Reconozco que muchas de las contribuciones de la filosofía post-moderna me parecen tan inaceptables como a nuestro autor, y que ello es debido, en parte, a razones análogas a las suyas: la insistencia de muchos filósofos e intelectuales de las últimas generaciones en que no es posible distinguir entre la “realidad” y el “simulacro”, y en que, más bien, todo son “simulacros”, “espectros”, y no hay en parte alguna nada que tenga las cualidades de lo que antaño se llamó “realidad”: la presencia, el Ser de las cosas, la certidumbre de nuestra comprensión de ellas. No hay Verdad con mayúscula, sino sólo opiniones con más o menos fuerza y capacidad de convicción; no hay razonamiento ni diálogo, sino publicidad explícita o subliminal; no hay una estructura social lo suficientemente estable como para que su conocimiento nos sirva para mejorarla, sino que todo lo sólido se desvanece enseguida en el aire; y por supuesto, no hay Bien, y mucho menos Mal... salvo si el mismo Mal es todo lo que somos y lo que nos rodea. Estas imágenes (que a sí mismas se niegan la categoría de discursos racionales) son peligrosas en grado sumo, ya que nos dejan desarmados por completo ante los graves problemas sociales, políticos y económicos en que andamos inmersos un día sí y al otro también. Si la crítica de los fundamentos (esto es, de la idea misma de fundamento) va a servirnos únicamente para decir, ¡para justificar!, que todo vale, que todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, que diría el tango, entonces deberemos usar todas nuestras armas intelectuales para combatir a estos nuevos relativistas. ¡Y no porque critiquen la validez de las teorías científicas (que parece lo único que preocupa a Guzmán), sino porque atentan gravemente contra la dignidad de los seres humanos! La cuestión es que, por fortuna, no todos los filósofos post-modernos, y ni siquiera los que han gozado de más renombre, han llegado a esas conclusiones. Su punto de vista es más bien el de que la búsqueda de un Fundamento absoluto para el conocimiento científico, para la moral, y para el orden de las sociedades, ha sido demasiadas veces, a lo largo de la historia, una mera excusa para justificar un tipo determinado de moral, de régimen social y económico, y en esta época en la que el mayor reto de la Humanidad es el de construir un mundo único en el que encuentren su acomodo formas de vida tan diferentes entre sí como las existentes y como las que puedan surgir de sus entrecruzamientos, en esta época en la que la apertura a otras cosmovisiones es nuestro imperativo principal, es mucho más útil una filosofía que renuncie a monopolizar la posesión de la Verdad y el Bien, que una que intente lo contrario. Los “nadadores a braza”, tan ridiculizados por Guzmán, son tal vez quienes más fácilmente pueden ayudar a que Occidente recoja a los náufragos que llegan a sus costas desfallecidos, y los acoja hospitalariamente suavizando los filos, suyos y nuestros, con los que tan peligroso les resulta y nos resulta chocar. En cambio, el positivismo de autores como Silvestre Guzmán, con su dogmática visión de la ciencia como la única imagen racional del mundo, no puede proponer ningún remedio a estos problemas; no puede siquiera dar cuenta de su gravedad.
[CONTINUARÁ]
Salud:
ResponderEliminarUna de las cuestiones traídas aquí por el autor de esta Filosofía contada a los imbéciles ha sido el famoso Mito de la Caverna de Platón (no precisamente en esta entrega), en la que ha metido en medio de su excelsa redacción crítica; cosa que no podemos decir lo mismo de su argumentación probatoria cargada de subterfugios 'ad hominem', donde lo único que quiere poner de manifiesto es la existencia de los juicios morales y su validez filosófica (o algo parecido). Por mi parte no voy a entrar en semejante disquisición.
El 'mito' puede tener varias consideraciones. El que nos concierne de Platón, hay dos visiones diferentes: la sincrónica y correspondiente a los tiempos en que vivió el griego y, la asíncrona o actual. En la sincrónica, el 'mito' es trágico al final, pues el prisionero que logró escapar, vuelve para contar a los otros lo que ha visto fuera de la Caverna; siendo asesinado por sus compañeros de cautiverio y, quizás, una reminiscencia de su maestro Sócrates o de su propio exilio ("nadie es profeta en su tierra").
En la perspectiva actual, el 'mito' es una ficción que intenta significar algo. Mientras que en la versión sincrónica, el drama daba la dimensión catártica para la comprensión, en la asíncrona, se ha desdramatizado y no hay tragedia alguna: son una suerte de sombras chinescas sin más historia. Lo que resulta relevante es el "mundo de las ideas" platónico, que es el que se eleva por encima de la Caverna y de las sombras chinescas.
Sin embargo, como en cualquier versión cinematográfica, sin drama (o sin trama), nos quedamos tan solo con unos fotogramas que no sienten ni padecen. Con lo cual, nos quedamos sin la moraleja que, para entenderla, hay que sentir y padecer de algún modo o manera.
Las emociones humanas, aunque culturalmente mediatizadas, están genéticamente programadas en menor o mayor medida. En qué grado interactúa ambiente o genética, y qué factores influyen en cada uno de ellos, es lo que las ciencias tratan de descubrir y describir.
Y del mismo modo que hoy se puede prescindir del 'mito de Adán y Eva' por inútil, es factible que la concepción de "moral" sea modificable en un futuro no muy lejano (salvo por los fundementalistas, claro).