciente de sí misma (y, por lo tanto, una entidad que poseería una "ontología de primera persona").
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Naturalmente, mi argumento no indica que la conciencia SÍ sea reducible a los objetos y procesos meramente físicos; pero desarma UNO de los argumentos utilizados habitualmente para hacer que parezca "obvio" que no sea reducible.
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(Por suerte, ya nadie saca a colación un argumento muy empleado siglos atrás: el de la materia es "pasiva" y sólo puede MOVERSE -o para Newton, cambiar de velocidad- cuando es movida por una entidad "activa", lo que significaba automáticamente una entidad "consciente". El argumento "no-first-person-from-third-person" espero que en un futuro próximo parezca tan inaceptable como el de "no-action-from-passive-matter").
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20 de junio de 2011

MIR PARA PROFES


Vuelve a la carga Rubalcaba con la idea del "mir" para profesores (¿"pir"?), que ya defendí en el Otto Neurath al principio de su navegación.
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Es momento, pues, de recordar algunas puntualizaciones interesantes:
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a) En el mir, los nuevos médicos aprenden observando cómo tratan otros médicos más expertos a los pacientes. En el "pir", lo ideal sería que, al menos al principio, los aprendices de profesores dedicaran unos meses a observar cómo se las arreglan los mejores expertos en didáctica y pedagogía bregando con unas decenas de chavales. A los profesores de las facultades de "ciencias (es un decir) de la educación" habría que mandarles a dar clase a colegios e institutos, en ese "mundo real" del que tanto presumen saber, igual que los ottorrinos, endocrinólogos, oncólogos, etc., que se encargan de tutorizar a los mir no sólo pueden darles clase en la universidad, sino que están de forma cotidiana en los hospitales, con enfermos de verdad.
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b) El sistema mir funciona (lo bien que funciona... no sé si los médicos estarán muy de acuerdo con la valoración implícita en la comparación) no sólo gracias a sus propios mecanismos, sino al hecho de que cuenta con una "materia prima" de excepcional calidad: los licenciados en medicina, que lo son, en parte, gracias a haber sacado una nota fantástica en el bachillerato y la selectividad. En cambio, los estudiantes de magisterio (perdón por el atavismo) no salen precisamente, y por términos medio, de entre los más alumnos más lumbreras del bachillerato, por decirlo con suavidad. En secundaria, al menos, los profes vienen en general de carreras más difíciles, aunque la frecuencia de "antiguos alumnos de bachillerato brillantísimos" será sin duda menor que entre los médicos. ¿El plan de Rubalcaba prevé algo al respecto?
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c) ¿Se exigirá lo mismo a los profesores de los colegios privados? Al fin y al cabo, la exigencia de formación para un médico es la misma en la sanidad pública que en la privada. No se entendería muy bien por qué un profe del colegio Madre del Amor Hermoso (es un decir) no tendría que tener la necesidad de pasar un mir para enseñar lo mismo que uno del instituto Santiago Segura.
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d) ¿Cobrarán los profes en prácticas, como cobran los mir?
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Etc., etc.
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17 de junio de 2011

LOS RESTOS DE FRANCO... UNA DE TERROR

Hacía la pila de años, décadas más bien, que no me acordaba de una anécdota de mi infancia. Al escuchar las noticias sobre el posible traslado del cadáver de Franco a algún sitio en donde no se le note tanto su deseo de salvar a media España matando a la otra mitad, me ha venido otra vez a la memoria. Es algo como para dejar marcado a cualquiera.
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Estábamos en mi casa, como casi todo el mundo, enganchados a la televisión y a los periódicos los días aquellos de noviembre del 75, cuando un telediario dio la noticia de que se había procedido al embalsamamiento del cadáver del dictador, y sacaron la imagen del director del equipo que había realizado tan eximia tarea.
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-Anda, si es el doctor Piga -exclamó mi padre.
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En efecto, el doctor Bonifacio Piga era el jefe de los embalsamadores. Y pensaréis, con buena razón, ¿y qué?
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Pues que el tal doctor Piga... ¡¡¡había sido hasta hacía pocos años mi pediatra!!!
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No me digáis que haber sido atendido en tu más tierna infancia (y con la mayor profesionalidad, debo decir) por el embalsamador de Franco no es algo como para marcarle a uno el resto de su vida.
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Tal vez algunos os empecéis a explicar ahora algunas cosas (glup)...
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13 de junio de 2011

POR QUÉ MANDAN LOS MERCADOS (Y CÓMO DOMESTICARLOS)


Una de las más frecuentes reivindicaciones de los isidrines del 15M es que no sean "los mercados" (los financieros, debe entenderse) los que dicten la política económica. Esto tiene bastante de razonable (y bastante de no razonable), pero sobre todo es una piedra de toque muy eficaz para constatar alguna de las deficiencias más acuciantes del movimiento, en particular, sus ingenuas concepciones acerca de la conexión entre medios y fines políticos. [Al fin y al cabo, lo que hace razonable llamarles "isidrines" no es tanto que eligieran como fecha para la puesta de largo de su movimiento el día de la festividad de San Isidro Labrador, sino el hecho de que este santo madrileño sea famoso principalmente por conseguir -o pretender- que los problemas prácticos -arar el campo- se los solucionaran unos ángeles bajados del cielo, mientras él se tocaba plácidamente los coj..., digo mientras él se dedicaba a orar devotamente -lo que en el día de hoy se correspondería con dedicarse a cantar bonitos eslóganes].
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Primero, ¿por qué es razonable esperar que "los mercados financieros" influyan en la política económica? Obviamente, porque las administraciones públicas (igual que los ciudadanos) pueden gastar (o generar derechos de pago) muy por encima de lo que ingresan (o de sus derechos de cobro). Si reclamamos a los políticos tales y cuales derechos en tanta y cuanta magnitud, ello obligará a las administraciones a gastar cierta cantidad de dinero; si los ingresos de las administraciones, generalmente a través de impuestos, son menores que lo que se han visto obligadas a pagar, la diferencia consiste en una deuda, y ALGUIEN prestará a las administraciones el dinero que le falta. En general, las administraciones consiguen que se les preste dinero a un tipo de interés mucho más bajo que el que los bancos ofrecen a sus clientes, porque se tiene la idea de que, en promedio, pagan mucho mejor que el particular típico (ciudadano o empresa privada), y a las malas, siempre pueden terminar subiendo los impuestos en el futuro para pagar las deudas si éstas han subido demasiado.
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Lo que estamos observando ahora es que esto último (como ya se sabe desde hace siglos) no siempre es verdad. Puede llegar un momento en el que la recaudación de impuestos prevista sea menos que la suficiente para devolver el dinero que la administración ha pedido prestado, junto con sus intereses. Eso hace que los posibles prestamistas se asusten, y empiecen a pedir un interés mayor por los nuevos préstamos que las administraciones les pidan. (Aunque lo primero en subir es el interés que se pide por la venta en el mercado de segunda mano de los títulos de deuda emitidos en el pasado, interés que, por mucho que suba, no afecta directamente ni un ápice a las deudas que las administraciones tienen ya, pues ellos tienen que devolver lo que ponía en la emisión de deuda original, no lo que dice la "prima de riesgo". En realidad, el tipo de interés de la deuda ya emitida no varía en absoluto; lo que varía es el precio al que se venden esos títulos de deuda: si yo compré bonos del Estado a 10 años al 3 % por 10.000 euros, el Estado seguirá pagando 300 euros cada año a quien posea esos bonos, pero si yo quiero vendérselos a alguien, en vez de pagarme 10.000 euros, sólo me pagará 9.000, p.ej., con lo que el interés "real" de esos bonos -o sea, la rentabilidad que de hecho obtendrá quien me los compre- será ahora del 3,33 %. Pero lo que haga yo con los bonos que compré, por cuanto los venda o los deje de vender, no afecta en absoluto a los intereses que paga el Estado al portador de esos bonos).
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Puesto que la deuda, al contrario que los impuestos, es una transacción voluntaria, parece totalmente legítimo que quienes han prestado ese dinero estén preocupados por la posibilidad de que se les devuelva, y lo que es más, que amenacen con no volver a prestar más (o hacerlo en condiciones mucho más severas, con garantías mucho más rígidas). Por eso es razonable que, en cierto sentido y medida, "manden los mercados": el estado será todo lo democrático que nos salga de las narices, pero cuando el estado decide que tiene que pedir dinero prestado, debe hacerlo de manera "leal", no engañando a los prestamistas prometiéndoles el oro y el moro, pero con la intención de dejarles nada más que con el chocolate del loro.
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Ante esta situación caben tres posibilidades.
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La primera consiste en que los prestatarios (quienes han recibido el dinero prestado y ven que van a necesitar más aún en el futuro) bajen las orejas y hagan todo aquello que los prestamistas les piden. Esto significa "austeridad", es decir, que las administraciones no incurran en nuevas deudas, o lo hagan lo menos posible, o sea, que reduzcan sus gastos. Como el principal componente cíclico del gasto es el seguro de desempleo, básicamente se trata de que haya menos gasto en el sostenimiento de los parados, bien haciendo que bajen los salarios y mejores las condiciones de contratación para las empresas, y así contraten a más gente, o bien reduciendo directamente la prestación por desempleo. Por supuesto, también se pueden recortar los otros macro-gastos (pensiones, educación, sanidad, y sueldo de funcionarios...). Como es obvio, el déficit público también puede reducirse aumentando los impuestos, pero quienes defienden la austeridad no lo ven bien, porque eso "desincentivaría" la contratación de trabajadores, directamente (si se suben los impuestos a las empresas) o indirectamente (si se reduce la renta disponible de los ciudadanos, y con ello el consumo). No hace falta señalar hacia quiénes son los que defienden esta posibilidad. Pero en realidad, las políticas de austeridad llevan al estancamiento, porque la reducción de salarios y del gasto público también hacen reducir el consumo a espuertas.
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La segunda posibilidad consiste en no pagar la deuda, por una u otra vía. La más directa es, sencillamente, la de dejar de pagarla, o hacer un recorte sustancial. Esto es difícil porque, obviamente, crearía muchísimas dificultades de financiación en el futuro inmediato para el estado que decidiese hacerlo. Pero hay otros métodos, por ejemplo, subir fuertemente los impuestos a los principales beneficiarios de la deuda pública. Esta es, naturalmente, la postura de los isidrines y de muchos de los que andan a la izquierda. Pero el problema principal es que los prestamistas son internacionales: si una medida así la tomase a gran escala un solo país (e incluso aunque la tomara la Unión Europea en su conjunto), los prestamistas dirían, sencillamente, "me largo", me voy con mi capital a países que me traten mejor, y los estados seguirían teniendo el mismo problema (que se han comprometido con sus ciudadanos a prestarles servicios por un valor monetario mucho mayor que lo que los ciudadanos han aceptado pagar). Por supuesto, los instintos jacobinos de muchos pueden llevarles a preferir que los "capitalistas", "rentistas", "especuladores", etc., desaparezcan del horizonte, pero que yo sepa nadie ha propuesto un sistema económico en el que no haya una notable libertad en el mercado de capitales y que no sea el soviético (o asimilable). Si los isidrines tienen alguno en mente, harían bien en exponerlo.
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La tercera posibilidad, naturalmente, es la del otro santo (San Menardo): mover impuestos y gastos públicos con cabeza, y sobre todo, regar debidamente la masa monetaria. Que la Fed y el BCE financien a costo perdido políticas de estímulo fiscal (o dicho en lenguaje poético: que le regalen dinero a los gobiernos para fomentar inversiones). Esto da temblores a los suplicantes de austeridad, porque temen que la inflación que con ello se produciría haría descender el valor real de la deuda... ¡y en efecto, de eso se trata! No hay ningún contrato firmado por toda la sociedad (directa o indirectamente) que obligue a que las deudas tengan que ser devueltas a su valor real (el Estado no debe devolverme dentro de 10 años algo que sea equivalente entonces a los 10.000 euros que le presté al principio); todo contrato es por un valor nominal. Evidentemente, una inflación enloquecida tendría muy graves consecuencias, pero los economistas de hoy en día saben perfectamente como generar una inflación domesticada. Los isidrines posiblemente sienten también un sarpullido ante este tipo de políticas porque exige "delegar en expertos", y no suena muy a "democracia real". Pero no creo que tengan otro remedio en la mayoría de los temas.

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Así que me temo que la crisis durará lo que tarden los prestamistas en darse cuenta de que con políticas de austeridad les va en realidad peor que con una buena política keynesiana.
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Por último, volviendo a la pregunta original, ¿por qué mandan los mercados? Pues no se trata de que haya que estar legalmente sometidos a ellos, sino de reconocer que una economía funciona bien sólo si los mercados tienen un grado suficiente de libertad y de seguridad, y el truco está en saber cómo conseguir exactamente ese grado, a través de negociaciones y de deliberación política... negociaciones y deliberación que, sinceramente, no veo manera que puedan llevarse a cabo de modo razonable en un sistema que merezca el nombre de "democracia directa".

7 de junio de 2011

OUT OF GEORGIA?


Se anima la polémica sobre el árbol genealógio de nuestra especie, con la propuesta de que el homo ergaster, antecesor africano del homo sapiens, habría evolucionado realmente en la zona de oriente medio y el Cáucaso a partir de antepasados africanos, para luego distribuirse desde allí por África y el resto de Europa.
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No sé qué pensaréis sobre el asunto. Yo, de momento, os transcribo la respuesta que he dado en los comentarios de la noticia en Público a un lector que se refería a los notorios atributos femeninos del bicho de la foto para cuestionar la denominación "homo georgicus".
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Jimmy:
"homo" en latín (como "mensch" alemán) es una palabra neutra, que engloba tanto a varones como mujeres.
En latin, nuestro "hombre" (en el sentido de "varón", opuesto a "mujer") se dice "vir" (de donde viene "viril"). (En alemán, por seguir con la comparación, es "mann").
El adjetivo correspondiente a "homo" es "humanus", y obviamente, decir de una hembra humana que es humana no significa decir que sea viril.
El castellano ha terminado utilizando la palabra GENÉRICA (la que designa tanto a los machos como a las hembras) para referirse TAMBIÉN a los machos en exclusiva. Pero de eso no tiene la culpa el latín.
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1 de junio de 2011

LOS "PRÍNCIPE DE ASTURIAS" LO CLAVAN


Gran justicia poética la de conceder el premio "Príncipe de Asturias" de las Letras a Leonard Cohen. Ciertamente, sus letras han sido siempre infinitamente mejores que sus músicas.
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En fin, con estos criterios, terminarán dándole el premio de "Ciencias Sociales" a un psicólogo o a un realizador de documentales de bichos.