Sí que podemos reconocerle a Guzmán la afirmación de que este tercer método (el de “desvariar a mariposa”) vendría a ser, en el fondo, el mismo que el anterior (el de
“desvariar a espalda”), pues en ambos casos se reconoce que los “fundamentos” de aquello que se quiere explicar están puestos por nosotros, más bien que dados en la naturaleza misma de las cosas, sólo que los continuadores de Kant percibirían dichos principios como algo básicamente positivo (la certeza del conocimiento, la validez de nuestros deberes morales...), mientras que los seguidores de Marx, Nietzsche o Freud nos mostrarían la naturaleza “sucia”, carnal, impulsiva, envidiosa, de tales fundamentos, y estarían mucho más dispuestos a reconocer, como efectivamente lo han hecho muchos marxistas, nitzscheanos y freudianos de los últimos cien años, que es nuestra propia naturaleza biológica (sólo un poco elevada sobre la de los animales que nos precedieron en la evolución) la responsable última de que seamos así. Al fin y al cabo, parece que a un marxista, por ejemplo, le resultará mucho más fácil que a un kantiano responder la pregunta que insistentemente plantea Guzmán a modo de imbatible fustigador: ¿cómo puede apañárselas nuestro cerebro para hacer lo que dices que la naturaleza humana hace (ya sea reconocer el mandato absoluto del deber moral, o poseer una tendencia al enriquecimiento aunque sea a costa de los demás)? (pregunta que, como veremos enseguida, no es en el fondo tan peligrosa como Guzmán supone). De todas formas, la similitud de los dos métodos queda más patente cuando comprobamos que, en general, los filósofos que “desvarían a mariposa” tienen a fin de cuentas la esperanza, no sólo de aniquilar los fundamentos “corrompidos” de la sociedad en la que les ha tocado vivir, sino, sobre todo, la de cambiarlos por otros “mejores”: una sociedad sin explotación, o un mundo de “espíritus libres”. Habría, por tanto, en el tercer estilo filosófico analizado por Guzmán, el mismo viejo sueño de hallar algún criterio absoluto que nos permitiese asegurar cuáles son los fundamentos “adecuados” para cargar con nuestras vidas.
Este sueño es el que, en la larga historia de la filosofía, se abandona (no me atrevo a asegurar que definitivamente) nada más que con el cuarto estilo, el de “braza”. Los movimientos un tanto más finos, lentos y delicados de los nadadores al usar dicho estilo, que Guzmán califica groseramente como “afeminado” en comparación con los otros tres, le sirven para pergeñar una burda metáfora, según la cual las últimas corrientes filosóficas (y, por supuesto, no me refiero a los rescoldos o a los vástagos actuales de los “estilos” cuyo origen es más antiguo, sino que hablamos de las formas de pensamiento realmente novedosas, surgidas en las últimas cinco o seis décadas) pecarían también de un cierto grado de afeminamiento. Lo cual, digámoslo enseguida, le deja al lector completamente turulato, porque ¿no estaban desencaminados los “aguerridos” estilos antiguos precisamente por su pretensión de buscar los fundamentos últimos de las cosas? Y entonces, ¿qué demonios puede tener de malo el que muchos filósofos contemporáneos reconozcan (como hacen a coro todos los que, según Guzmán, “desvarían a braza”) que la propia noción de “fundamento” es un error, el error capital de la filosofía, y que debemos aprender a vivir y a pensar sin ella (sin la noción, no digo sin la filosofía, aunque vete a saber)? Pero, ¡ah!, Silvestre Guzmán nos enseña rápidamente por qué este pensamiento “débil”, “post-moderno”, “post-ilustrado” o “evanescente”, tampoco puede ser de su agrado: porque, con el agua de la bañera de los “principios últimos”, estos autores han tirado al desagüe el niño querido de Guzmán, la validez de los conocimientos científicos, y en eso sí que no puede transigir nuestro autor, faltaría más.
Salud:
ResponderEliminarCon todos mis respetos, crucifiquen de una vez al tal Silvestre Guzmán para que el alma en pena de este personaje pueda descansar en paz de una p... vez, por favor. Y me refiero a una "cricifixión" virtual, no real. Un tipo que causa tal infelicidad en la gente no puede polular por el mundo. ¡Qué sufrimiento, por Dios! ¡Qué traumas! No me explico por qué no tiró el libro a la basura y nos ahorró sus tormentos. ¡Ah, era un trabajo que consistía en "leer" semejante bazofia a sus ojos! (y el tipo fue tan tonto que se la tragó enterita).
No sé que da en la nariz que debería de reescribir su Filosofía contada a los imbéciles y comenzar a reconocer su error antes de enunciar los de los demás (que probablemente son muy abundantes).
Don Jesús, yo no soy nadie para decir cómo llevar su blog, pero estas entradas (y van 15), en mi humilde opinión, le hacen un flaco favor a la trayectoria del mismo.
Paciencia, Carlos, ya queda poco. Dejémosle a Onésimo Bonome terminar su diatriba. Ya daremos la voz a Silvestre Guzmán más adelante (si quiere).
ResponderEliminarHabra algún día en el que cuando alguien califique un estilo de pensamiento de "afeminado" se le pueda preguntar con tranquilidad qué quiere decir eso concretamente, o se le pueda dar las gracias por el elogio.
ResponderEliminarHabrá un día en que todos, al levantar la vista, etc., veremos una tierra en la que que algo tienda a la feminidad, metafóricamente hablando, no sea perpetrado ni recibido como un insulto que hay que vengar.
... O eso espero. Varias décadas de lectora me guiñan el ojo con recochineo, pero mientras hay lectura, hay esperanza.
Me pregunto, por otro lado, si Guzmán y el dueño de esta casa no van algo atrasados en el estilo de sus prejuicios. Hoy en día, la moda es adjudicar la intuición evanescente, la lógica difusa, la visión mental en varias dimensiones y otras facultades mentalmente blandas y flexibles al cerebro específicamente masculino, mientras que el femenino, por lo visto, está más limitado al razonamiento férreamente sintáctico y a la lógica estricta y secuencial.
Que hay que aggiornarse. ;-)
Pues sí, me temo que el Guzmán debe ser un poquillo carca. O bueno, a lo mejor es sencillamente que tiene algunos tics machistas.
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