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Mis intuiciones morales, sanamente corrompidas, como las de la mayoría, por cientos de debates filosóficos, son, sobre todo, una mezcla de liberalismo y utilitarismo, amén del poso de los instintos morales básicos y los condicionamientos conductistas a que fui sometido (y todo ello, naturalmente, revuelto hasta hacer imposible distinguir los límites de unas cosas y otras).
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La idea fundamental del liberalismo es que lo que hace que algo tenga valor moral es, en el fondo, la libertad (en el sentido empírico del término, no en el metafísico; o sea en el sentido en el que podemos decir que en Luxemburgo hay más libertad que en Corea del Norte): cuanta más libertad tenga la gente, mejor (ceteris paribus).
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La idea fundamental del utilitarismo es que lo que hace que algo tenga valor moral es, en el fondo, la felicidad que proporciona (de nuevo, en el ramplón sentido empírico en el que decimos que una cosa nos satisface más que otra; Jeremy Bentham, como buen ilustrado británico, introdujo el término 'utilidad' para referirse a la capacidad de las cosas y acciones de proporcionar felicidad, pero el fin último para el utilitarismo es, por supuesto, la felicidad, no la 'utilidad', aunque generaciones de economistas hayan terminado utilizando este último concepto como sinónimo de 'felicidad'). No se trata, claro está, de la felicidad de UN individuo, sino de la del conjunto de los miembros de la sociedad ("la mayor felicidad para el mayor número").
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Ambos principios no son totalmente homogéneos, ni totalmente consistentes entre sí, y hay que hacer virguerías filosóficas para admitirlos simultáneamente, y para decidir cuál tiene primacía cuando hay un conflicto entre ellos.
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Pero de lo que me quiero ocupar hoy es de la manera en la que algunos de nuestros 'instintos' (¿o 'condicionamientos'?) morales chocan a veces con esos principios filosóficos (que, en el fondo, son elaboraciones de OTROS instintos morales... no caen 'de la razón pura'). Un ejemplo particularmente claro es el del respeto a los difuntos: puesto que un cadáver no puede experimentar felicidad (ni dolor), ni tiene, obviamente, libertad alguna, ¿por qué nos parece INMORAL tratarlo 'sin el debido respeto'? ¿Por qué nos parece un ULTRAJE tirarlo a la basura, o comérnoslo? (bueno, a ciertos aborígenes de Nueva Guinea, y supongo que de otros sitios, les parece un ultraje NO comérselo).
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Incluso al fundador del utilitarismo le pareció (para escándalo de muchos, y satisfacción de otros) que su cadáver merecía un trato muy especial, convirtiéndose en la segunda (primera, temporalmente hablando) momia más famosa de la historia de la filosofía.
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P.S.: Agradezco el comentario de SuperSantiEgo, que me indica que también le parece muy necesitado de explicación el sentimiento de respeto que tenemos a la VOLUNTAD de los muertos. Al fin y al cabo, añado yo, tampoco puede afectarles el que no repartamos el testamento como ellos dijeron. En este caso me sale la vena de economista, y me parece que una explicación convincente es que el derecho testamentario establece unos incentivos que sí tienen un efecto tangible en la conducta de los muertos antes de que mueran. Tal vez esta explicación puede extenderse también a mi primera pregunta (aunque un tanto indirectamente: lo que pregunto no es por qué quiere la gente ser respetada una vez muerta, sino por qué SENTIMOS que tenemos que respetar a los muertos.
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Más:
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A mí me hizo mucha gracia lo de la autopsia pública, y que cuando le sacaran el hígado todo el mundo se echase a aplaudir. Como tengo familiares en la Pérfida Albión me dije que en efecto hay que ser muy de allí para hacer esas cosas y que no quede mal. Lo de que saquen la momia para las reuniones de la -Sociedad Bentamita y al pasar lista digan su nombre y el secretario responda por él "Presente, pero sin voto", también tiene su miga.
ResponderEliminarLo del respeto a los muertos, por lo menos en lo de no tirar el cadáver por ahí, mazdeístas, órficos y klingon aparte, supongo que es porque queda el poso de que de alguna manera algo espiritual queda en el cuerpo, que se tiene que degradar de manera espontánea o convertirse en humo a través del fuego.
Pero más llamativo me parece a mí que lo que se honra es la voluntad del sujeto ya muerto. Nuestras leyes garantizan que se cumplan los testamentos, y que las propiedades del ya fallecido se repartan según su voluntad, aunque él está muerto y ni sufre ni padece, ni tiene opinión ya de nada. Es decir: legalmente sigue estando protegido aunque en realidad se puede discutir que sea un sujeto legal realmente. Del mismo modo, supongo, su cadáver, la materia de la que estaba compuesto, también tiene una cierta protección: que lo honre el que quiera, pero tampoco es cuestión de la profanación de cadáver.
Otro ejemplo que me viene ahora a la mente es el de los donantes, lo que se declara libremente cuando uno está vivo, o lo autorizan los familiares si ya se ha muerto. Literalmente, si uno está sano, casi lo descuartizan para que otras personas puedan mejorjar su vida, pero eso no se considera obviamente profanación alguna.
Muy pertinente.
ResponderEliminarNo solo es el proveer de incentivos a los vivos. Esto es cierto en lo que toca a decisiones, por ejemplo, de herencias. Hay otros respetos que tenemos con los muertos y con sus cuerpos que, si se supiera que no los teníamos, no hubieran alterado las conductas de cuando vivos.
ResponderEliminarPero sucede que los vivos se encaprichan con cosas que quisieran que pasaran cuando muertos. Por ejemplo, que hablen bien de uno, que se junte la familia a enterrarlo, que no le profanen el cadáver y cosas así. Nos comprometemos de manera creíble a respetamos estas cosas mediante instituciones porque así sabemos que ocurrirá lo mismo con nosotros.
Es cierto que los debates filosóficos, el constante enfrentamiento de filosofías de vida, de interpretaciones diferentes de la realidad nos llevan a posiciones de duda. Quizá de escepticismo. Yo creo que la duda es buena y necesaria. Es lo más sincero, lo más auténtico. Incluso el que tiene -o dice tener- fe duda. El liberalismo nos da algo importante: la capacidad de sentirnos libres y no estar atados por ningún dogma, postulado: es como tener el campo abierto, sin puertas... El utilitarismo busca lo que facilita la vida en común e individualmente, busca la felicidad ligada a lo posible y próximo y real. El culto a los muertos lo interpreto como algo contradictorio: por una parte es un rito de la tribu, es algo que socialmente se acepta como necesario para enmascarar una verdad cruda y difícil de asumir: un ser vivo que deja de serlo y se descompone. Por otra parte es hacer a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros. Que nos continúen recordando, que de alguna manera nos hagan presentes y por tanto vivos. El respeto a los muertos es así algo mágico y utilitario a la vez. Y eso también es contradictorio.Bueno, es mi opinión...
ResponderEliminarCreo que lo más sencillo es que la soledad no es una amiga muy cariñosa las más de las veces. Las personas nos sentimos abandonadas y, en cierto modo indefensas ante el hecho de la muerte de los cercanos. El respeto provendría de la liberación de toda la angustia que abandona el muerto y con la que carga el que se queda.
ResponderEliminarYa sé que es un poco romántico y pesimista, pero qué le vamos a hacer. También a mí me entristeción cuando HAL la estaba palmando, reconózcanlo ustedes.
Lo malo de honrar a nuestros muertos es que también heredamos sus deudas. :-)
ResponderEliminarQué es la vida sino un montón de recuerdos. Muchos de ellos compartidos con los que han muerto. Honrar a los muertos es honrar nuestra propia vida.
ResponderEliminarHonramos a los muertos, porque con su muerte, se cierra un círculo [oooh!], que trunca una línea [aaah!].
ResponderEliminarAsí la huella de una rueda es una línea. Cuando, la línea se cierra tenemos un nuevo círculo.
Las pirámides egipcias representan rayos del sol, una línea; y el sol además de redondo, emblema perfecto, describe un círculo. Las crecidas del Nilo, las cosechas, ... todo está consagrado al círculo y la línea, desde el principio de las civilizaciones.
Por eso honramos a los muertos y cuando nos les comemos, también les honramos "sui generis".
Sólo hay dos principios, la luz, la vida, la Serpiente (o dragón) como la línea por antonomasia y la renovación, la vuelta a los orígenes, el círculo o Uróboro, la serpiente que se muerda la cola, el círculo mágico y perfecto.
El "1" o el "0", la línea o el círculo. El 2, la elipse o la espiral, la cinta de Mohebius, no son mas que casos singulares de "1" y "0", que lo "generan" todo.
La corriente eléctrica (línea) en un circuito (círculo), son sucesos trascendentes que se representan matemáticamente, algebraícamente.
Los campos magnéticos, las líneas de potencial, el espacio curvo, el spin, bosones o fermiones, ceros y unos, su opuesto y su complementario.
Todo, se resuelve en la línea o el círculo. La mejor novela, es la que sigue una línea que se cierra.
El mejor argumento, ..., el ser y el no ser. Lechatelier, acción -reacción, impulso u aceleración, ..., la simetría y el eje de rotación, el espejo, ...
El primer principio y el segundo principio de la termodinámica.
El sólo sé (linea) que no sé nada (círculo). El cogito (linea) ergo sum (círculo).
La evolución y la selección, la adaptación y la competitividad, el + y el -
Por eso honramos a los muertos, o nos los comemos -cuando son de otra especie- e incluso, los comamos matando.
Te pongas como te pongas, te opongas o no, todo es línea y círculo, desde el inicio, hasta el final.
¿Y por qué celebraremos -aquí al menos- los cumpleaños? Antes o después descubriremos el gen "para celebrar cumpleaños". Ya falta menos.
ResponderEliminarClaro, que hay quien sospecha que los humanos somos seres simbólicos (productores y amantes de símbolos, quiero decir).
Raus: lo de que somos seres simbólicos lo asumo TOTALMENTE. Lo que me parece que requiere una explicación es CÓMO SE LAS APAÑA nuestro cerebro para que nos molen tanto los símbolos, y por qué unos símbolos nos ponen más que otros.
ResponderEliminarJesús:
ResponderEliminarSe supone que los relativistas morales tenemos las respuesta a esa pregunta, a otras, a muchas y casi a todas: venimos de una tradición cultural en la que
a) creemos cosas acerca del mundo y
b) parte de las cosas que creemos son que lo que otros hacen suele ser valioso, sin más cuestiones.
Venimos de una tradición cultural que da cierto culto a los muertos, bien porque comenzara así como medidas higiénicas, como culto al parentesco como relación de convivencia. LO que suele pasar es que una vez perdida de vista la utilidad primera nos queda la forma, igual que hoy muchos ateos encuentran algún sentido social a las celebraciones de la Semana Santa en la calle.
E ir contra la corriente social es aún más duro que ir contra la del río, y también te puede costar la vida.