Hay una cosa en la que el creyente (me refiero al que cree en la persistencia del alma después de la muerte) siempre llevará ventaja a los que no somos creyentes:
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SI (¡y qué gran "si"!) el creyente tiene razón, es probable que lo averigüemos (basta con morirse y comprobar que sigues existiendo como un ente desencarnado, u lo que sea).
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En cambio, SI el no creyente tiene razón, es obvio que no hay ninguna forma de comprobarlo con certeza absoluta: cualquier experiencia que se pueda tener en esta vida es compatible con la persistencia del alma, y como después de muertos no habría ninguna experiencia, pues no habría tampoco ninguna experiencia que refute la hipótesis del creyente.
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Mmmmm, también podemos verlo de esta otra manera:
ResponderEliminarSi el creyente tiene razón, cuando muramos los no creyentes podremos decir "anda, mira tú por donde, estaba yo equivocado" obviamente podríamos cambiar de opinión. Pero si el creyente no tiene razón moriremos teniendo razón.
En cambio el creyente al morir puede descubrir que tenía razón, pero si no la tiene, jamás podrá rectificar y morirá estando equivocado.
Un creyente, puede acertar (por chiripa, desde luego) o no, pero no puede tener razón, pues su creencia no puede ser ‘racionalmente justificada’. Si acierta, acertará como quien acierta el número que va a tocar a la lotería, pero con menos probabilidades todavía que éste. Y si no acierta, de lo que no cabe hablar lo mejor es callarse (es esta vida, y, sin remedio, en la otra). Un no creyente, en cambio, tiene razón (está justificado a creer lo que cree, acierte o no acierte --en la otra vida). Si no acierta, no se sorprenderá, pues él sabía que cabía esta posibilidad y podía equivocarse. Y si acierta de lo que no cabe hablar. Lo mejor es callarse. Su ventaja es la de cualquier doctrinario: su tesis no es falsable… (ni en esta, ni en la otra vida), aunque si verificable (en la otra: post mortem)… De todos modos ‘verificable’ y ‘post morten’ (del verificador, digo) son términos que chirrían.
ResponderEliminarMauricio Patapalo
Bueno, no hay forma de saber quién tiene razón puesto que como decía mi padre (un gran creyente) nadie ha regresado para contárnoslo, pero la diferencia entre creyente y no creyente no la define la muerte, que la muerte es justa, y ante la muerte todos somos iguales. La diferencia entre el creyente y el no creyente está en la vida.
ResponderEliminarMientras el creyente vive sabiendose responsable de sus actos ante Dios, y a falta del conocimiento de Dios, ante sí mismo, el no creyente sólo responde de sus actos ante la ley. Es la ley la que dice lo que está bien y lo que está mal y puesto que una ley con otra se cambia (en ocasiones con efectos retroactivos) así nos va. Que ya no sabemos a qué carta quedarnos.
nele:
ResponderEliminarSi no hay forma de saber quién tiene razón, como decía tu padre, es cuestión, digo yo, de apostar. Y parece mejor, con vistas a la posibilidad de acertar, apostar siguiendo el método racional (que no asegura, pero hace más probable el acierto) que apostar a cara o cruz o en base a otro método (¿cuál?). Es el creyente quien no sabe con que carta quedarse, pues no se sabe o no se quiere legislador, ya que la fuente de la ley la pone fuera de sí mismo: en Dios. Y ante la duda, se hace amigo del Gran Crupier: ¡la Banca gana! Si muere y acierta, premio: la vida eterna, para siempre, a la diestra de dios padre. Si muere y se equivoca, ni se entera, y ¿qué ha perdido a cambio? Lo único que tenía, que no es ná: ¡la vida!. El no creyente si acierta ni se entera, y si no acierta, ¿qué ha perdido? La vida (ésta) no; la eterna tampoco: si acaso el estar a la izquierda de dios padre… ¿Y? ¿Merece la pena vivir y/o morir engañado, para estar en una posición con respecto a Dios –la derecha—que después de todo es una posición relativa?
Mauricio Patapalo
Anele:
ResponderEliminarTODOS somos sólo responsables ante nosotros mismos; el creyente se IMAGINA que es responsable ante alguien "supremo", pero son imaginaciones suyas, y como confirma la historia, una creencia todo lo profunda y sincera en dios que quieras permite en la práctica cometer con poco remordimiento las mayores atrocidades, con tal de que te las apañes para sentirte "justificado".
Afortunadamente, conciencia moral tenemos todos, tanto los creyentes como los no creyentes, y su influencia práctica en la vida de cada uno es independiente de los fundamentos que uno se imagine para esa conciencia. Y afortunadamente, también tenemos leyes, que nos protegen de las abominaciones que quieran cometer con nosotros los creyentes o los incrédulos.
Anele:
ResponderEliminarLa moral de origen religioso es tan "relativa" como cualquier otra moralidad humana.
Fijate la Biblia la bendición o promoción de actos atroces atribuidos a Dios o a personas guiadas por Dios.
Fijate también en los actos y los códigos morales de cualquier sociedad religiosa cambian con el tiempo y se adaptan del mismo modo que códigos morales laicos.
No acepto que hagas una selección arbitraria de pasajes Bíblicos a tu conveniencia.
Kewois
Vaya, hola Pascal, ¿qué tal, viajando pro el tiempo para soltar tus mismas milongas de siempre?
ResponderEliminarAnarel:
ResponderEliminara poco que lo pienses, esto no tiene NADA que ver con la apuesta de Pascal (para empezar, aquí no hay probabilidades ni utilidades).
Por eso la carga de la prueba recae en los creyentes (algo tan universal no puede ser tan esquivo), y por eso me permito señalar, amablemente, lo inconsecuentes que son mirándome por encima del hombro... "pobrecito, ya rectificará". Claro, claro...
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