2 de diciembre de 2008

SOBRE LA MERCANTILIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD



Leo en
Sin Permiso (vía el siempre delicioso blog de Fernando Broncano) un artículo de Toni Domènech sobre el proceso de transformación de la universidad europea en algo así como una empresa de servicios, artículo cuyas tesis básicas son imposibles de rechazar, pero cuyo mensaje pragmático (una especie de arenga a los estudiantes empeñados en la lucha contra Bolonia, magníficamente escenificado -eso sí- como una especie de réplica al discurso en el que Heidegger expresaba el beneplácito de una cierta élite intelectual al nazismo)  me resulta mucho más dudoso.
.La tesis con la que simpatizo es la de que la universidad cumple (entre otras, no olvidemos) una función que no puede dejársele al mercado: la de la búsqueda no instrumental del conocimiento como un fin en sí mismo. Dejando de lado el hecho de que el artículo parece referirse explícitamente sólo a la "búsqueda de conocimiento" entendida como investigación, es decir, cómo búsqueda social de conocimiento esencialmente nuevo, pero no a la "búsqueda de conocimiento" como empeño personal por aprender conocimientos no instrumentales, pero ya existentes (lo cual implica que lo que el artículo justificaría es sólo la existencia de centros de investigación públicos -tipo CSIC-, no de centros de enseñanza superior públicos -tipo universidad), dejando de lado este matiz (de momento), coincido plenamente con Domènech en que la mercantilización de la universidad no puede llegar hasta el extremo de que toda la investigación que se realice en ella tenga que estar orientada hacia la obtención de patentes, o cosas así (o, en la retórica actual, hacia la "transferencia de conocimiento"). Hay investigaciones, e incluso áreas de investigación (¡qué vamos a decir los filósofos!), en las que el "rendimiento económico" es, en el mejor de los casos, radicalmente incierto, cuando no inexistente, pero no por ello puede (¿o debe?) la sociedad prescindir de las mismas. [He analizado con más detalle la cuestión del carácter público del conocimiento en el artículo "Ciencia pública - ciencia privada", recogido también en el libro homónimo].
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Lo que ocurre es que, de seguir el argumento de Domènech un poco más de lo que su asamblearia audiencia original seguramente le permitiría, tendríamos que preguntarnos si no habríamos de limitar, entonces, el tamaño de la universidad pública al mínimo imprescindible para que cupieran en ella sólo aquellos investigadores "inútiles" (económicamente hablando), pero con rentabilidad intelectual permanentemente demostrada, por no hablar del espinoso asunto de a cuántos estudiantes sería razonable permitir disfrutar gratuitamente de las perlas de sabiduría que esa élite académica iría desparramando desde sus tarimas o sus despachos. El resto de las investigaciones, aquellas para las que sí existe alguna clase de rentabilidad económica, ¿deberían ser expulsadas del templo de la universidad, como mi tocayo más famoso hizo con los mercaderes de otro templo? Es decir, ¿deberemos privar a la universidad pública, y a sus investigadores, de la posibilidad de rentabilizar económicamente su talento? ¿Y deberemos abstenernos de la posibilidad de que esos beneficios financien también, gracias a este o parecidos mecanismos, otras actividades menos crematísticas?
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¿Y qué decir del espinoso asunto de la orientación docente de la universidad? ¿Deben cerrarse las facultades públicas de aquellas ramas esencialmente orientadas hacia la práctica, y no a la "teoría" (o búsqueda contemplativa del conocimiento en sí), como Empresariales, Derecho, Magisterio (perdón, que eso ya no existe), todas las Ingenierías, Odontología, o la misma Medicina (disciplina pragmática donde las haya), así como aquella proporción de cursos y departamentos en las otras facultades, que no respondan a un interés puramente teórico? Y, puestos a preguntar sobre aspectos económicos, ¿debemos entre todos pagar una carrera "no rentable" -como filosofía, filología clásica, arqueología, física cuántica, teoría económica, etc.- a todos los estudiantes que quieran enriquecer intelectualmente su vida disfrutando de esos maravillosos aprendizajes? No olvidemos que los hijos de los ricos van todos a la universidad (bueno, con excepción de algún taruguillo... aunque esos van a ciertas privadas), mientras que los hijos de los más pobres sólo van en muy escasa proporción. ¿Quién debe pagar qué?.
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Para responder a esta delicada pregunta, poniendo todas las cuentas sobre la mesa, es para lo que debería servir todo el proceso de discusión sobre el Espacio Europeo de Educación Superior. Por desgracia, me parece que es justo lo que nadie está discutiendo en serio.
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Más entradas sobre el tema:

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8 comentarios:

  1. No hay que confundir beneficio económico con valor. Las universidades pueden no tener beneficios, pero deben producir valor auténtico valor, en cantidad y en calidad, pero no sólo las universidades, cualquier "empresa humana" en el sentido mas amplio.
    Si verdaderamente producen valor, terminan por producir beneficios económicos.
    ¡Salud en tiempos de crisis!

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  2. Yo estoy -casi- rodeada por insobornables anti-Bolonia, en el estilo y argumentos que comentas.
    O no estoy rodeada, pero los demás no hablan del asunto, lo que viene a ser casi lo mismo.

    Y a mi me parece que la discusión explícita versa sobre el tema "¿galgos o podencos?" sin ver que se trata en realidad de conejillos con esa enfermedad que les pone la cabeza gorda pero inútil. Eso, mixomatosis. Ni son galgos ni podencos, son conejos con mixomatosis.

    O sea, la Universidad española ni es buena formando profesionales para la empresa ni es buena formando intelectuales de nivel.

    Ni es buena investigando para las patentes ni es buena investigando por amor al arte.

    Por tanto, yo no me puedo tomar la discusión en serio, para irritación de algún estudiante terriblemente concienciado de los que me tienen rodeada.

    La discusión verdadera, pero no explícita, creo que yo que va en realidad de otra cosa.

    Para los estudiantes: "¿Vamos a tener que pagar tasas más altas para acceder al título más competitivo en el mercado, en este país de la titulitis que tan cómoda nos resulta? ¡De ninguna de las maneras! ¡A las barricadas!"

    Para los profesores: "A ver si con tanta leche resulta que voy a tener que dar cuentas a una fundación de Repsol o de Oracle de en qué empleo mi tiempo de docencia, por qué suspendo tanto, por qué los alumnos no vienen a mi asignatura y por qué sigo dando solo mi clasecita magistral en vez de tutoría personal.
    Que a esos sí les importa en qué gastan el dinero, no como al Decano. Y si encima no voy a poder influir como siempre en a cual de mis protegidos le toca ahora sacar la titularidad... hasta ahí podíamos llegar, que ya le he hecho tres favores al próximo tribunal de mi Departamento".

    Críticas destructivas aparte, como la que antecede, yo recuerdo (siempre que me dejen meter baza) a los concienciados que en España el gasto público en educación universitaria es profundamente regresivo (y hablo de datos precisamente, de los que se manejan en investigación de Gestión y Gasto Püblico): el resultado es que los que no pueden ir a la Universidad por motivos económicos (o socio-económicos si se quiere afinar) se la están pagando a los que sí pueden ir, que son los hijos de la mitad (aproximadamente) de la población en mejor situación.

    Porque que pueda ir todo el mundo gracias a que es barata no es cierto. Para eso debería haber una educación secundaria que compensara los déficit de la familia (no la hay) y un sistema de becas que permitiera mantenerse a un alumno con la beca, y cobrada desde principio de curso. Tampoco lo hay.

    Si los contribuyentes pagamos menos parte del coste del tramo final y especializado de la formación universitaria, pues muy bien, eso no es menos equitativo, sino más.
    Si además el sistema de becas fuera decente, y no la mierda que es ahora, sería muchisimo más equitativo que ahora.

    Desgraciadamente, para que el sistema de becas llegue a importarle lo suficiente a la clase media para exigir que sea mejor, igual es necesario que el coste universitario les haga mella a ellos también. O no, eso no es seguro.

    (Esto lo digo contra mi propio interés. Yo sigo siendo eventualmente estudiante a temporadas, y si un máster se pone caro, lo tendré que pagar. Y encima estoy cerca de tener hijos en edad universitaria, con lo que mi interés sería ser antiBoloña feroz.)

    En cuanto a la Universidad en sí, y si finalmente ganan los conejos enfermos disfrazados de galgos o los conejos enfermos disfrazados de podencos, pues sus y a ellos y que gane el mejor. Da igual.

    Los contribuyentes y ciudadanos seguiremos pagando en ambos casos la misma mala Universiad. Y padeciendo en ambos casos la misma falta de una Universidad buena.

    Sea para investigar cosas patentables, para investigar cosas básicas o aparentemente no útiles, para enseñar a pensar o para formar empleados cualificados.

    Que las cuatro cosas son necesarias, y no se estorban tanto entre sí como quieren hacernos creer.

    Porque que yo sepa, las Universidades buenas destacan en todas ellas. Incluso si algunas destacan más en una cosa y otras en otra las que son buenas son buenas en todas ellas.

    Perdón por el rollo que me ha salido. Como decía el otro, no me ha dado tiempo a hacerlo más corto... :-)

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  3. Áloe, ¡qué alegría verte de nuevo a bordo!
    Además, firmo en un cien por cien tus palabras.

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  4. Gracias por la bienvenida, Jesús.
    Algo asombrada de que estés de acuerdo, pero me alegro.

    Hace unos días leí un artículo en El País, en la página de doctrina sesuda (¿Se sigue llamando Tribuna Libre?) en la que un distinguido antiboloñés de cuyo nombre no me acuerdo arremetía contra el asunto con el catálogo de males que nos va a traer.
    Lo leí con toda la buena fe, a ver si me enteraba de una buena vez, por pluma autorizada y competente, de por qué hay que estar en contra.

    Bueno, pues argumentos no vi absolutamente ninguno.
    Lo sé porque los estuve buscando.
    Solo tremendas profecías de la que nos espera, y pronósticos de que esto es el fin de la civiización tal como la conocemos.
    Digo yo que si uno está tan seguro de algo, será porque tiene datos, argumentos y un buen análisis. Pues si los tiene, no los puso. Ni uno.
    Ni vi en absoluto una crítica sobre la Universidad como es ahora.
    Y sin embargo, todo lo bueno que según el sesudo profesor va a desaparecer por culpa de Boloña no lo he conocido yo en mi vida en la Universidad española, salvo en pequeñas y heroicas dosis.

    Luego he visto solidaridades y felicitaciones al autor por su "fenomenal" análisis.
    Y de aquí a cinco años, todos los males y carencias de la Universidad española tal como la conocemos se achacarán a "Bolonia" que habrá acabado con la mítica Universidad española que no existió nunca, esa que formaba para pensar, que producía grandes intelectuales y que no estaba vendida a nadie...

    Conozco el proceso de autojustificación y complacencia. Y el regocijado hallazgo de coartadas. Ya se ha visto con la secundaria.

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  5. Aunque sigo la singladura del barco, no había subido nunca a bordo.
    La salsa boloñesa está cada vez más espesa: tengo que confesar que no me aclaro. Estoy con Toni Doménech en la idea de que la universidad tiene un punto de bien público que no puede ser sometido a las fuerzas de la oferta y la demanda. Estoy con todos los que sostienen que debería ser la reserva de excelencia de nuestras sociedades. Imaginad que el Reina Sofía acogiese en sus salas a los cuadros que se venden en los aledaños de Ribera de Curtidores, en el Rastro: muy decorativos. Sí, sería un puntazo, pero dejaría de ejercer esa función de enseñarnos a mirar y a ver. La universidad es en algún sentido depositaria de las esperanzas sociales en las capacidades creativas propias.
    Pero, por otro lado, es también cierto, que la construcción de Europa es complicada y la equivalencia de títulos significará una transformación muy profunda en las trayectorias educativas. Es, ciertamente, como todo lo que Europa hace desde el siglo XV, una empresa medio comercial medio cultural. Vender homogeneidad, quizá rebajando niveles, quizá burocratizando las instituciones. Hay mil razones para enfadarse. Y, sin embargo,..., crear las condiciones de una cultura políglota, cosmopolita, que establezca lazos débiles de convergencia. La universidad, en el viejo canto que entonamos los comienzos de curso es universidad de alumnos y profesores, como si fuésemos accionistas y clientes todos a la vez unidos en un cuerpo místico. Pero no es así: la universidad es un servicio público, ahora ya, como los hospitales, que otrora fueron también otra cosa, en donde las demandas de unos y otros son plurales. Que la democracia acoja la tensión entre necesidad de élites y necesidad de mecanismos de igualación social es una parte de su riqueza de objetivos y fuente de tensiones. Realmente: no sé donde ponerme en este fregado para que no me salpique la salsa boloñesa. Saludos a los participantes de este blog

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  6. ¡Bienvenido a bordo, Fernando!
    Estoy de acuerdo con todo lo que dices, y reconozco la dificultad de unificar el objetivo de excelencia académica con el de servicio público; en enseñanza pre-universitaria ha pasado lo mismo, y ya hemos visto que lo que se ha primado ha sido lo segundo. Espero que en el caso de la universidad tengan en cuenta también lo primero.

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  7. Perdón, pero yo no veo ninguna incompatibilidad a priori entre la excelencia académica y el servicio público.
    Es más, pensaba que la producción de excelencia académica era precisamente un servicio público. No sé qué otra cosa puede justificar que se persiga con el dinero público.
    Si se me dice que hay cierto trade-off entre distintos servicios públicos que hay que prestar igualmente, vale. Eso tiene algún sentido.
    Aun así, la Universidad española tiene tanto recorrido para mejorar, que antes de llegar al punto en que realmente hubiera que elegir necesariamente entre mejor enseñanza orientada a lo profesional, más excelencia académica, más y mejor investigación básica y más y mejor investigacion orientada al campo empresarial, quedan kilómetros de recorrido donde todo eso podría y debería mejorar a la vez.

    Por otra parte, me hace gracia lo de que haya que "bajar el nivel" para homologar títulos con Europa.
    Sin descartar que tal extraña cosa pueda pasar en algún caso anecdótico, o con respecto a algún país concreto, porque la vida es así de rara, esa pretensión es de risa: el nivel de la Universidad en España es bajo de toda la vida, y lo que a medio plazo puede traer la homologación de títulos con Europa es precisamente que tenga que subir algo, para que no se caiga la cara de vergüenza y para retener a los mejores estudiantes.

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  8. Hola a tod@s (Jesús, Fernando, Toni?, ...)

    El artículo arenga de nuestro amigo Toni Domenech toma, o posibilita por omisión tomar, la parte por el todo. Consideremos

    (1)La "investigación no orientada -en principio- a la tecnología" (INOAT, lamento el palabro) que la sociedad (a través de los gobiernos democráticamente elegidos, y si es necesario presionados, por todos) considere un bien público debe ser garantizada por el estado a través del sistema de educación superior, y financiada (en la proporción que dicha garantía exija) por los impuestos de todos (incluidos los que no pueden permitirse ir a la universidad).

    Yo estoy de acuerdo con (1) por motivos parecidos a los que expone Toni (aunque estoy en contra de que dicha financiación implique que a todo estudiante, rico o pobre, esforzado o vago, se le subvencione por igual).

    Pero es obvio que (1) no implica

    (2) Toda investigación y formación superior ha de estar garantizada y financiada con los impuestos de todos.

    Con la cual nadie, creo, está de acuerdo. Aunque Toni, supongo, tampoco está de acuerdo con (2), el asunto es que no dice nada al respecto. Y aunque es UNA función de la educación superior garantizar (1), no nos engañemos, la enseñanza superior también tiene OTRA función: formar buenos profesionales y técnicos que compitan en el mercado. Y eso NO ha de estar financiado con los impuestos de todos, o al menos no de igual manera, especialmente en los casos en que dicha formación suponen un diferencial de salario futuro considerable, que además se puede obtener trabajando en un país en el que no te has formado (un administrador de empresas que se va a la bolsa de Shanghai o un ingeniero de telecomunicaciones que se va a trabajar para Nokia a Noruega). Que eso lo paguemos todos con nuestros impuestos, incluyendo al butanero pakistaní y tantos otros que no se pueden permitir ir a la universidad, es injusto, insolidario, regresivo, abusivo y explotador. Y ESO E SLO QUE ESTÁ PASANDO EN GRAN PARTE AHORA. Y por eso hay que cambiarlo (además de para optimizar la competitividad, cuyos efectos también pagamos todos). Si a esto llaman mercantilización de la universidad, estoy de acuerdo y lo contrario me parece un abuso de capitalista explotador.

    Y por eso creo que Bologna va en la dirección correcta. Y su imlememtación en España, pues los masters de investigación se van a seguir financiando tanto como los grados, mientras que los masters profesionalizadores no, deberán autofinanciarse en gran parte.

    ¿Hay riesgos en el proceso? Por supuesto, miles de ellos. Pero oponerse al mismo sólo por esa posibilidad es propio de conservadores. Lo progresista es ponerse en marcha y estar vigilante ante posibles perversiones del proceso. Al menos mientras el dinero público no llueva del cielo sino saliendo de los impuestos de todos.

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