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Tal vez el utilitarismo: la mayor felicidad para el mayor número, y si ello conlleva el poner unas bombas, pues se ponen y ya está.
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O el aristotelismo: el vasco en su polis, y los bárbaros a tomar por culo (en griego queda más fino, aunque no sé si había una palabra en griego clásico para "vasco"); además, siempre en todo el punto medio, ni demasiada goma dos, ni demasiado poca.
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O el platonismo: la idea de lo vasco nos obliga a recomponer tanta porquería de ese mundo de las cosas.
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O el cristianismo (una marca con muchos modelos para elegir): no he venido a traer la paz, sino la 9mm parabellum, hostia.
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O el kantismo: al fin y al cabo, en iguales circunstancias (si fuese el pueblo alavés castellanoparlante el que estuviera oprimido por una Euskadi independiente y ecomarxista), obraría igual.
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O el nietzscheanismo: el superhombre era vasco, ¿o vas a decir que no?
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O el existencialismo: para los que queden con existencia, claro.
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O el wittgensteinianismo...
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Yo me quedo con lo último, al fin y al cabo, el tal Álex seguro que era un chico majo, y de sus travesuras está muy mal hablar en público (o sea, siempre que haya más de uno escuchando). De lo que no se puede hablar, ya se sabe.
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En todo caso, estaría bien saberlo, para incluir el dato en las historias de la Filosofía y en los manuales de Etica (y Ciudadanía).
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Más:
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Otro que se tomó al pie de la letra el "si vis pacem, parabellum".
ResponderEliminarO el wittgensteinianismo...Pues no es tan descabellado. Al fin y al cabo, el etarra Txelis tradujo el Tractatus al euskera.
ResponderEliminar¿En serio J? Madre mía...
ResponderEliminarCon beca, Audi y toda la pesca, ¡Aupa!