31 de enero de 2012

JUECES Y SOBERANÍA


Se anda estos días a vueltas con la propuesta del PP de que sean los propios jueces quienes elijan a sus representantes en el principal órgano de gobierno del poder judicial, "para mantener su independencia respecto alos políticos".
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Vamos a ver: los jueces es bueno que sean independientes, eso es obvio. Pero deben ser independientes de todo, salvo de la ley; en especial, deben ser independientes de sus propios intereses corporativos y de sus afiliaciones ideológicas. Por otro lado, el poder judicial, como todos los poderes, emana del pueblo, y por lo tanto la soberanía popular es la única legitimada para decidir cómo debe organizarse dicho poder.
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Mi propuesta sería, por lo tanto, que el Consejo General del Poder Judicial fuese elegido directamente por los ciudadanos; que las asociaciones de jueces se presentaran a esas elecciones y el resultado fuera el que a la gente le pareciera en función de las propuestas de cada una.
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Pero claro, teniendo en cuenta las últimas declaraciones de Rajoy, va a ser difícil.

27 de enero de 2012

ENTREVISTA EN "A HOMBROS DE GIGANTES", RADIO NACIONAL




Esta noche a la 1:00, y el domingo a las 10:00, se emite en Radio 5, dentro del estupendo programa A hombros de gigantes, conducido por Manuel Seara, una entrevista conmigo, a propósito (en especial) del libro La caverna de Platón y los cuarenta ladrones.
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El podcast se puede descargar en la página del programa.

26 de enero de 2012

MÁS SOBRE SI LOS PRINCIPIOS DE LA ESTÉTICA (Y DE OTRAS COSAS) SON VERDADES A PRIORI

Fragmentos de un largo debate.
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1. ¿SON LOS PRINCIPIOS DE LA ESTÉTICA UNIVERSALMENTE VÁLIDOS SÓLO PORQUE (A ALGUIEN LE) PAREZCAN EVIDENTES?

Puesto que podemos considerar el hecho natural de que un organismo acepta ciertos criterios como algo que tiene causas naturales (y no sólo "razones transcendentales"), podemos legítimamente preguntarnos si hay razones (del tipo que sean) para pensar que la causa natural por la que el bicho tiene esos criterios está conectada sistemáticamente con la validez necesaria y universal de los criterios. Si vemos que no tenemos razones para pensar que existe esa conexión, eso será un motivo para sospechar que tal vez no haya conexión entre la aceptación de los criterios (como un hecho fáctico) y su validez objetiva.
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Da igual, en realidad, que la teoría que tengamos sobre la causa de que fulano acepte ciertos criterios sea una teoría naturalista o sea una teoría metafísica. Tal vez fulano tiene ciertos criterios por un proceso de "participación" en el cielo platónico, con total independencia de lo que pasó con los genes de sus antepasados. La cuestión es que podemos razonablemente pensar que ese proceso de "participación" haya sido "chungo" en algunos aspectos, de forma que fulano, en vez de haber recibido una versión "homologada" de los criterios correctos, ha recibido una versión horrorosamente defectuosa, tan defectuosa que de hecho no hay ninguna relación entre su aceptación de los criterios y su validez (es decir, él está realmente equivocado sobre los criterios; tal vez ocurra, p.ej., que segun los verdaderos criterios estéticos que hay en el cielo platónico todo sea exactamente igual en términos de belleza, y se equivoca sistemáticamente quien piensa que hay cosas que son más bellas que otras).
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Lo que está en cuestión no es el hecho de si el criterio actúa como un criterio para el sujeto (es decir, que es aquello que le hace preferir una cosa a otra, o creer una cosa en vez de otra), sino sólo si el criterio tiene que tener validez universal para tener la capacidad de actuar como un criterio (que es lo que yo niego).

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2. ¿SON LOS PRINCIPIOS DE LA ESTÉTICA LÓGICAMENTE CONSISTENTES?

Naturalmente que puede haber criterios o "principios evidentes" que sean inconsistentes (tanto en sí mismos, como en relación a otros criterios); es decir, podemos descubrir que, siguiendo nuestros criterios, llegamos a contradicciones... Lo que a menudo nos dará una motivación para poner en duda algunos de nuestros criterios y sustituirlos por otros. P.ej., algunos principios usados tradicionalmente en matemáticas se vio que llevaban a contradicciones, y se tuvieron que abandonar (porque, ante el principio de contradicción, los demás principios ceden el paso). Lo mismo puede pasar con los principios morales y los principios estéticos, con la diferencia de que, al menos en la lógica y las matemáticas se ha analizado de manera bastante consciente el tema de la consistencia, mientras que saber si un conjunto de principios estéticos es internamente consistente o no, es algo que, por lo que yo sé, ni siquiera se ha intentado (y no tengo ni idea de por dónde cogerían los filósofos estéticos el problema para empezar a analizarlo). Lo que me hace sospechar todavía más de la universalidad de esos principios, ya que ni siquiera se tiene ni idea de si son consistentes o no.

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3. ¿PUEDE HABER PRINCIPIOS ESTÉTICOS DIFERENTES DE LOS NUESTROS?

Es una constatación empírica la de que, de hecho, los seres humanos experimentamos como belleza lo que percibimos (más o menos) como algo así como "combinación de orden y unidad". Tal vez otras especies encuentren como "belleza" otras combinaciones distintas de propiedades formales, y no sólo de esos elementos en distintas proporciones a como nos gustan a nosotros, sino también de otros elementos (algunos de los cuales a nosotros tal vez ni siquiera se nos ocurran, porque no hemos desarrollado una capacidad para captarlos, mientras que para ellos sean algo que salte a la vista, y por lo tanto, a ellos las obras de bach, si resulta que les falta justo esa propiedad formal que para ellos es tan importante para atribuir "belleza" a algo, resulte que son insoportablemente horrorosas).

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Así que aquí tienes otro buen reto: demuéstrese que no pueden existir otras propiedades formales, distintas a las que a nosotros nos producen la sensación de belleza, que a otros seres racionales sí les producirían sensación de belleza.

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4. SORTEANDO LA FALACIA NATURALISTA.

¿Se puede reducir la normatividad a una historia biológica? Yo creo que sí se puede, en la medida en que sometamos el "debe" de la normatividad a una cura previa de desintoxicación metafísica. ¿En qué sentido "debe" el mandril sentirse atraído por el culo de la mandrila? El siente esa atracción como una fuerza normativa insuperable. Si hay un juicio-sintético-a-priori-imperativo-categórico para un mandril, es el de "vuélvete loco por un culo así". Para el mandril, no hay otro deber por encima de ése. (No será, tal vez, normatividad moral, como la normatividad estética o la humorística tampoco lo es; es pura y dura normatividad sexual).
Ahora bien, ¿qué nos dice la "historia factual" de la evolución de los gustos del mandril sobre la fuerza normativa de esos gustos? Pues, obviamente, que no tenemos ninguna razón para tomarnos "en serio" la normatividad mandrílica, es decir, como si tuviera en sí mismo importancia el que los culos de las mandrilas fueran "intrínsecamente" sexis. Si tenemos una explicación causal de por qué los mandriles experimentan esa normatividad, y esa explicación causal no requiere la presuposición de que lo que experimentan los mandriles como normativo es intrínsecamente normativo para cualquier sujeto racional, pues entonces el problema es de los mandriles, no nuestro: su normatividad (en la medida en que algún mandril platónico piense que la forma del culo de las mandrilas "es la que tiene que ser objetivamente"), es decir, su interpretación "realista transcendental" de esa normatividad, será una ficción; naturalmente, lo que no es una ficción es el hecho natural, tan objetivo como cualquier otro, de que los mandriles se sienten atraídos por ese tipo de culos, y no por los que son parecidos a los de las leonas o a los de las humanas.

23 de enero de 2012

ESTA ENTRADA NO TIENE NI PUTA GRACIA


Andamos discutiendo estos días en Dialéctica y Analogía sobre si la belleza es una propiedad intrínseca de las cosas, y susceptible de comprensión apriorística como los enunciados matemáticos, o si es más bien un producto evolutivo dependiente de las características de cada especie, cultura, e incluso individuo.
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No se trata sólo de si las cosas que consideramos bellas son "bellas en sí mismas" (frente a la posibilidad de que lo sean sólo según ciertos criterios, que pueden ser evolutivamente, históricamente o psicológicamente contingentes), sino también de si es NECESARIO (normativamente necesario, o tal vez constitutivamente inevitable) que cualquier sujeto racional tenga la capacidad de captar la belleza... y además que lo haga necesariamente (idem) con los mismos criterios que los platónicos suponen que ellos la captan.
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El debate me ha llevado a pensar en otra emoción a la que todos estamos muy acostumbrados: la risa. En realidad, la risa no es una emoción, pero no conozco una palabra para designar lo que sentimos al reirnos. Tal vez la gracia, o la comicidad, aunque esto parece más bien el nombre de aquello que genera en nosotros a la vez esa emoción y la risa. Pero, bueno, usaré estos términos sin temor a malas interpretaciones.
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La cuestión, entonces, es si las cosas (o sucesos, o historias, o imágenes...) graciosas son "graciosas en sí mismas", o si sólo es una cierta constitución accidental, contingente (o sea, que podríamos no haber tenido) de nuestro sistema cognitivo el que hace que ciertas cosas nos hagan gracia.
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Análogamente, ¿es obligatorio aceptar que cualquier sujeto racional tendría que tener -para ser de verdad racional- la capacidad de reírse, de encontrar graciosas las cosas que a nosotros nos resultan cómicas (o las que deberían resultarnos graciosas, que quizá no coincidan con las que de hecho nos hacen gracia)?
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Si la capacidad de evaluación estética, evaluación moral, e incluso evaluación hedonística, se me hace muy cuesta arriba admitir que sean condiciones absolutamente necesarias para que un sujeto sea racional (por supuesto, no me refiero a humanos, sino a cualquier sujeto racional, ya sea extraterrestre, artificial o sobrenatural), llegados al caso de la risa el asunto me da la ídem. Realmente no veo cómo podríamos justificar que un sujeto racional debe tener la capacidad de reirse (y si no la tiene, es que no es racional, o es "menos racional" que nosotros).
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Para terminar, una muestra de que los platónicos seguramente se toman muy en serio esto de la facultas hilarandi. Os transcribo a continuación la respuesta de Juan Antonio (autor del blog citado al principio) a mi pregunta de si pensaba que Rachel Weisz era objetivamente, intrínsecamente, más bella que una hembra de mandril, a pesar de que seguramente al macho de mandril le parece más bella la mona que la actriz. La respuesta es, desde luego, digna de figurar en el reino platónico de las ideas, sección chistes.
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Se trata de ver si el cuerpo humano tiene un orden mayor que el de otro animal. Ya a posteriori podría saberse que sí, porque si el cuerpo humano es la materialización del humano, y el humano es un ser con mayor nivel de unidad y orden (la conciencia racional), entonces su cuerpo tiene que serlo. Como muchos han dicho, el mejor signo del pensamiento es el cuerpo humano. Así que si tú piensas que el pensamiento humano es superior al del mandril, tendrías que compartir lo que digo. Pero, incluso de manera directa, el cuerpo humano (que no es una foto estática, sino una estructura dinámica, es decir, los actos humanos) implementan muchísimo más orden que el de un mandril (que también es una estructura dinámica, pero mucho más simplista, monótona y carente de niveles de orden). Centrándose en el cerebro, el cerebro humano tiene una mayor cantidad de orden y unidad (unidad salvando el mayor orden). Y lo mismo pasa con el resto del cuerpo, que es el complemento adecuado del cerebro. Por eso el cuerpo humano ha ido evolucionando coherentemente con su inteligencia y su capacidad de encontrar bellezas más profundas.
No dudo de que todas estas cosas te harán mondarte de risa.
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En fin, si de esta "demostración" se sigue que Bach era más guapo que Paul Newman, o que unos insectos que evolucionaran hasta hacerse tan inteligentes como nosotros nos parecerían igual de guapos que nosotros, está por ver.

22 de enero de 2012

POR QUÉ EL BIEN Y LA BELLEZA NO SON LO MISMO QUE LA VERDAD


El argumento es muy sencillo. La verdad es esencialmente un concepto redundante, como muestra la teoría deflacionista de la verdad: decir "es verdad que mañana va a llover" es exactamente lo mismo que decir "mañana va a llover" (puede haber diferencias en implicaturas pragmáticas; p.ej., que la primera frase es más probable que la afirmes, y además dando un manotazo en la mesa, si has dicho la segunda varias veces y no te han hecho caso; pero no hay diferencias semánticas, es decir, las dos frases significan lo mismo). Por lo tanto, decir de un enunciado (o sea, de la predicación de un hecho) que es "verdadero", no añade nada, absolutamente nada, a la propia predicación de ese hecho.
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En cambio, no ocurre lo mismo con los conceptos de belleza y de bien, no son conceptos redundantes, sino que añaden algo a aquello a lo que se predican. Dicho de otra manera, no es posible dar una definición de los conceptos de bien y de belleza que sea formalmente equivalente a la definición tarskiana de la verdad: "la proposición 'P' es verdadera si y sólo si P".
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Luego el bien y la belleza no son ni siquiera el mismo tipo de cosa que la verdad.
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Lo cual, obviamente, no tiene por qué ser malo para ellos. Al fin y al cabo, la verdad es un concepto bastante aburrido.
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Más:
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La naturaleza de la verdad. (Cómo aprendemos a usar el concepto de verdad).
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Verdad y progreso empírico. (Por qué el concepto de verdad no es un concepto epistemológico).
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19 de enero de 2012

INFERENCIALISMO: CREER Y ACEPTAR


Una de las principales nociones del inferencialismo (como teoría general de la racionalidad) es la diferencia entre "estado mental" y "estatus normativo".
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Un estado mental es una especie de entidad psicológica, como, p.ej., una creencia, un deseo, o una emoción (seguramente estos ejemplos no son auténticas "clases naturales", sino conceptos chapuceros con los que nos intentamos autoexplicar lo que notamos al experimentar nuestra actividad mental; es decir, es posible que en realidad no haya tal cosa como "creencias" o "deseos", sino procesos mentales de una enorme variedad, que agrupamos tentativamente bajo esas categorías -igual que no hay tal cosa en la naturaleza como "mascotas", sino que hay organismos muy diferentes entre sí, que agrupamos bajo esa categoría conveniente).
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Un estatus normativo (que vienen básicamente en dos categorías: "compromisos" o "licencias") son estados mentales que, independientemente de si los tengo o no, los "debería" tener (los "compromisos") o bien estoy "legitimado" para tenerlos (las "licencias"). Digamos que mis "compromisos cognitivos" son aquellas proposiciones tales que, o bien yo ACEPTO, o bien se siguen de las proposiciones que acepto mediante reglas cuya validez también acepto. Mis "compromisos prácticos" son aquellas acciones que, o bien acepto que debo realizar, o bien el hecho de que debo realizarlas se sigue (mediante reglas que también acepto) de qué otras acciones acepto que debo realizar. Mis "compromisos valorativos" serían qué evaluaciones acepto que debo realizar, o bien se sigue (mediante reglas que acepto) que debo aceptarlas a partir de otros compromisos que he aceptado.
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Los estatus normativos tienen naturaleza "perspectivista", en el sentido de que, en lugar de decir que Fulano tiene la obligación de aceptar X, podemos especificar que Fulano tiene esa obligación según Mengano (que puede ser idéntico o no a Fulano). Es decir, con los estatus normativos puede hacerse dos cosas: aceptarlos (uno acepta que él tiene tal o cual compromiso) y atribuirlos (uno acepta que otra persona tiene tal o cual compromiso). Naturalmente, no es necesario ni inevitable que los compromisos que yo creo que tengo sean los mismos que tú crees que yo tengo. Vaya, se trata de que no es necesario asumir que hay algo así como "obligaciones en el vacío", sino que "ser una obligación" podemos entenderlo siempre AL MENOS como abreviatura de "ser una obligación según Mengano", y permanecer agnósticos sobre la cuestión de si Fulano tiene cierta obligación con independencia de lo que piense cualquiera, incluído él.
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El inferencialismo se llama "inferencialismo" porque los estatus normativos están "entrelazados inferencialmente unos con otros". Es decir, tener un compromiso u obligación implica siempre tener algún otro compromiso. No hay un estado que consista en tener UN SOLO compromiso, sino que lo que hace de un compromiso un compromiso es qué otros compromisos se siguen, mediante las reglas de inferencia que uno haya aceptado, a partir de aquel primer compromiso. Esto puede parecer un galimatías (y lo es), así que lo intento aclarar con un ejemplo: tened en cuenta que estoy pensando sobre todo en compromisos cognitivos (proposiciones cuya verdad acepto); pues bien, la cosa es que si os imagináis que aceptáis una proposición cualquiera -p.ej., "ayer el Barça ganó al Madrid"-, el aceptar esa proposición os conduce inevitablemente a tener que aceptar otras cosas; p.ej., si afirmáis eso, alguien os puede preguntar el resultado del partido, y no podréis afirmar un resultado en el que el Madrid hubiera marcado más goles válidos que el Barça (eso se sigue de que aceptáis las reglas del fútbol; es más, si no las aceptarais -es decir, si no aceptarais que el fútbol tiene tales o cuales reglas, no estaríais en realidad afirmando nada al afirmar la proposición inicial).
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Otra forma de verlo es considerar que un concepto (el de "fútbol", p.ej.) consiste en algo así como en un "nódulo de reglas de inferencia": aceptar el concepto de "fútbol" implica aceptar que debe ser usado siguiendo ciertas reglas (reglas que dicen qué es apropiado decir hablando de fútbol y qué no, qué datos hay que aportar para justificar las afirmaciones acerca de fútbol, etc., etc.). Decir que los estatus normativos son intrínsecamente inferenciales sería equivalente, por lo tanto, a decir que uno no puede tener un solo concepto. (¿Os imagináis tener un único concepto? Incluso los varones no llegamos a eso). Tener (la capacidad legítima de utilizar) un concepto exige tener (idem) muchos otros conceptos, y todos estos conceptos están "entrelazados" mediante reglas de inferencia (reglas que dicen qué se debe aceptar y qué no se puede aceptar en función de qué otras cosas hayas aceptado).
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¿Adónde conduce todo esto? Vete tú a saber. De momento, quiero señalar la diferencia entre la noción de "creencia" (que se refiere a una realidad psicológica) y la noción de "aceptación" (que se refiere a una ¿realidad? normativa). Mis creencias están conectadas unas con otras mediante procesos causales (mi cerebro funciona de tal manera que tener ciertas creencias en tal situación me lleva a tener tales otras creencias en el momento siguiente, p.ej.). Mis "aceptaciones" (o compromisos cognitivos), en cambio, están "conectados" unos a otros mediante reglas de inferencia, no mediante procesos causales. Esto quiere decir que puede ser (y ocurrirá a menudo) que yo no crea cosas que debería aceptar (o que "debería creer"), y viceversa. Igualmente, uno puede no aceptar (o sea, no asumir conscientemente y voluntariamente) proposiciones que debería aceptar. (En realidad, "debería aceptar" y "debería creer" viene a ser lo mismo).
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Después de todo el rollo, os dejo precisamente esta pregunta: ¿qué os parece la diferencia entre "creencia" -como hecho psicológico- y "compromiso cognitivo" o "aceptación" -como "hecho" normativo-? ¿Pensáis que uno puede no creer cosas que "debería creer"? ¿Tiene sentido para vosotros la expresión "Fulano debería creer X, pero no lo cree"?
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Dejaré para otros días los jaleos relacionados con los "compromisos prácticos" y los "compromisos evaluativos", así que os ruego que no discutamos sobre ellos en esta entrada. Limitémonos de momento a lo cognitivo.

16 de enero de 2012

¿ES LA BELLEZA UNA PROPIEDAD MATEMÁTICA?


De unos comentarios míos en el siempre jugoso blog Dialéctica y Analogía, esta vez sobre los fundamentos de la estética.
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UNO.
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Incluso asumiendo que la belleza es una propiedad de las entidades matemáticas, creo que es sensato admitir que es una propiedad MUY DIFERENTE DE AQUELLAS DE LA QUE SE OCUPAN LOS MATEMÁTICOS. Al fin y al cabo, que una teoría sea completa, o que sea consistente, o que un conjunto sea transfinito, o que un número sea transcendente, etc., etc., son propiedades de esas entidades, Y LOS MATEMÁTICOS SE ESFUERZAN POR ELABORAR PRUEBAS que demuestran que esas entidades las tienen o no las tienen. Pero no hay demostraciones matemáticas de que tal objeto matemático tiene la propiedad matemática de "ser más bello que tal otro objeto". Ahora bien, si la belleza fuera una propiedad matemática (o sea, abstracta, formal) EN EL MISMO SENTIDOEXACTAMENTE en que son propiedades formales las de ser "completo", "consistente", "transfinito", etc., pues lo lógico sería que fuera objeto de demostración EXPLÍCITA de la misma exactamenteque se demuestra si un conjunto es transfinito o una teoría es incompleta.
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Luego, probablemente, la belleza, INCLUSO COMO PROPIEDAD MATEMÁTICA, es una propiedad bastante distinta de lo que entendemos normalmente (en las matemáticas) por "propiedad matemática".
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DOS.
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En los modelos sobre virtudes científicas que llevo elaborando muchos años, he llegado a la conclusión de que estas virtudes son básicamente dos: 1. la cantidad de información empíricamente confirmada que puede derivarse de una teoría (hipótesis, ley, modelo, etc.), y 2. la minimización del coste cognitivo que conlleva la aceptación de esa teoría (p.ej., lo fácil que resulta manejarla, y también lo que el hecho de aceptarla nos facilita el manejo de otros items de información); a este segundo punto le he llamado (en artículos con Xavier Donato) "enlightening" y "ergonomía cognitiva".
Pues bien, este rollo viene a cuento de que se me ocurre la conjetura (seguro que nada original) de que la "belleza" podría entenderse como la tendencia de los sistemas cognitivos a preferir representaciones con una proporción óptima entre cantidad de información y ergonomía cognitiva; aquellos objetos, situaciones, etc., que alcanzaran un máximo relativo de esta proporción tenderían a ser preferidos por los organismos en igualdad de otras condiciones(o sea, ceteris paribus; mejor una comida fea y nutritiva que otra bonita y venenosa, vaya). Esto permitiría explicar tanto la relativa homogeneidad de los "criterios básicos" de belleza, como su diferenciación contextual que tanto le gusta a J.A., pero todo ello sin necesidad de asumir que esa combinación particular de información+simplicidad que tanto les gusta a los bichos de toda laya sea en especial una propiedad abstracta "más profunda", una especie de "belleza intrínseca y en sí". Sencillamente, los bichos que evolucionan con un sistema cognitivo tendrían la tendencia a preferirlo así para que su procesamiento de la información sea lo más eficiente posible, igual que también evolucionan de forma que tienden a hacer el uso más eficiente posible de la energía.
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TRES
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Creo que no he insistido lo suficiente en que la importancia que tiene para esta discusión el que la "belleza" no sea UNA propiedad, sino una COMBINACIÓN de PROPIEDADES-GENERALMENTE-CONTRARIAS (en el sentido de que, estadísticamente, las cosas que tienen más de una de esas propiedades, tienden a tener menos de la otra o las otras).
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Pongamos que las dos propiedades son "información" (I) y simplicidad (S), y que ambas cosas se pudieran medir (lo que no es así en muchos casos, de manera objetiva, quiero decir: se pueden medir, pero según muchos criterios DIFERENTES, y no hay un meta-criterio que diga cuál de los criterios es el necesariamente adecuado). La cuestión es que un objeto X vendría caracterizado por un vector (Ix, Sx); si otro objeto y es de tal manera que Iy es mayor que Ix y Sy es mayor que Sy, y será considerado más bello por cualquier sistema cognitivo (insisto, eso depende de la hipótesis INSUSTANCIADA de que es posible dar una medida objetiva de I y de S). Pero la mayoría de los objetos son tales que Ix es mayor que Iy mientras que Sy es mayor que Sx. ¿Es x más bello que y, o y más bello que x? Pues eso dependerá que QUÉ PONDERACIÓN den a I y a S cada sistema cognitivo: sistemas para los que I sea más importante que S, considerarán más bello x, pero sistemas para los que S sea más importante, considerarán más bello y. Entonces, ¿es y más bello que x "en sí mismo"? La propia DEFINICIÓN de belleza que estoy proponiendo muestra que, EN ESTOS CASOS, la pregunta no tiene sentido.
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15 de enero de 2012

PERIODISMO, LITERATURA Y RELIGIÓN


De un comentario mío a la forma de redactar una noticia en el ABC de hoy (sobre el ataque armado a una iglesia católica en Nigeria, el pasado día de navidad):
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Totalmente de acuerdo con todo lo que se dice en el artículo.
Lo que me parece criticable es que el diario no emplee EXACTAMENTE el mismo estilo y tonos narrativos para describir con sus detalles humanos los frecuentes atentados que sufren mezquitas en Irak o Paquistán, p.ej. Las VÍCTIMAS son en ambos exactamente igual de humanas y tienen exactamente los mismos sufrimientos; se merecen el menos el mismo esfuerzo literario.
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Y, en efecto, ¿os imagináis al ABC publicando, sobre el atentado contra una mezquita, una noticia en la que se hablara de las actividades cotidianas de las víctimas, de sus acciones en el momento del atentado, sobre la importancia de la mezquita en la comunidad...? Yo, difícilmente.
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De hecho, podéis comparar con esta otra noticia en el mismo periódico y el mismo día.

14 de enero de 2012

VEINTE LIBROS MÁS

  • 160. Causas sagradas: religión y política en Europa. Michael Burleigh. También demasiado largo. (6)
  • 159. Emperadores y bárbaros: el primer milenio de la historia de Europa. Peter Heather. Un autor que parece no haber comprendido las virtudes de la concisión, aunque el libro es interesante. Demasiado centrado en el norte de Europa, eso sí. (6)
  • 158. The better angels of our nature. Stephen Pinker. Excelente, aunque demasiado largo. (9)
  • 157. El jardín de Antifonte. Juan Pablo Salamanca. La mejor novela de misterio y manuscritos que (todavía no) se puede leer hoy en día. (9)
  • 156. Renacimiento. Kenzaburo Oé (oé, oé, oé). Lo siento, no he podido pasar de las cien primeras páginas. Tal vez en otra ocasión. (3,5)
  • 155. Forged. Writing in the name of God. Bart D. Ehrman. Otro estupendo libro de mi filólogo bíblico favorito, éste sobre autorías falsas en la literatura paleocristiana y el Nuevo Testamento. (8)
  • 154. Los Buddenbrook. Thomas Mann. El último gran novelón décimonónico, aunque no tan bueno como sus obras de madurez. (8,5).
  • 153. Los tres jinetes del cambio climático. William Ruddiman. Estupenda exposición sobre la influencia de la actividad humana sobre el clima en los últimos 5000 años, y lo que nos espera. (9)
  • 152. Supercontinente. Ted Nield. Creo que ya me lo había leído, pero es entretenido incluso para una segunda lectura (aunque serían de agradecer más imágenes). (7)
  • 151. Diálogos de filosofía. Juan Antonio Negrete. Un cuento platónico. (6)
  • 150. El gran retrato. Dino Buzzati. Encantadora vieja ciencia ficción surreal-kafkiana. (7)
  • 149. Las partículas elementales. Michel Houllebecq. Porno pedante. (5)
  • 148. La andadura del español por el mundo. Humberto López Morales. Más bien flojo. (5)
  • 147. Civilization: the West and the Rest. Niall Ferguson. Amena explicación del auge (¿y caída?) de occidente en el último medio milenio, aunque un poco floja de tanto querer abarcar. (6)
  • 146. Ciclos del tiempo. Roger Penrose. Ininteligible; sólo para profesionales. (4)
  • 145. Cómo cambiar el mundo. Eric Hobsbawm. Una aburrida serie de inconexos escritos sobre Marx y el marxismo, por un historiador excelente en sus grandes obras. (4)
  • 144. The hidden reality. Brian Greene. Un interesante paseo por las diversas especies de universos paralelos que implican algunas teorías físicas. (7)
  • 143. El libro negro de los cuentos. A. S. Byatt. Un tostón. (3)
  • 142. Africanus, el hijo del cónsul. Por fin he podido leer la primera parte de la trilogía, aunque me gustaron más las otras dos (tal vez estuviese ahora un poco cansado de romanos). (7)
  • 141. Acqua alta. Donna Leon. Mi primera novela de esta autora. Poca intriga, pero muy bien escrito. (6,5)
  • Libros del 121 al 140

4 de enero de 2012

COSAS QUE NO HABÍA EN MI CASA CUANDO YO NACÍ


...(o sea, en 1963), pero que sí que las había el año que nació mi hermano (1970).
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Bañera.
Ducha.
Bidet.
Frigorífico.
Lavadora.
Televisión.
Coche.
Teléfono.
Cocina de gas.
Fregona.
Vacaciones en la playa.
Tocadiscos.
El Espasa abreviado.
Cámara fotográfica.
Magnetofón.
Una biblia.
Unos cuantos libros más.
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Y supongo que más cosas que no recuerdo.
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