22 de octubre de 2007

EL POSITIVISMO ES UN HUMANISMO (1)

Llevamos tres semanas a bordo del Otto Neurath, nuestro navío positivista, y, entre sortear arrecifes y capear temporales no hemos tenido tiempo de ponernos a discutir tranquilamente qué es eso del positivismo y por qué nos parece tan importante defender la postura positivista ante la ciencia y la sociedad. La mejor manera de hacerlo que se me ocurre es rescatar de mis polvorientas bitácoras un texto que publiqué hace unos años en la revista Claves, y que luego fue incluido como capítulo tercero del libro Ciencia pública - ciencia privada. Se titula "El positivismo es un humanismo", y en él expongo las principales características de esa corriente filosófica (en especial el llamado "neopositivismo" o "positivismo lógico", a la que se asocia convencionalmente a Otto Neurath), las críticas a que ha sido sometido, y de qué modo pueden responderse estas críticas, construyendo con su ayuda un "positivismo reflexivo" o "sensato".
Como es un texto un poco largo, lo iré colgando por entregas, como los folletones.



EL POSITIVISMO ES UN HUMANISMO.
Jesús Zamora Bonilla


El siglo XX ha sido, por encima de muchas otras cosas, el siglo de la ciencia. Para bien o para mal, nuestra tecnificada sociedad se distingue de todas las otras casi en mayor medida que lo que cualesquiera de las demás se hayan diferenciado nunca entre sí, y, sin olvidar las importantes transformaciones acontecidas en materia política, ello se debe sobre todo a las capacidades científicas e industriales que hemos acumulado en la historia reciente. Es totalmente absurdo, por tanto, intentar comprender la sociedad contemporánea pretendiendo ignorar simultáneamente los mecanismos capilares mediante los que la investigación y el conocimiento científicos se interconectan con el resto de ámbitos económicos, políticos y culturales, y esto exige alcanzar una comprensión razonable de los procedimientos y
resultados de la investigación científica. Por fortuna, no andamos escasos de estudios acerca de estos temas, pero hay que reconocer también que mucho de lo que se escribe en los últimos años sobre la ciencia parece ser más bien el resultado de una profunda incomprensión de sus aspectos más fundamentales. Las fuentes de dicha incomprensión son muchas, y en ocasiones se multiplican alimentándose unas a otras, aunque frecuentemente se trata sólo de interpretaciones descabelladas, exageradas, o meramente precipitadas, de algunos hechos que se dan efectivamente en el terreno de la ciencia y de sus relaciones con la sociedad: hechos tales como la frecuente falta de consenso entre los científicos, la magnitud de los problemas importantes para los que la ciencia no encuentra solución, la creciente simbiosis entre la investigación científica y el capital privado, la persistencia de astronómicas desigualdades económicas junto con muy sofisticados desarrollos tecnológicos, o la enorme distancia que media entre el contenido abstracto de muchos descubrimientos y la visiones hogareñas y llenas de sentido en cuyo marco transcurre la vida de casi todos nosotros. Estos hechos son indiscutibles, y una adecuada comprensión de la ciencia debe siempre tenerlos en cuenta en su justa medida e intentar explicarlos, pero de ninguna manera para justificar un rechazo absoluto de la validez del conocimiento científico, pues es precisamente dicha validez la que ha permitido que la investigación científica y tecnológica haya contribuido a transformar tan intensamente nuestra sociedad. No por mil veces repetido es menos cierto el argumento de que, si la aerodinámica y la electrónica poseyeran más o menos la misma objetividad que las prácticas mágicas o la meditación transcendental, los intelectuales que se dedican a criticar la "racionalidad tecnocientífica-instrumental-capitalista" no acudirían a dar sus bien pagadas conferencias viajando en avión, sino tal vez volando en una escoba, y no discutirían con sus editores a través del teléfono móvil o del correo electrónico, sino mediante la telepatía o el tam-tam.
Tras cuatro décadas de creciente desarrollo de las actitudes antiobjetivistas hacia la ciencia (estimuladas en parte por la difusión de la maravillosa obrita de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, cuyo
cuadragésimo aniversario se cumple ahora, y que es en gran medida inocente de las interpretaciones más radicales que ha servido para justificar a posteriori), parece llegada la hora de plantearnos la cuestión de si la imagen más tradicional de la ciencia a la que dicha obra se oponía no habrá sido criticada de forma demasiado injusta, y si no ganaríamos algo intentando recuperar algunos aspectos, tremendamente sensatos, de las concepciones sobre el conocimiento científico que proponían los defensores del llamado "neopositivismo" (expresión esta última que, por cierto, ha terminado convirtiéndose casi en un insulto entre los filósofos). En este capítulo voy a indicar algunas de las ideas de esta corriente que han sido s severamente criticadas durante las últimas décadas, intentando justificar por qué los aspectos fundamentales del positivismo no sólo no se ven afectados por estas críticas, sino que ellas apuntan más bien hacia tesis que cualquier positivista sensato incluiría dentro de sus propias posiciones, y argumentaré también que este positivismo reflexivo (o, en la acertada expresión que me sugirió Javier Muguerza, este "positivismo sensato") no tendría que tomarse como una concepción epistemológica para consumo interno de los filósofos, sino más bien como una parte fundamental de la visión que los seres humanos podemos tener de nosotros mismos a estas alturas de la historia.

Javier Muguerza
(¿un camarada positivista malgré-lui?)

1. EL POSITIVISMO EN EL PUNTO DE MIRA.

El positivismo, sea viejo o nuevo, es la unión de dos tesis, una epistemológica y otra político-moral. La primera sostiene que las únicos métodos válidos de obtención de conocimiento, es decir, los únicos que nos garantizan en alguna medida razonable la verdad de los conocimientos obtenidos con ellos, son la demostración formal y la contrastación empírica, o dicho de otro modo: el análisis riguroso e intersubjetivo de nuestros conceptos y de nuestras experiencias. Cualquier otro tipo de argumentos con los cuales se nos intente persuadir de alguna teoría u opinión, no poseerá en realidad nada que apunte hacia la verdad objetiva de sus conclusiones, y por lo tanto no existirá razón alguna que nos fuerce a aceptarlas si lo que deseamos es descubrir la verdad sobre aquel asunto. Sólo son conocimientos científicos, entonces, los producidos a través de algún método que garantice razonablemente su validez intersubjetiva.

(Continuará)

1 comentario:

  1. Buen día, estuve revisando su blog, y me dió la impresión de que su concepto de "humanismo" es un verdadero reduccionismo del sentido correcto y trascendente que esta palabra implica.

    Esta demás recordar que el positivismo como tal está todavía con vida, más por los mass media hijos del relativismo intelectual que aun se da en muchos centros intelectuales del mundo.

    Y recordarle algo también, no hay nada mas humano que la religión, claro una religión que se entiende desde una correcta interrelacion de razón y fe y el escindirlas da como resultado todas las ideologias dualistas (entre otras las que usted defiende) que no pocos problemas les causo a la Europa en los dos ultimos siglos.

    Un abrazo

    ALDO LLANOS MARÍN
    www.tomasalvira.com

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