Justo antes de Navidad tuvimos en Madrid a Shaun Nichols, uno de los principales representantes de la corriente naturalista en filosofía de la mente y en ética. Tuve la ocasión de mantener con él unas cuantas conversaciones muy jugosas durante las comidas y cenas, aunque discutir, lo que se dice discutir, discutimos muy poco, porque estábamos de acuerdo básicamente en todo... mucho más que con otros filósofos naturalistas. Sobre todo, compartimos la aceptación del relativismo moral (el vínculo es a un artículo reciente de Harman) como consecuencia inevitable de la naturaleza psicológica de las normas morales (éste si es un artículo de Nichols) una consecuencia que no todos los naturalistas están dispuestos a aceptar.
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Pero por lo que quiero traer a colación mi charla con Nichols es sólo por una frase que me encantó:
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"Yo era vegetariano, hasta que me volví relativista".
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¡Qué maravilla! ¿No es una razón más para abrazar el relativismo? (al fin y al cabo, comer animalitos tampoco es pecado). ¡Qué argumento más impecable!
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En fin, para vegetarianos con problemas de conciencia que quieren dejar de serlo, vaya también un poco de auto-ayuda conceptual: uno puede comer animalitos, definiéndose a sí mismo como metavegetariano (que se alimenta indirectamente de vegetales), o vegetariano de segundo orden (que se alimenta de vegetales, o de seres que se alimentan de vegetales).
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Gracias, Jesús, por tu aportación en mi blog. Ya te he aclarado el subtítulo del post que comentas en los comentarios (te he contestado).
ResponderEliminarAdemás, ya figuras el primero de la lista en mi blogroll (esa A al comienzo del nombre de tu blog es divina, jejejeje)
Un abrazo de otro ateo.
¿Y sus opiniones en relación con el canibalismo han cambiado?
ResponderEliminarEs muy difícil dejar de ser vegetariano; después de un tiempo de serlo la carne empieza a saber bastante mal. Más allá de eso, las ideas morales que comúnmente defienden mis compañeros de dieta son insostenibles seas o no relativista, por lo que esta ultima postura no gana ningún punto a favor a costa de los vegetarianos.
ResponderEliminarSaludos.
Muy buenas, he descubierto tu blog hoy mismo y ya me he suscrito vía RSS. Enhorabuena, tienes un blog muy completo, divertido e interesante.
ResponderEliminarSobre este post en concreto quería trasladarte algunas dudas...
¿Relativismo moral hasta qué punto? Quiero decir, ¿estableces algún límite, o de la misma manera que sirve para argumentar contra el vegetarianismo sirve también para argumentar a favor de la ablación, de las torturas, etc?
Por cierto, hay una cosa que no me convence en el argumento de Nichols. Al volverse relativista uno debe entender que puede establecer sus propios códigos morales, así que, ¿qué relación hay entre abrazar el relativismo y abandonar el vegetarianismo?
Vamos, que según yo lo entiendo tienen la misma calidad argumental las siguientes versiones (por poner dos ejemplos):
- "Yo no era vegetariano, hasta que me volví relativista".
- "Yo era vegetariano, hasta que dejé de ser relativista".
Un abrazo
Carlos:
ResponderEliminarmuchas gracias por tus comentarios elogiosos. Respecto a tu pregunta sobre los "límites" del relativismo, creo que la duda, aunque es muy común, responde a una confusión muy habitual: lo que dice el relativismo NO es que ciertas cosas no nos PAREZCAN abominables (claro que nos lo parecen... a la mayoría), sino que NO SON abominables "en sí mismas", que su "ser abominables" consiste SÓLO en la reacción de rechazo que SENTIMOS al pensar en ellas. Si a alguien le parece correcto el canibalismo (no sólo aceptable, sino incluso moralmente obligatorio, p.ej., comer parte del cuerpo de los familiares difuntos), lo que dice el relativista es que ni nosotros ni ellos "tenemos razón", sino que no hay ninguna "base objetiva" más allá de los sentimientos morales de cada uno.
El relativismo tampoco dice que DEBAMOS abandonar nuestros sentimientos morales, o dejar de actuar según lo que ellos nos dictan (¿cómo va a afirmar tal cosa, si dice que no existe ningún "deber", objetivamente hablando?).
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Lo que ocurre es que muchas de nuestras opiniones morales no responden a nuestros "sentimientos", sino a las conclusiones que sacamos de "tomarnos demasiado en serio" algunos razonamientos. P.ej., muchos vegetarianos lo son, no porque sientan que está mal alimentarse de animales, sino porque hacen el silogismo siguiente: "matar y hacer sufrir es malo; para comer animales hay que matarlos y hacerlos sufrir; por lo tanto, comer animales es malo"; están tan convencidos de que el razonamiento es correcto, que se convierten en vegetarianos a pesar de que "por dentro" su organismo les pida carne... y al cabo de cierto tiempo se han corrompido de tal manera que la carne les deja de gustar. Pero el relativismo te hace ver que aquel razonamiento puede ponerse en duda ("¿por qué va a estar mal matar animales, incluso reconociendo que está mal matar seres humanos?"), así que pierdes una razón para ser vegetariano (tal vez te queden otras, de todas formas).
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Admito que, por lo mismo, puedes perder las "razones" que tienes para considerar que matar y hacer sufrir a seres humanos está mal. Pero, como buen relativista, admito que el asesino despiadado no tiene "menos" razón que yo... ambos tenemos exactamente la misma "cantidad" de razón al hacer nuestros juicios morales: cero patatero. Pero eso no me OBLIGA a ACEPTAR los juicios morales del asesino (¿cómo me va a "obligar", sino hay obligaciones objetivamente hablando?), ni me OBLIGA a dejar de intentar meter a los asesinos en la cárcel. Sencillamente, el relativismo no me impide seguir manteniendo MIS juicios morales, sólo me impide CREER que son "objetivamente válidos". Pero, ¿para QUÉ quiero que sean "objetivamente válidos"?
A Antonio el geocentrista:
ResponderEliminareres un poco plasta y quejica, la verdad. Lo mío es mucho peor: yo hice una tesis doctoral en filosofía, desarrollando la mejor teoría que existe "en el mercado" sobre qué significa la hipótesis de que "la ciencia se aproxima a la verdad", y cómo someter a prueba esa hipótesis. Ningún (o casi ningún) filósofo me cita por ello, y la teoría no ha tenido prácticamente ninguna repercusión entre mis colegas de todo el mundo.
Unos años después hice otra tesis doctoral (en económicas), desarrollando una teoría que explica el funcionamiento de la ciencia como un "mercado"; es, sin ninguna duda, la mejor teoría económica sobre el funcionamiento de la ciencia que puedes encontrar por ahí (la verdad es que hay pocas); el resultado ha sido el mismo: ni puto caso, y eso que ambas teorías las he presentado en artículos publicados en las mejores revistas de filosofía de la ciencia del mundo (ambas cosas las puedes comprobar en mi página web de la UNED).
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¿Y qué hago? Escribo en los blogs de la gente, o les mando correos, diciéndoles "¡Vds. no hacen caso a la verdad, que la tengo yo!". Pues no, me aguanto y sigo estudiando y escribiendo, e investigando temas nuevos. ¿Y por qué? Porque entiendo que entre los MILLONES de teorías que se publican al año, la gente sólo puede atender a un puñado, que esté confirmada por al menos unos cuantos INVESTIGADORES INDEPENDIENTES que se hayan molestado en poner a prueba esas teorías y llegar a las mismas conclusiones. Así que, si no nos hacen caso, pues mala suerte.
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¿Qué te recomiendo, entonces? Pues que te olvides del geocentrismo, dejes tu libro en una estantería como recuerdo, y te pongas a estudiar algún otro de los MILLONES de temas interesantes que hay por ahí, a ver si tienes más suerte. Por ejemplo, algo de economía, que es muy interesante.
Hola a todos.
ResponderEliminarHace unos días salté del blog de Punset a éste. La primera entrada que leí versaba sobre si Dawkins se ha vuelto creacionista (por no decir loco) o, en expresión del señor Zamora, “diseñointeligentista”. Leí casi de un tirón toda la discusión, y me satisficieron mucho los argumentos de Zamora, muy agudos y -creo- rigurosos.
Después he leído alguna entrada más, con similar interés. Ahora, sin embargo, me encuentro con estos extraños (¿para mí he de decir?) vítores al relativismo moral que no entiendo muy bien.
No soy filósofo. Por tanto, expondré mi argumentación con la pertinente cautela. Es posible que no haya comprendido bien algún punto esencial del argumento relativista.
Claro, confieso que, ya de entrada, las siguientes afirmaciones (relativistas) me causan repugnancia y espanto. Es decir, reconozco, de entrada, el carácter psicológico de los juicio morales:
“Yo estaba contra la tortura, hasta que me volví relativista”.
“Yo estaba en contra de la pederastia, hasta que me volví relativista”.
“Yo estaba contra el asesinato, hasta que me volví relativista.”
Supongo que también valdría: “Yo estaba a favor de las leyes que persiguen el crimen, hasta que me volví relativista”. Etc. Creo que cualquier persona “normal” expresaría su repugnancia ante la tortura, la pederastia, el asesinato, el robo… Pero también está claro que muchos asesinos psicópatas, torturadores, violadores, etc., no sienten repugnancia por sus actos. Es más: incluso les agrada. Por tanto, la repugnancia no es universal, sino relativa al sujeto. Vale.
Deduzco de sus palabras, Jesús, que no hay RAZONES para estar en contra (o a favor) de la pederastia o la tortura. Que no hay base objetiva. Yo tenía (o tengo) bastante claro algunos ejemplos de juicios cuya validez depende del sujeto que los emita. El atractivo sexual de la gata lo ve o experimenta el gato, no yo. Evidentemente, el atractivo de esa gata no es algo objetivo, algo en sí mismo, sino relativo al sujeto que enjuicia. A mí me gusta el jazz, pero no a mi vecino. Son juicios estéticos sin base objetiva. Nadie puede pretender que el jazz es “absolutamente” estimulante o agradable. Sobre gustos…
El relativismo parece que también afecta a las cuestiones morales: son cuestión de gusto. A unos nos repugna el asesinato o la pederastia, pero a otros -para gustos colores- les agrada. Claro, ¿sobre qué base objetiva podría yo argumentar que es más bello un Velázquez que un Rembrant, o un Leonardo que un Tiziano? Cualquier argumento sería rebatido con un simple: “Lo será para ti, no para mí”. ¿En qué fundamos la belleza? ¿En qué base objetiva podríamos decretar la “absoluta” belleza de una obra de arte? ¿Cómo podríamos concluir que una obra es, para todo el mundo, más bella que la otra? Bien podríamos estrujarnos la cabeza: sería en vano. Más temprano que tarde, asomaría el dichoso: “Lo será para ti, no para mí”. Y otra vez quedaríamos como estábamos.
Resulta que allá donde, a juicio de algunos, debería haber sólido consenso, no lo hay. Efectivamente. Yo hubiese asegurado que cualquier persona encontraría más bello y rico el lienzo de Las Meninas que uno de Miró, por ejemplo. Pero no, muchos hay que prefieren éste a aquél. Análogamente yo hubiese afirmado que cualquier persona consideraría repugnante la pederastia, pero es evidente que no es así, al menos para el pederasta. Así pues, la belleza y la moral dependen, al parecer del juicio idiosincrásico de cada cual, siendo inútil pretender encontrar razones y bases objetivas para defender la universalidad de lo bello, lo feo, lo bueno o lo malo.
Los considerando éticos y estéticos son diferentes de los considerandos científicos. Estos se refieren a HECHOS. Es decir, a “cosas” cuya existencia no depende del sujeto que las enjuicia, sino que están “AHÍ FUERA”, objetivos, públicos, contrastables… indubitables.
¿De verdad? Si lo pienso despacio, no lo veo claro del todo, dado que, en realidad, parece que hay algunos (o bastantes) enunciados científicos que, sorprendentemente, no gozan del consenso esperado. Sin ir más lejos: ¿Es la evolución de las especies un hecho objetivo? Bueno, yo diría que hay pruebas contundentes de que sí, pero… Aquí, lo confieso, empiezo zozobrar; noto que se me frunce el ceño sin yo querer: estoy en un atolladero conceptual.
¿Cuándo podemos considerar que “algo” es objetivo, que “es” con independencia del juicio de un sujeto? Bueno, está claro: cuando su existencia es independiente del sujeto o de su juicio: la Tierra gira con independencia de que yo lo sepa o no; las especies “evolucionan” darwinianamente, etc. Son cosas que pueden COMPROBARSE. Pero si son cosas que pueden comprobarse, ¿por qué no todo el mundo da por bueno “el hecho” evolutivo (hecho digo, no ya teoría)?
Una posible respuesta podría ser: “Para dar por bueno el hecho evolutivo de las especies, primero hay que conocer bien la teoría”. De igual manera, para comprobar y verificar los hechos que predice o retrodice la teoría de la relatividad, hay que conocer dicha teoría. De lo contrario, LOS HECHOS no serán considerados HECHOS por muchas personas. Lo mismo reza para cualquier hecho que prediga la teoría cuántica, la de las cuerdas o cualesquiera otras teorías.
Pero alguien podría objetar: eso convierte a cualquier teoría en INFALSABLE. Sí, porque el creacionista podría replicar: “Es decir: que si soy capaz de ver los hechos evolutivos es porque comprendo la teoría de Darwin; pero si no los veo es porque no comprendo la teoría de Darwin, no porque tales hechos no sean realmente hechos. Eso es trampa: quizá no los vea porque no existan.”
Creo que el problema aquí planteado puede expresarse de la siguiente manera:
1. Dado lo que conozco (o creo conocer) del mundo, las personas y yo mismo, considero estar en condiciones de decir que podemos denominar como “HECHOS OBJETIVOS” aquéllos que existen con independencia de mi juicio sobre ellos. Pero…
2. Resulta que el reconocimiento de que un hecho es objetivo depende de mi juicio (sobre ese “hecho”); o, más concretamente, de lo AFINADO E INFORMADO que esté mi juicio con relación a la cosa enjuiciada.
Nuestro problema es que definimos un hecho objetivo como aquél que NO depende del juicio del sujeto; PERO, en la práctica, el reconocimiento de un hecho como objetivo lo hacemos depender, inevitablemente, del consenso (suma de juicios) de LOS sujetos. Si 100 personas independientes entre sí dicen que en mi mesa hay un vaso de agua, yo no tendré razones lógicas para suponer que no es cierto, ni para creer que todos sufren alucinaciones, o que les mueve decir mentiras. Entonces, en la práctica, los juicios de las personas se convierten, inevitablemente, en LA medida de la objetividad de algo.
El problema (o uno de los problemas) es que no todos los hechos son constatables sin necesidad de teorías. Cualquier persona sana puede confirmar el hecho simple de que en mi mesa hay un vaso. Sin embargo, no todas las personas sanas podrían confirmar como HECHOS objetivos las afirmaciones que hace el físico sobre el tiempo y el espacio relativistas. Ni todas las personas sanas reconocen como hechos las afirmaciones de los evolucionistas. Ni todo el mundo diría que es un hecho que la tierra es casi redonda. Para que algo sea reconocido como un hecho se necesita, muchas veces, conocer y comprender una compleja teoría. Esta teoría afinará el juicio lo suficiente como para que podamos pronunciarnos sobre si algunas cosas de este mundo son o no hechos objetivos. Aquí no acaban las complicaciones: como apunté más arriba, una persona podrá no reconocer como hecho objetivo algo comúnmente reputado como tal, no porque, necesariamente, DESCONOZCA la teoría pertinente, sino porque, sencillamente, haya detectado algún error en ésta. Así, por ejemplo, el creacionista (o un científico) podría argüir: “Sí que conozco la teoría de la evolución, pero advierto un error lógico aquí o allá; por tanto, digo que sus enunciados no están basados en hechos objetivos.”
Recapitulemos. Decíamos que, según el relativismo, los asuntos éticos y estéticos sólo admiten juicios subjetivos. Esto es: relativos al “gusto” personal de cada cual. Entonces, nada es bueno o malo, bello o feo en un sentido absoluto. Todo depende del juicio del sujeto. Si ahora consideramos los enunciados científicos y decimos que tienen base objetiva, nos encontramos con el arduo problema de que no todo el mundo reconoce como hechos objetivos lo que los científicos (o gran parte de ellos) reconocen como tales.
Llegamos, por tanto, a dos posibles conclusiones:
1. Quien niega que x cosa sea un hecho, lo hace porque no tiene afinado el juicio con la ayuda de una determinada teoría (la teoría en cuestión sería como las gafas para el miope).
2. Quien niega que x cosa sea un hecho, lo hace NO porque, necesariamente, desconozca la teoría-gafas pertinente, sino, quizá, porque haya advertido algún error notable en ésta.
Vaya, parece que la objetividad de la ciencia también está sujeta al juicio del sujeto, al menos en la práctica. Sí, porque yo puedo imaginar que los hechos objetivos suceden con independencia del juicio humano (y así lo creo), pero, en la práctica, vemos que hay una continua controversia acerca de qué cosas podemos considerar objetivas e indubitables.
Tenemos, creo, lo siguiente:
ÉTICA: La pederastia no “es” repugnante “en sí”, sino que la pederastia nos “parece” repugnante (a la mayoría, supongo).
ESTÉTICA: Las Meninas no son bellas “en sí”, sino que nos “parecen” bellas (a muchos).
CIENCIA: la evolución de las especies no es un hecho “en sí”, sino que a algunos nos “parece” un hecho en sí.
¿Tenemos alguna manera de salir de este atolladero? Creo no del todo. Lo ideal sería que los hechos objetivos no requirieran teorías-gafas complejas, de modo que cualquier persona sana pudiera dar fe de ellos con la misma facilidad con que cualquier sujeto podría ver que en mi mesa hay un vaso de agua. Porque cuando la verificación de un hecho requiere conocer una compleja teoría, empiezan a surgir arduos problemas sobre si se trata, realmente de un hecho, o sobre si el sujeto está o no capacitado para emitir un juicio autorizado sobre ese “hecho”.
En el caso que llevamos entre manos, yo creo que estamos de suerte. Veamos, a no ser que nos declaremos solipsistas, reconoceremos la existencia (real) de los demás y, asimismo, tendremos en cuenta que los demás poseen un sistema nervioso muy muy parecido al nuestro. En efecto, sabemos que los demás comen, duermen, hacen el amor (o no), respiran, etc. Y también sabemos que, más allá de toda duda razonable, hay actos que nos resultan agradables, beneficiosos, dañinos, mortales… Una paliza nos suele sentar, a todos, bastante mal. La compañía del otro en los malos momentos suele sentar bien, etc. Es cierto que lo que al otro le puede venir bien o mal no siempre está claro: un eructo en nuestra sociedad mientras comemos nos sienta mal, pero parece ser que no a un árabe. Comer cerdo nos gusta mucho aquí, pero hay religiones que lo prohíben como pecado mortal. Es cierto, hay variedad. Pero una variedad con algunos límites muy claros para una infinidad de actos: la paliza, la mutilación, la tortura, la muerte, etc., son cosas que nadie desea para sí (quizá el que desea ser tenido por mártir ansíe la muerte, pero hay que tener en cuenta que esto le ocurre al mártir que cree que, tras la muerte, le espera la vida eterna con 72 mujeres vírgenes para él solo, o algo parecido). Y lo que es bueno también lo tenemos bastante claro. No necesitamos razonar gran cosa para ver esto. Sabemos que el otro es muy parecido a nosotros. Aparte detalles y salvedades culturales, lo que es bueno para mí, también lo será para los demás. Y lo que es malo para mí, también lo será para los otros.
Y si existen leyes que persiguen el crimen y el delito es porque sobre todo esto hay un sólido consenso. Aquél que piense: “Bah, yo sé que a mí me sentaría mal un navajazo, pero como no sé si al vecino le sentará mal, pues se lo doy”; es EVIDENTE que se está engañando, que se está situando en un terreno demencial, al margen del sentido común y de lo que sabemos del ser humano.
Así pues, no necesitamos apenas teoría para comprobar que algunos actos causan bienes o males. No hacen falta grandes estudios para comprobar que la niña a quien le practican la ablación del clítoris, está sufriendo un gravísimo daño físico (un corte que se puede verificar) y psíquico (un horrible llanto que se puede oír), más allá de toda duda razonable, etc. Sus mutiladoras no lo verán así (lo ignoro), pero el daño es real, inobjetable. Es un daño objetivo. Tan objetivo (¡o más!) como lo pueda ser la evolución de las especies para muchos de nosotros. Esa teoría quizá pudiera ser refutada algún día (aunque lo dudo), pero nadie podrá refutar la afirmación de que esa niña ha sufrido un gravísimo daño en su persona.
¿Hay razones para oponerse a la tortura? Hombre, yo entiendo que sí. ¿Basándome en qué? En lo repugnante y horrible que me resultaría que me torturaran a mí, pues el daño que me infligirían serían tan cierto y objetivo como lo es que ahora estoy escribiendo. No se trata de una repugnancia gratuita, sino que está basada e inspirada en un hecho real: el sufrimiento del torturado.
Este es el quid de la cuestión, señor Zamora: que los sentimientos que están detrás de nuestros juicios morales (“eso está bien, eso está mal, eso es repugnante…”), no son arbitrarios (o no son siempre arbitrarios) o, por así decir, caprichosos; sino que están suscitados e inspirados en HECHOS objetivos:
- el consuelo del enfermo al recibir mi compañía,
- el balazo que desangra a la vícitima,
- el dolor y la humillación del torturado,
- el alivio de quien recibe la medicina,
- la muerte del asesinado…
Otro escollo común de estos debates nos viene cuando alguien nos dice que el dolor, la alegría, el sufrimiento, el placer (los sentimientos en general) son (meras) subjetividades, en el sentido de que NO tiene entidad real. Esto es una falacia, y grave. O una confusión. Que mi dolor (o mi alegría) sólo lo sienta yo y sea personal e intransferible no significa que no sea real, tan real como los objetos duros del universo. ¿Por qué habría de ser más real el vaso que está delante de mí que mi dolor o mi alegría?
Es decir, son “cosas” que existen en el mundo tan indubitablemente como existen soles o planetas. La mente está basada en un sustrato físico (biológico), aunque no se pueda identificar plenamente con dicho sustrato. La mente que “ve” el mundo exterior no es más fiable que la mente que “siente” dolor. Si tuviéramos que considerar ILUSORIA la información mental de mi interior (sentimientos, emociones…), ¿qué razón tendríamos para no considerar igualmente ilusoria la información que mi mente capta del exterior?
Cuando usted, Zamora, se pronuncia sobre la conveniencia de que los niños reciban clases de ética en la escuela, lo hace aportando RAZONES. Su juicio ético es que es bueno que así suceda, pues quizá los padres no enseñen a sus hijos a ser críticos con la realidad social, política, religiosa… Un relativismo cabal tendría que decir: “No hay razones para apoyar clases de ética en las escuelas. Tampoco hay razones para no apoyarlas.” Sí, sí hay razones. Eso creo. Pues si los niños no reciben esas clases, tendremos mañana una sociedad de individuos menos críticos, más manipulables, quizá más intolerantes, menos inteligentes... Y todo esto se traducirá, seguramente, en más infelicidad, más sufrimiento evitable, más decisiones erróneas, en más injusticia.
Los juicios morales están basados e inspirados en hechos objetivos: la sangre que corre, el dolor, el llanto, la alegría, el placer, el bienestar, propios o ajenos. Son, por tanto, juicios de carácter emocional, por supuesto, pero basados en cosas objetivas, reales más allá de toda duda razonable. Por eso, pienso yo, tenemos RAZONES para establecer leyes que persigan al criminal, al asesino, al ladrón, al violador…
Incluso en el caso en que la evolución de nuestro cerebro no nos hubiese dotado de sentimientos como la empatía o la compasión y no pudiésemos CON-DOLERNOS con los demás, es muy probable que hubiéramos creado leyes contra el crimen. Razonaríamos así: “Bien, el sufrimiento de esa persona que está siendo víctima de un crimen, no me conmueve, no siento nada. Ahora bien, sé que si yo fuera víctima de ese crimen, sufriría. Lo sé. Por tanto, diseñaré una sociedad en que haya leyes que castiguen al asesino, simplemente por la cuenta que me trae. Simplemente, por egoísmo, por prevenir en lo posible que yo pueda ser víctima de una tropelía.”
Si me tomo como ejemplo, diré que creo que es posible ser darwinista, ateo y hombre con convicciones y razones morales. En fin, señor Zamora, yo podría estar en un error, por supuesto. Si es así, estaría encantado de que usted me lo mostrara.
Saludos.
Raus: gracias por tu trabajado comentario. Lo cierto es que lo comparto en su casi totalidad; y lo que no comparto, se debe en parte a que no estoy en absoluto seguro de la cuestión.
ResponderEliminarEs verdad que un juicio científico (o, en general, un juicio fáctico, o sea el reconocimiento de un hecho) depende de que poseamos el aparato conceptual y perceptivo adecuado. Cleopatra no era consciente de que existían ondas electromagnéticas; nosotros, en cambio, sí. Pero la justificación de un juicio de hecho (como "las ondas electromagnéticas existen") no depende SÓLO de que poseamos esos conceptos (para el caso, dichos conceptos son igual de necesarios para afirmar "las ondas electromagnéticas NO existen"), sino que depende de que LA REALIDAD sea lo suficientemente "benévola" como para que las predicciones que hacemos empleando esos conceptos se cumplan.
Así, la existencia REAL de las ondas electromagnéticas es un elemento necesario de la mejor explicación disponible del hecho de que oímos la radio, vemos la tele, hablamos por el móvil, etc. Es SUMAMENTE IMPROBABLE (yo diría, ridículamente improbable) que podamos oír la radio, etc., y que el electromagnetismo sea RADICALMENTE FALSO. Puede que nuestra versión del electromagnetismo no sea la última palabra, por supuesto, pero sería sumamente inverosímil que en el futuro dicha teoría fuera a ser sustituída por una QUE NO GUARDARA NI EL MÁS REMOTO PARECIDO con las ecuaciones de Maxwell.
En cambio, en el caso de la moral, es cierto (es un HECHO EMPÍRICO difícil de negar, diría yo) que determinadas experiencias y pensamientos nos producen ciertas emociones morales a la mayoría de los humanos. A mí la tortura me parece tan repugnante como a ti. También es verdad, en cambio, que sobre otras cosas las emociones morales cambian mucho (a mí no me produce gran pesar la muerte de animales para alimentarnos, sobre todo si sufren poco; a otros les atormenta --- a mí me parece fenomenal que las mujeres trabajen igual que los hombres; a mucha gente le parece diabólico). La cuestión que nos conduce al relativismo moral es la siguiente: ¿es necesario suponer que ciertas cosas ESTÁN BIEN O MAL "EN SÍ MISMAS", con independencia de lo que a nosotros nos parezcan, para explicar por qué nos parecen así? El relativista responde que no: mientras que para explicar por qué vemos la tele (y otras muchas cosas) es necesario suponer que las ondas electromagnéticas existen y obedecen las ecuaciones de Maxwell con independencia de que nosotros veamos la tele o no, , en cambio no es necesario suponer que la tortura está mal "en sí misma" con independencia de lo que nosotros pensemos de ella para explicar por qué a nosotros nos parece mal.
Dicho de otra manera, el relativismo moral consiste en la tesis de que NO HAY HECHOS MORALES (además del hecho de que ciertas cosas nos parecen bien o mal). Pero el relativismo deja la moral de cada uno incólume: lo que a cada uno le parecía bien o mal, no tiene por qué cambiar después de darse cuenta de que LA CAUSA de que cada cosa le pareciera bien o mal no es que esa cosa ESTUVIERA bien o mal "en sí misma" (salvo en la medida en la que la suposición de que hay hechos morales objetivos fuera relevante para algunos de tus juicios morales).
Esto, por último, no anula en absoluto la necesidad de usar razones en la ARGUMENTACIÓN moral: cuando tú intentas convencer a alguien de que X está mal, lo que intentas hacer en realidad es demostrarle que, DADO QUE ACEPTA CIERTOS JUICIOS (o emociones) MORALES QUE AMBOS COMPARTÍS, de esos juicios se sigue que debe aceptar también tales o cuales cosas. Con alguien que tuviese unas emociones morales completamente distintas a las nuestras (o con alguien que NO tuviera tales emociones), no creo que tuviera ningún sentido argumentar acerca del bien y el mal, por mucha capacidad de razonar que manifestara.
Gracias, Jesús, por tu respuesta.
ResponderEliminarTampoco yo estoy muy seguro de todo esto. Me pasa a menudo que no siempre concuerdo conmigo mismo. Por eso necesito seguir pensando (esto es algo más que meta-humor).
Creo entender tu argumento, pero, no sé, hay algo que no me cuadra, y tengo que averguarlo (¿Lo ves?: otra vez este desdoblamiento esquizoide. Si es que creo que voy por delante de mí -o por detrás, según se mire).
Saludos.
En mi opinión, Jesús, NO es que sea o no NECESARIO suponer que ciertas cosas estén bien o mal en sí mismas, con independencia de lo que a nosotros nos parezca, para explicar por qué nos parecen así (es más, voy a intentar demostrar que HAY HECHOS morales CON independencia de si a mí me parecen emocionalmente bien o mal), sino si nuestro conocimiento del mundo es más o menos afinado al considerar que hay cosas que están bien o mal en sí mismas.
ResponderEliminarEn el universo de las cosas inertes no hay nada que podamos llamar INTENCIÓN. Pero SÍ en el mundo de los seres vivos, ESPECIALMENTE en el de los seres humanos. Desde muy pequeños, los niños aprenden a distinguir qué actos son intencionados y cuáles no lo son. Pueden descubrirlo por sí mismos, aunque el adulto suele ayudarles.
Todos somos capaces de distinguir grados de intencionalidad y voluntariedad en los actos o conductas, al menos hasta cierto punto. Distinguimos entre accidente (“le dio una patada accidentalmente cuando iba claramente a dársela al balón”), negligencia (“le dio una patada sin querer, porque no iba prestando atención a los movimientos de su rival”), acción instrumental (“le pegó una patada al rival para que no marcara gol”) e intención dañosa (“le dio una patada para hacerle daño”).
Los psicópatas carecen de empatía y remordimientos, pero no se les considera locos. Saben lo que hacen. Distinguen el bien del mal, y eligen voluntariamente el mal (no todos, claro). Suelen ser duchos en el engaño, hasta el punto de engañar a las máximas autoridades mundiales en el estudio de la psicopatía. Precisamente porque distinguen qué está bien y qué está mal pueden engañar tan bien a los demás.
En general, muchos delincuentes distinguen el bien del mal, por eso la mayoría actúa con nocturnidad y alevosía. Saben que lo que hacen está mal y que será perseguido por la ley (bueno, es un decir…).
Pienso que podrían construirse (quizá ya o en el futuro) máquinas que, sin ser capaces de sentir emociones, supieran distinguir un accidente de un acto intencional. Les haría falta, claro está, tener una inmensa memoria acerca de cómo funciona el mundo de los humanos, pero, teóricamente hablando, no veo impedimento para que supieran reconocer, maquinalmente, un acto accidental de un acto MALintencionado.
¿Por qué mi conocimiento del mundo es más completo y más fiel a lo que ocurre en él si consideramos que hay actos buenos y actos malos en sí mismos (hechos morales)? Porque sabemos que los humanos guiamos nuestros actos por buenas o por malas intenciones. Buenas son las que procuran o intentan procurar el bien del otro. Buenos actos son aquéllos que se guían de buenas intenciones. Malos, los que se inspiran en malas intenciones.
¿Podemos negar que en este mundo hay BUENAS y MALAS intenciones? Una objeción a esta pregunta sería: “¿Y cómo determinamos qué es una buena o una mala intención? Estaríamos, de nuevo, como al principio: eso depende del juicio del expectador.” Es verdad: yo podría MOSTRARME emocionalmente indiferente ante un acto en que un hombre asesina a otro; pero una cosa es que a MÍ ME DÉ IGUAL eso y, otra, muy distinta, que YO NO SEPA QUE NO ES UN ASESINATO. ¿Por qué un asesinato está mal en sí mismo? Porque si queremos que nuestro juicio sobre el mundo se ajuste a lo que pasa en él, no tenemos más remedio que considerar que el asesinado NO quería ser asesinado (o torturado, o violado, o atracado…). No es necesario que yo sienta o no repugnancia ante el crimen para comprender que se caracteriza por una intención de dañar al otro y violentar su voluntad.
Un acto que causa daño a otro voluntaria y malintencionadamente es, EN SÍ, un HECHO MALO, con total independencia de si a mí me repugna, me agrada o me deja indiferente. ¿Malo para quién? Indudablemente para la víctima. Maquinalmente, yo puedo mostrarme indiferente ante la suerte de la víctima, pero si alguien me preguntara si he presenciado un acto QUE DAÑARA A ALGUIEN, tendría que decir, maquinalmente, que SÍ. SÍ: EL DAÑO ERA OBJETIVO.
¿Y por qué hay que considerar que dañar voluntariamente a alguien es malo? Porque HACER DAÑO a alguien adrede es SINÓNIMO a HACERLE “ALGO MALO”. Es exactamente lo mismo.
¿Por qué mi sistema cognitivo tendría que obviar la información de que la víctima considera que le están HACIENDO ALGO MALO?
Desde luego, el problema para una visión no relativista de la moral no reside en la fase de reconocimiento maquinal de que se está produciendo un MAL objetivo (tan objetivo como el daño que sufrió el David de M. Ángel cuando fue atacado por un loco con martillo), sino, en todo caso, en la fase de enjuiciar si el mal (objetivo) del otro es también malo para mí o para los demás. Emocionalmente solo lo puede ser si estoy dotado de empatía. Pero, incluso en el caso de que no la posea, puedo argumentar racionalmente contra el crimen, como luego diré.
Pues el reconocimiento objetivo y maquinal del mal del otro es simple y directo según estamos dotados por nuestra naturaleza. El torturador sabe, perfectamente, que le está causando un daño o mal objetivo a su víctima, que le causa dolor y humillación (¡por eso lo causa!: porque sabe el daño que produce sus vejaciones). No hay misterio en estas percepciones. Todos somos capaces de tenerlas si estamos en nuestro sano juicio.
Ahora bien, ¿por qué el mal ajeno debe considerarse un mal universal, más allá de nuestros sentimientos de compasión y empatía? Por lo que ya dije. Desde un punto de vista racional, maquinal (y si se quiere, egoísta) la impunidad del crimen no es algo que nos convenga a la inmensa mayoría de los ciudadanos, aunque todos podamos incurrir en malos actos más o menos veniales.
Hay ya muchas experiencias acerca de hasta dónde alcanza la barbarie cuando impera el interregno y la impunidad.
Quiero, ahora, considerar esta frase tuya, Jesús:
“salvo en la medida en la que la suposición de que hay hechos morales objetivos fuera relevante para algunos de tus juicios morales”
Efectivamente, sí es relevante RECONOCER explícitamente que HAY hechos morales objetivos (más allá de toda duda racional); es decir: actos intencionados que buscan el bien o el mal del otro. ¿Por qué? No quizá por mí en especial, o por ti, sino por los no pocos ciudadanos que, por carecer de escrúpulos morales (o de sentimientos de piedad bien desarrollados), incurrirían en graves delitos alegando QUE NO ERA OBVIO QUE ELLOS ESTUVIERAN COMETIENDO DAÑO O MAL A NADIE. Y la ley, precisamente, se previene de esta posibilidad cuando nos dice que SU DESCONOCIMIENTO NO exime al perpetrador de la pena correspondiente.
El relativista moral que desee delinquir puede, en efecto, FINGIR que desconoce la evidencia de que la tortura o el asesinato SON DAÑOS OBJETIVOS, MALES OBJETIVOS que se infligen a seres humanos (o a animales). Y ese fingimiento e impostura la emplearían como factores eximentes: “Ah, según mi código moral, yo no percibo haberle hecho daño (mal) a esa persona a la que propiné cien latigazos”.
¿Y qué ocurriría si el juez también fuera relativista convencido y consecuente? Según tú, Jesús, el relativismo no impone obligaciones a nadie:
“(¿cómo me va a "obligar", sino hay obligaciones objetivamente hablando?),”
Un juez relativista consecuente con su relativismo, ¿con qué AUTORIDAD MORAL podría encarcelar al asesino si, ya de entrada, no reconoce que haya HECHOS MORALES OBJETIVOS? Si el relativismo NO OBLIGA a nadie a reconocer como objetivos los daños que el asesino perpetra en su víctima, ¿cómo puede, sin embargo, defender la persecución del asesino? En tal caso, entiendo que hay una contradicción patente.
Si el relativista nos dice que no podemos RECONOCER daños objetivos en la comisión de delitos, ¿cómo puede el relativista exigir al ciudadano que se comporte COMO SI realmente los supiera reconocer. O hay base objetiva para RECONOCERLOS o no la hay.
A efectos prácticos, ¿qué diferencia hay entre un sistema relativista que persigue al delincuente porque considera que éste no le ha de imponer su sistema de creencias, y un sistema no relativista que, como sabemos, persigue al delincuente porque entiende que éste, malintencionadamente, no ha respetado a sus semejantes? No consigo verla, Jesús. Si el relativista persigue el delito es porque, incurriendo en contradicción, hace caso omiso de sus enunciados de neutralidad. Ser relativista pero NO neutral no parece coherente.
¿El sistema relativista PERMITE U OBLIGA a perseguir al delincuente?
Si, simplemente, lo PERMITE, también permitirá NO perseguirlo, con lo cual tendríamos un ministerio de justicia antojadizo y, me temo, poco eficaz. Veríamos al policía corriendo tras el ladrón unas veces sí y otras no, quizá menos de las que sería menester. ¿Quién le podría amonestar? Si el sistema relativista OBLIGA a perseguir al delincuente, entonces no hay diferencia (o yo no la veo) respecto de un sistema no relativista en cuestiones de moral.
Por último, consideraré brevemente este párrafo final tuyo, Jesús:
“Esto, por último, no anula en absoluto la necesidad de usar razones en la ARGUMENTACIÓN moral: cuando tú intentas convencer a alguien de que X está mal, lo que intentas hacer en realidad es demostrarle que, DADO QUE ACEPTA CIERTOS JUICIOS (o emociones) MORALES QUE AMBOS COMPARTÍS, de esos juicios se sigue que debe aceptar también tales o cuales cosas. Con alguien que tuviese unas emociones morales completamente distintas a las nuestras (o con alguien que NO tuviera tales emociones), no creo que tuviera ningún sentido argumentar acerca del bien y el mal, por mucha capacidad de razonar que manifestara.”
Jesús, el JUICIO es algo más que EMOCIÓN. Juicio: Facultad del entendimiento que permite discernir y valorar.
Probablemente el juicio también esté informado por emociones; mas, sin duda, también por razones.
En segundo lugar, los odios y los amores se pueden inculcar por vía de la educación o el adoctrinamiento, no solo en niños. Salvo que estemos ante psicópatas asesinos, el delincuente o el asesino pueden llegar a arrepentirse de sus actos, confesarlos y renegar de ellos. Cuánta gente hay que vive atormentada por los remordimientos. Los psicólogos que trabajan en penitenciarías intentan reeducar a determinados delincuentes. Los resultados no siempre son los apetecidos, pero no se puede decir que siempre sean nulos.
Saludos.
Raus:
ResponderEliminarte respondo en
la otra entrada , pues ha entrado más gente allí en la discusión.
Un saludo
Buenas tardes Jesús:
ResponderEliminarMe interesa el tema que planteas.
Veo que afirmas (corrígeme si no es cierto):
A) que una postura moral no es mejor ni peor que otra.
B) que - a consecuencia de lo anterior - no se puede afirmar que "matar animales" este mal o que "robar este mal" o que "quemar niños con un cigarro encendido este mal" o que "volar edificios con aviones este mal".
Esa es tu postura y algunas de la consecuencias de tu postura. (insisto, corrigeme si no es cierto)
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Ahora, no voy a cuestionar las consecuencias, mejor cuestiono el caso general (o sea el inciso A) que las implica:
Pienso que hay dos posibilidades (no voy a dar ejemplos concretos de premisas al menos por ahora):
1) Hay casos en que de la premisa moral X NO se puede derivar lógicamente la premisa moral Y. En tal caso Juan (que mantiene la premisa A) NO le puede decir a Pedro (que mantiene la premisa B) que lo que se deriva de su premisa moral A o las premisas que se deriven de ella están bien y que la premisa B o lo que se deriva de su premisa moral B está mal. (este es un caso simple, podría Juan mantener dos o más premisas morales básicas). En ese caso concuerdo en el relativismo (pero en tal caso concuerdo con el relativismo en ciencia o cualquier otra rama filosófica distinta de la ética).
2) Hay casos en que:
2.1) de la premisa moral X SÍ puede derivar lógicamente la premisa moral Y.
o que:
2.2) si bien de la premisa moral X no se puede deducir Y, existe una premisa Z que es previa a la premisa X de la cual a su vez SÍ se puede derivar la premisa Y.
En tal caso si Juan sostiene la premisa moral X y Pedro también sostiene la premisa X. Además supongamos que de la premisa X se deriva una premisa moral Y.
Por otro lado, Juan sostiene la premisa moral Y y Pedro sostiene no-Y.
En ese caso Juan sí le puede decir a Pedro que la premisa moral no-Y está mal y que la premisa moral Y está bien.
*En resumen dado que concuerdo contigo en el caso 1, creo que el asunto sería el punto 2.*
PD: Si no es molestia conserva la numeración para que esto este ordenado.