15 de septiembre de 2009

EL GAVAGAI DE LA LOREN







Lo de la
inescrutabilidad de la referencia (que dijo Quine) no se aplica sólo a la diferencia entre "nosotros" y una tribu extraña que dice "gavagai" cuando nosotros decimos "conejo".
.
.
.
.
.
La inescrutabilidad se aplica también entre cada uno de nosotros y los demás: ¿cómo sé yo que, cuando aprendí a decir "conejo", estaba pensando en el mismo "objeto" o "entidad" que los que usaban esa palabra, y de los cuales la aprendí?
.
.
.
.
.
¿Es más, cómo sé YO que cuando digo AHORA "conejo", estoy pensando en el mismo tipo de "objeto" o "entidad" en que estaba pensando AYER cuando usaba esa misma palabra?
.
.
.
.
.
.

¿Entonces, qué hay de nuevo, viejo? Pues que lo único que importa de la naturaleza ontológica o metafísica de las "entidades" es que sea alguna naturaleza que permita dar ESTABILIDAD a nuestras prácticas lingúísticas, o mejor dicho, cognitivas en general.
.
.
.
.

De nuevo, el teorema té-o-café.
.
.

12 comentarios:

  1. El mayor misterio de los conejos es la existencia del Conejo de Pascuas, que a pesar de ser mamífero, pone huevos el muy cabrón.

    ResponderEliminar
  2. Será un Ornitorrinco en vez de un conejo.
    J.N.

    ResponderEliminar
  3. Hubo una vez un conejo marsupial. Encontraron los primeros fósiles en Tasmania: es fácil distinguir entre las calaveras de conejos marsupiales y los placentarios porque los placentarios sólo tienen seis molares por mandíbula, mientras que los marsupiales tienen ocho (cuatro por banda).

    Al parecer, el conejo de Tasmania se extinguió por su desmesurado tamaño y su voraz apetito. Se cree que el Diablo de Tasmania tuvo también algún papel en la extinción de la especie.

    ResponderEliminar
  4. Pues que lo único que importa de la naturaleza ... a nuestras prácticas lingúísticas, o mejor dicho, cognitivas en general.
    Junto a esa fotografía en byn, ha sido revelador.
    ¡Salud os"

    ResponderEliminar
  5. "(...) lo único que importa de la naturaleza ontológica o metafísica de las "entidades" es que sea alguna naturaleza que permita dar ESTABILIDAD a nuestras prácticas lingúísticas, o mejor dicho, cognitivas en general."

    ¿Las "entidades" (i.e. naturaleza ontológica) dando estabilidad a nuestras "prácticas" cognitivas?

    Pues yo aquí veo dos cuestiones, una duda y una consecuencia de ésta (siempre me gustó el enfoque de Quine, por lo que tiene de subversivo, irreverente y, por ello, refrescante, pero siempre me pareció también fundamentalmente erróneo):

    1. ¿"Prácticas" incluye percepciones y estados mentales, o tiene un sentido puramente agentivo/procedimental, i.e. "prácticas" como en "usos"?

    2. Si no es sólo agentivo y procedimental, sino que verdaderamente se está diciendo que nuestra cognición (i.e. no sólo nuestro ejercicio de ella, sino incluso las categorías con que ella opera) dependen de tales o cuales "entidades" externas, entonces estoy en desacuerdo. El problema de la imposibilidad de desambiguar las expresiones lingüísticas en ausencia de ciertas categorías cognitivas básicas (según Quine, si he entendido bien, proporcionadas por la ontología) sería generalizable a la adquisición de cualesquiera tales categorías cognitivas. En algún punto tienen que existir categorías irreducibles que no tengan que adquirirse, que formen parte de la esencia del individuo, y que sean no ambiguas y comunes a la mayoría de sujetos.

    En este sentido, la mera gradualidad del proceso de aprendizaje, mediada a su vez por la gradualidad de nuestras propias percepciones, elimina el problema planteado por Quine: dado que la hipótesis más simple, en términos de tiempo de procesamiento y coste de almacenamiento en nuestro cerebro, es siempre una, cualquier otra explicación que la presuponga será más compleja y será siempre descartada a priori a menos que la primera interpretación quede falsada experimentalmente.

    Es decir, no sería la ontología la que daría estabilidad a las prácticas lingüísticas, sino la estabilidad de las prácticas lingüísticas (o de nuestras percepciones y de nuestros comportamientos subsiguientes basados en ellas) la que definiría una determinada ontología.

    (Según Quina, si no recuerdo mal, la presentación de un conejo y del estímulo "gavagai" simultáneamente podrían ser interpretada como que el referente de "gavagai" es *alguna parte del conejo* -e.g. la pata-. Sin embargo, dado que el concepto de "parte de conejo" presupone el de "conejo", y dado que aquí tendríamos un conejo entero, la interpretación más simple es que "conejo" se refiere al animal entero. Sin embargo, en este escenario la entidad "conejo" no tiene ninguna entidad ontológica per se, sino que su correcta categorización se sigue meramente de la presentación del estímulo, nuestra percepción del mismo, nuestras percepciones previas -i.e. si ya incluyen conejos tal que un nuevo estímulo pudiera sugerir la necesidad de aumentar la especificidad de su referencia- y la simplicidad/eficiencia de nuestra hipótesis al respecto).

    ResponderEliminar
  6. Jorgito dijo:
    la hipótesis más simple, en términos de tiempo de procesamiento y coste de almacenamiento en nuestro cerebro, es siempre una.

    Pero el problema es que nunca podemos asegurar cuál es por las mismas razones que, ya que lo planteas en términos computacionales, nunca será posible determinar si un programa es elegante.

    ResponderEliminar
  7. Héctor,

    Supongo que no te hace falta que te diga por qué la "demostración" que aparece en el enlace que has facilitado es incorrecta. La reducción al absurdo que proponen no es aplicable. Si la adición de un bit a un programa no altera su output, el bit no se ha añadido al programa (en tanto que la secuencia de instrucciones que generan ese output, que es la definición de programa). Quizá se haya añadido al fichero que lo alberga, pero no al programa. El principio de elegancia y simplicidad obviamente sigue vigente. (De paso, me sorprende que pueda dársele trato de intelectual siquiera a alguien que propone semejante falacia.)

    Me gustaría saber la opinión la Jesús, a quien tengo mucho respeto. No considero que los principios de elegancia teórica puedan ser objeto de discusión siquiera, es algo muy fundamental y a priori no veo la manera de refutarlo. Por mi parte, me interesa la interpretación de las ideas de Quine.

    ResponderEliminar
  8. Jorgito, me refiero a algo parecido a lo que Rawls llama "equilibrio reflexivo" (se refiere a la sistematicidad y fundamentabilidad que es esperable de un sistema normativo: entre las normas y las intuiciones morales suele haber tensiones, y ambas se ajustan hasta que las tensiones se minimizan, aunque no desaparezcan). En el caso del lenguaje y la ontología, puede pasar algo similar: a medida que aprendemos un lenguaje, vamos desarrollando nuestras capacidades cognitivas naturales, dándoles una forma coherente con las prácticas lingüísticas; las estructuras cognitivas "maduras" de dos personas que hablan el mismo lenguaje no tienen por qué ser iguales, pero mientras permitan una comunicación fluida, no hay motivo para cambiarlas (ni para descubrir las diferencias). Cuando hay tensiones, puede que el cambio necesario suceda en las estructuras cognitivas (digamos, en la "interpretación psicológica" de la ontología que el lenguaje PENSAMOS que presupone), o tal vez en el lenguaje, o en otro sitio. Lo cual, por otra parte, creo que es muy quineano.

    ResponderEliminar
  9. 1) Veo perfectamente posible que existan tensiones entre un sistema de conocimiento y determinados estímulos/hechos del mundo que, en última instancia, puedan por ello conducir a la modificación y perfeccionamiento del primero (esto no tengo el menor problema en concedérselo a Quine o a quien sea). Ahora,

    2) Creo que una parte no trivial de la propuesta de Quine (y corrígeme si me equivoco, en este punto podría andar errado) se basaa justamente en que la aparición de un conejo y la presentación del correspondiente estímulo lingüístico un sujeto podría entenderlas en el sentido de que el referente del signo lingüístico es efectivamente e.g. una parte del conejo y no, como sería esperable, el conejo. Para Quine, si no recuerdo mal, esta ambigüedad siempre se da, porque de hecho el resto de su propuesta es sobre cómo las ambigüedades resultantes tienen que pulirse mediante ajustes (como los que se darían entre las normas y las intuiciones morales, tal como señalas).

    3) Y aunque podríamos pensar, como Quine, que esta ambigüedad se resuelve mediante esos ajustes, yo creo que si el escenario planteado por Quine es aplicable, entonces cualesquiera otro ajustes serían igualmente ambiguos a menos que existiera una predisposición a percibir determinados estímulos de una determinada manera (lo que yo decía de la elegancia). No puede ser que todo se decida por desambiguación en alguna otra situación si, con el ejemplo del conejo, lo que falla es justamente la desambiguación por contexto, ya que admite infinitas interpretaciones. No veo cómo éstas podrían ser infinitas al presentar un conejo y el estímulo "gavagai" y no serlo al presentar cualquier otra entidad acompañada de ese mismo o cualquier otro estímulo.

    4) Así pues, dado que la situación del conejo sólo es planteable si pasamos por alto toda la experiencia empírica y lingüística previa del sujeto, así como cualesquiera predisposiciones previas a una preferencia por la elegancia racional, pero como, al mismo tiempo, si descartamos todas estas asunciones, nos quedamos básicamente sin ningún aparato cognitivo con que los sujetos puedan operar, temo que la propuesta de Quine es observacionalmente y lógicamente incorrecta.

    ¿Algún comentario?

    ResponderEliminar
  10. Jorgito:
    hablando por mí, no por Quine, lo que yo creo es que NO TODO "AJUSTE" ES IGUAL DE FACTIBLE. Cada posible ajuste tiene un determinado COSTE cognitivo (la cantidad de creencias que tendríamos que cambiar, la facilidad o familiaridad que perdemos, etc.), y tendemos a decantarnos por los ajustes con costes más pequeños.

    ResponderEliminar
  11. Jesús,

    Gracias por la aclaración. Sospecho que estamos fundamentalmente de acuerdo, pero yo sigo sin verle a Quine toda la miga. Usted también dice ser de la opinión de que no todo ajuste es igual de factible (que efectivamente parece ser la visión de Quine también en lo relativo a los ajustes), pero eso sigue sin dar cuenta de por qué la primera o la enésima aparición del conejo acompañada del estímulo X puede, según el propio Quine, interpretarse como cualquier asociación potencial de signo/referente. Si el coste cognitivo se tuviera en cuenta ya en el momento de establecer la asociación, en la enorme mayoría de escenarios "gavagai" se asociaría al conejo entero (vs. la asunción de Quine) por ser ésta la explicación más simple.

    Total, que yo sigo viendo cierta contradicción*. Pero bueno, quizá es cosa mía así que dejo de molestar con el asunto.

    Un saludo,


    *(A modo de ejemplo: los niños modernos que sólo ven el pescado en latas. Durante el proceso de adquisición del lenguaje, lo lógico sería que asociaran el estímulo "atún" al contenido de una lata, y que nunca lo aplicaran al ver un pescado entero. En cambio, la propuesta de Quine prediría que, el mismo número de veces, y con motivo de la primera exposición al correspondiente estímulo y a una lata de pescado, el niño o bien inferiría e.g. la existencia de un pez no visto cuya sustancia está enlatada, o bien asociaría el estímulo sonoro a e.g. la tapa de la lata solamente. Sigo considerando los dos últimos escenarios altamente improbables. Al igual que usted, creo que las consideraciones de coste y elegancia teórica los eliminan, y creo que las consideraciones de coste tienen precedencia sobre el resto de la propuesta de Quine -los ajustes-, así que ésta no puede entenederse como el marco en el que se den tales ajustes. Si fueran necesarios, no se reunirían los requisitos cognitivos para su aplicación.)

    ResponderEliminar
  12. Jorgito: gracias por el comentario; realmente, no puedo hablar por Quine.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.