Primera parte: Ciencia y filosofía
Segunda parte: "Regalo de Reyes" y más cosas
29 de julio de 2013
20 de julio de 2013
Entrevista en "Ciencia sin nombre" sobre periodismo científico y más cosas
El pasado 9 de julio me hicieron una larga entrevista en el programa "Ciencia sin nombre", de Radio Villafranca. Se trató sobre todo acerca de la situación de la ciencia y la cultura científica en España, y sobre periodismo científico, pero también hubo un hueco para hablar de algunos de mis libros.
16 de julio de 2013
¿Las personas más inteligentes nos están volviendo más tontos?
Un comentario mío a un (bastante) absurdo artículo en El Confidencial.
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/07/16/como-las-personas-mas-inteligentes-del-mundo-nos-estan-haciendo-mas-tontos-124691/
El autor del artículo debe de ser poco consciente de que la extraordinaria falta de argumentaciones rigurosas y de ideas intelectualmente sólidas en su texto son a la vez un ejemplo y un contraejemplo de aquello de lo que está hablando.
Son un ejemplo porque da muestra de la debilidad intelectual que aqueja al campo de las humanidades: un razonamiento espurio, sin ganas ni capacidad de profundizar en las causas y consecuencias, y basado poco más que en la lectura sesgada de unos pocos artículos igual de sesgados.
Es un contraejemplo porque de ninguna manera es verdad que la disminución de la influencia social y cultural de la filosofía y las humanidades sea un hecho constatado (más al
lá de una mera impresión), sea un hecho indeseable (las ideas filosóficas -incluyendo las religiosas, políticas, etc.- han causado bastantes desvaríos históricos como para decidir a priori que su amortiguación vaya a ser mala en términos netos), implique que nos hacemos más tontos (¿cómo está tan seguro de que los más tontos no eran los de antes?), o se deba a las causas que indica (¿seguro que son "los más inteligentes" de la lista citada quienes "hacen más tontos" a los demás?).
Un poco de seriedad, por favor
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/07/16/como-las-personas-mas-inteligentes-del-mundo-nos-estan-haciendo-mas-tontos-124691/
El autor del artículo debe de ser poco consciente de que la extraordinaria falta de argumentaciones rigurosas y de ideas intelectualmente sólidas en su texto son a la vez un ejemplo y un contraejemplo de aquello de lo que está hablando.
Son un ejemplo porque da muestra de la debilidad intelectual que aqueja al campo de las humanidades: un razonamiento espurio, sin ganas ni capacidad de profundizar en las causas y consecuencias, y basado poco más que en la lectura sesgada de unos pocos artículos igual de sesgados.
Es un contraejemplo porque de ninguna manera es verdad que la disminución de la influencia social y cultural de la filosofía y las humanidades sea un hecho constatado (más al
lá de una mera impresión), sea un hecho indeseable (las ideas filosóficas -incluyendo las religiosas, políticas, etc.- han causado bastantes desvaríos históricos como para decidir a priori que su amortiguación vaya a ser mala en términos netos), implique que nos hacemos más tontos (¿cómo está tan seguro de que los más tontos no eran los de antes?), o se deba a las causas que indica (¿seguro que son "los más inteligentes" de la lista citada quienes "hacen más tontos" a los demás?).
Un poco de seriedad, por favor
14 de julio de 2013
Microfilosofía
Os dejo el enlace a un reciente artículo en la revista Microfilosofía sobre el debate acerca de la "mercantilización" de la ciencia que mantuve con Fernando Broncano hace unos años.
http://www.microfilosofia.com/2013/07/un-debate-entre-la-privatizacion-de-la.html
http://www.microfilosofia.com/2013/07/un-debate-entre-la-privatizacion-de-la.html
10 de julio de 2013
Deflating truth (1)
Mi nueva entrada en Mapping Ignorance, de vuelta a la filosofía tras la excursión sobre la historia del islam.
9 de julio de 2013
Historia y leyenda en los orígenes del islam (y 4)
Esta es la última entrada de mi serie sobre los orígenes del islam, en Mapping Ignorance:
http://mappingignorance.org/2013/06/20/history-and-legend-in-the-origins-of-islam-and-iv/
4) En la época de Mahoma, el alfabeto árabe no contenía aún marcas para las vocales; es más, algunos grupos de consontantes se escribían exactamente de la misma forma (p.ej., los símbolos para los sonidos b, t, th y n). Un siglo después, más o menos, este problema empezó a resolverse gracias al uso de puntos diacríticos, pero entretanto debió de implicar que las primeras copias escritas de las suras serían relativamente difíciles de interpretar por sus lectores. Esos documentos debieron de servir más bien como ayuda para recordar un texto aprendido de memoria, que como un documento útil para quienes no se lo supieran ya. A medida que el conocimiento del texto del Corán empezó a expandirse en el espacio y en el tiempo, más y más gente tuvo que basarse en el formato escrito, tal y como demuestra la preocupación sobre una edición "correcta" del Corán por parte de las autoridades musulmanas a partir de mediados del siglo VII. Esto significa que debió de haber abundantes ocasiones para la confusión en la interpretación de los textos, durante al menos un siglo. La tradición islámica reconoce esta situación a través de múltiples historias, tal vez legendarias pero con algún fundamento histórico. Por ejempo, bajo el reinado de Uthman, el tercer califa (644-656 DC, 22-35 AH), la tradición afirma que se formó un comité para establecer una versión autoritativa del Corán; varias copias de esa versión se enviaron a los rincones del nuevo imperio árabe, y todas las demás copias escritas que existían de las recitaciones de Mahoma se mandaron destruir. Esto significa, obviamente, que algunas versiones divergentes de las suras debían ya de existir en una época tan temprana, aunque la tradición afirma que sus diferencias con la edición ortodoxa se limitaban a asuntos de pronunciación o diferencias dialectales (en la edición ortodoxa, el dialecto quraishí, de la región de la Meca, fue privilegiado, al asumirse que era aquel en el que el propio Mahoma había hecho las recitaciones originales). Lo cierto es que la ortodoxia islámica acepta aún hoy en día lo que llama "las Siete Lecturas", es decir, siete formas posibles de pronunciar el texto del Corán según divergencias dialectales, lo que hace sospechar que las versiones supuestamente destruidas por Uthman debían de ser diferentes en aspectos algo más que puramente dialectales). Se conservan al menos dos copias antiquísimas del Corán que la tradición afirma que corresponden a aquella edición uthmaniana: el manuscrito de Topkapi (Estambúl) y el de Samarcanda (Tashkent, Uzbekistan), aunque su estudio califráfico sugiere que no pueden proceder de antes del final del siglo VII, es decir, medio siglo después de la supuesta fecha. Sea como sea, la verdad es que no hay ninguna prueba documental (sólo ta tradición) de que el Corán haya sido codificado en tiempos de Uthman en su versión actual, pues los únicos manuscritos conocidos (con la posible excepción de algunos pergaminos descubiertos en la mezquita yemení de Saná hace unos cuarenta años, que aún requieren un comprehensivo estudio filológico y paleográfico) datan de entre medio siglo y un siglo después de la muerte de Uthman, y lo que es tal vez más importante, las primeras referencias históricas al Corán entendido como una colección completa y definitiva de suras, también datan de esa misma época. Recuérdese, como vimos en la primera entrada, que incluso hacia 730 CE los contemporáneos se referían a los textos sagrados musulmanes como suras individuales, no como formando un único libro.
5) La dificultad de comprender muchas partes del Corán en una lectura directa (es decir, sin la ayuda del trabajo de los exégetas), y la posibilidad de que algunas letras, palabras o frases hayan sido confundidas por los primeros musulmanes, ha estimulado un puñado de teorías "alternativas" o "revisionistas" sobre el origen y la compilación del libro sagrado. La más famosa de esas teorías ha sido la propuesta por el autor alemán Christoph Luxenberg (de nuevo, se trata de un seudónimo). Su revolucionario método consiste en intentar, primero, de dar sentido a los textos oscuros cambiando los puntos diacríticos (lo que transforma una palabra en otra, en general cambiando las vocales pero dejando las mismas consonantes, salvo cuando éstas se escribían igual). Si todas las combinaciones admisibles de modificación conducen también a un sinsentido, Luxenberg considera la posibilidad de que la palabra no sea árabe, sino siro-aramea (una lengua que era, después de todo, la koiné utilizada en oriente medio en la época). Sorprendentemente, algunos de los pasajes oscuros parecen tener mucho más sentido gracias a esta hipótesis. De hecho, la misma palabra "corán" viene del arameo "queryana" ("leccionario" o "misal", es decir, un libro cristiano de oraciones), y es más apropiada originalmente para una colección de textos preparados para ser leídos en voz alta ("recitados") en ceremonias religiosas, que para una colección de discursos orales (aunque, por supuesto, la palabra terminaría tomando este último significado en árabe clásico). Luxenberg intenta mostrar que muchas de las suras, o algunas de sus partes, son probablemente traducciones modificadas de textos religiosos cristianos (seguramente no ortodoxos, tal vez monofisitas) que serían usados en algunas de las numerosas comunidades cristianas que existían en los siglos VI y VII en lo que hoy son Palestina, Israel, Jordania, Siria y Arabia. Por ejemplo, Luxenberg argumenta que la sura 97 ("El Destino" o "La Noche de Poder") sería realmente la traducción de un texto que aludía a la fiesta de Navidad. Pero lo más famoso, debido a su recepción en los medios de comunicación, ha sido la hipótesis de que las huríes-de-ojos-grandes mencionadas varias veces en el Corán como las jóvenes doncellas que esperan en el paraíso a los mártires de la jihad, serían en realidad la transliteración de la palabra aramea para "racimos de uvas blancas", que es una interpretación que encaja mejor con el resto del texto en el que aparece la expresión. Las tesis de Luxenberg han sido recibidas, por supuesto, con gran escepcicismo, incluso por muchos estudiosos occidentales, sobre todo por carecer de referencias históricas al contexto cultural y político, y por falta de sistematicidad filológica (p.ej., no discute otros posibles dialectos arameos). Estas tesis, de todas formas, deben ser examinadas una por una en función de la evidencia disponible.No sería una sorpresa para los expertos en historia de la cultura, que algunos o muchos de los contenidos textuales del Corán derivasen de manera directa o indirecta del medio judio o cristiano que preexistía en muchas de las comunidades de los siglos VI y VII en Arabia y sus alrededores, de la misma manera que gran parte del contenido narrativo de muchas suras trata precisamente sobre personajes bíblicos. Por desgracia, sólo el descubrimiento de más manuscritos procedentes de aquella época podría servir para decidir de manera científica esta fundamental cuestión.
http://mappingignorance.org/2013/06/20/history-and-legend-in-the-origins-of-islam-and-iv/
4) En la época de Mahoma, el alfabeto árabe no contenía aún marcas para las vocales; es más, algunos grupos de consontantes se escribían exactamente de la misma forma (p.ej., los símbolos para los sonidos b, t, th y n). Un siglo después, más o menos, este problema empezó a resolverse gracias al uso de puntos diacríticos, pero entretanto debió de implicar que las primeras copias escritas de las suras serían relativamente difíciles de interpretar por sus lectores. Esos documentos debieron de servir más bien como ayuda para recordar un texto aprendido de memoria, que como un documento útil para quienes no se lo supieran ya. A medida que el conocimiento del texto del Corán empezó a expandirse en el espacio y en el tiempo, más y más gente tuvo que basarse en el formato escrito, tal y como demuestra la preocupación sobre una edición "correcta" del Corán por parte de las autoridades musulmanas a partir de mediados del siglo VII. Esto significa que debió de haber abundantes ocasiones para la confusión en la interpretación de los textos, durante al menos un siglo. La tradición islámica reconoce esta situación a través de múltiples historias, tal vez legendarias pero con algún fundamento histórico. Por ejempo, bajo el reinado de Uthman, el tercer califa (644-656 DC, 22-35 AH), la tradición afirma que se formó un comité para establecer una versión autoritativa del Corán; varias copias de esa versión se enviaron a los rincones del nuevo imperio árabe, y todas las demás copias escritas que existían de las recitaciones de Mahoma se mandaron destruir. Esto significa, obviamente, que algunas versiones divergentes de las suras debían ya de existir en una época tan temprana, aunque la tradición afirma que sus diferencias con la edición ortodoxa se limitaban a asuntos de pronunciación o diferencias dialectales (en la edición ortodoxa, el dialecto quraishí, de la región de la Meca, fue privilegiado, al asumirse que era aquel en el que el propio Mahoma había hecho las recitaciones originales). Lo cierto es que la ortodoxia islámica acepta aún hoy en día lo que llama "las Siete Lecturas", es decir, siete formas posibles de pronunciar el texto del Corán según divergencias dialectales, lo que hace sospechar que las versiones supuestamente destruidas por Uthman debían de ser diferentes en aspectos algo más que puramente dialectales). Se conservan al menos dos copias antiquísimas del Corán que la tradición afirma que corresponden a aquella edición uthmaniana: el manuscrito de Topkapi (Estambúl) y el de Samarcanda (Tashkent, Uzbekistan), aunque su estudio califráfico sugiere que no pueden proceder de antes del final del siglo VII, es decir, medio siglo después de la supuesta fecha. Sea como sea, la verdad es que no hay ninguna prueba documental (sólo ta tradición) de que el Corán haya sido codificado en tiempos de Uthman en su versión actual, pues los únicos manuscritos conocidos (con la posible excepción de algunos pergaminos descubiertos en la mezquita yemení de Saná hace unos cuarenta años, que aún requieren un comprehensivo estudio filológico y paleográfico) datan de entre medio siglo y un siglo después de la muerte de Uthman, y lo que es tal vez más importante, las primeras referencias históricas al Corán entendido como una colección completa y definitiva de suras, también datan de esa misma época. Recuérdese, como vimos en la primera entrada, que incluso hacia 730 CE los contemporáneos se referían a los textos sagrados musulmanes como suras individuales, no como formando un único libro.
5) La dificultad de comprender muchas partes del Corán en una lectura directa (es decir, sin la ayuda del trabajo de los exégetas), y la posibilidad de que algunas letras, palabras o frases hayan sido confundidas por los primeros musulmanes, ha estimulado un puñado de teorías "alternativas" o "revisionistas" sobre el origen y la compilación del libro sagrado. La más famosa de esas teorías ha sido la propuesta por el autor alemán Christoph Luxenberg (de nuevo, se trata de un seudónimo). Su revolucionario método consiste en intentar, primero, de dar sentido a los textos oscuros cambiando los puntos diacríticos (lo que transforma una palabra en otra, en general cambiando las vocales pero dejando las mismas consonantes, salvo cuando éstas se escribían igual). Si todas las combinaciones admisibles de modificación conducen también a un sinsentido, Luxenberg considera la posibilidad de que la palabra no sea árabe, sino siro-aramea (una lengua que era, después de todo, la koiné utilizada en oriente medio en la época). Sorprendentemente, algunos de los pasajes oscuros parecen tener mucho más sentido gracias a esta hipótesis. De hecho, la misma palabra "corán" viene del arameo "queryana" ("leccionario" o "misal", es decir, un libro cristiano de oraciones), y es más apropiada originalmente para una colección de textos preparados para ser leídos en voz alta ("recitados") en ceremonias religiosas, que para una colección de discursos orales (aunque, por supuesto, la palabra terminaría tomando este último significado en árabe clásico). Luxenberg intenta mostrar que muchas de las suras, o algunas de sus partes, son probablemente traducciones modificadas de textos religiosos cristianos (seguramente no ortodoxos, tal vez monofisitas) que serían usados en algunas de las numerosas comunidades cristianas que existían en los siglos VI y VII en lo que hoy son Palestina, Israel, Jordania, Siria y Arabia. Por ejemplo, Luxenberg argumenta que la sura 97 ("El Destino" o "La Noche de Poder") sería realmente la traducción de un texto que aludía a la fiesta de Navidad. Pero lo más famoso, debido a su recepción en los medios de comunicación, ha sido la hipótesis de que las huríes-de-ojos-grandes mencionadas varias veces en el Corán como las jóvenes doncellas que esperan en el paraíso a los mártires de la jihad, serían en realidad la transliteración de la palabra aramea para "racimos de uvas blancas", que es una interpretación que encaja mejor con el resto del texto en el que aparece la expresión. Las tesis de Luxenberg han sido recibidas, por supuesto, con gran escepcicismo, incluso por muchos estudiosos occidentales, sobre todo por carecer de referencias históricas al contexto cultural y político, y por falta de sistematicidad filológica (p.ej., no discute otros posibles dialectos arameos). Estas tesis, de todas formas, deben ser examinadas una por una en función de la evidencia disponible.No sería una sorpresa para los expertos en historia de la cultura, que algunos o muchos de los contenidos textuales del Corán derivasen de manera directa o indirecta del medio judio o cristiano que preexistía en muchas de las comunidades de los siglos VI y VII en Arabia y sus alrededores, de la misma manera que gran parte del contenido narrativo de muchas suras trata precisamente sobre personajes bíblicos. Por desgracia, sólo el descubrimiento de más manuscritos procedentes de aquella época podría servir para decidir de manera científica esta fundamental cuestión.
8 de julio de 2013
Historia y leyenda en los orígenes del islam (3)
Esta es la nueva entrega en Mapping Ignorance.
En las últimas entradas de esta
serie sobre los orígenes del Islam exploraremos parte de la información
contenida en, o directamente conectada con, el propio Corán. Tal como expliqué
en el último artículo, el Sagrado Corán es el único documento árabe importante
que poseemos escrito en el siglo VII. Incluso la mayoría de las inscripciones
en piedra escritas en árabe más antiguas no lo son mucho más. Algunas (que aún
no usan el alfabeto árabe, sino una forma de alfabeto nabateo-arameo) proceden
del siglo IV. El propio alfabeto árabe tuvo que esperar aún uno o dos siglos
para empezar a desarrollarse, sobre todo en lo que hoy son Jordania y el sur de
Siria, y fue al principio utilizado principalmente en inscripciones
indudablemente cristianas. Tal como veremos, el hecho de que la escritura árabe
aún no se hubiera desarrollado totalmente en el siglo VII origina un montón de
problemas para la correcta interpretación del Corán y para la investigación
sobre sus orígenes.
El Corán no fue escrito
originalmente como un libro completo. De hecho, según la tradición musulmana,
al principio no fue ni siquiera escrito, sino recitado oralmente (“corán”
significa “recitación”) por el propio Mahoma (o, primero, por el arcángel
Gabriel al Profeta), y por sus discípulos, y sólo después comenzaron algunos de
éstos a preocuparse de transcribirlo, con el fin de preservar su recuerdo con
tanta precisión como fuera posible. Las recitaciones de Mahoma no tenían ningún
orden “lógico” o “temático”, sino que parecían responder a hechos o situaciones
particulares, sobre las cuales el Corán resulta profundamente oscuro. La
edición tradicional del “Libro” recoge las “revelaciones” individuales (o
“versos”, i.e., “ayas”, o “señales”) en 114 “capítulos” (“suras”) con cierta
unidad temática cada uno, pero esos “capítulos” no están a su vez recogidos en
ningún orden cronológico, temático o sistemático, sino sencillamente ordenados
de mayor o menor longitud. La tradición islámica clasifica también las suras
según si (se cree) fueron “reveladas” antes o después de la hégira (622 DC), es
decir, según si proceden de la época de Mahoma en la Meca o en Medina. Esta
división entre suras mequíes y mediníes se hizo en parte por razones
estilísticas (las primeras tienden a usar versos cortos y emplean un
vocabulario ligeramente distinto –p.ej., el nombre al-Rahmán-, “el
misericordioso”, para Dios), pero también por razones de exégesis: según la
doctrina de la “abrogación”, las revelaciones posteriores pueden “abrogar” (“revocar”
o “corregir”) el mensaje de las anteriores, de tal modo que, en caso de
contradicción entre dos suras o versos, los exégetas musulmanes pueden
argumentar que una de ellas fue revelada después, y por lo tanto es la que debe
ser preferida como interpretación de la voluntad de Dios.
De todas formas, a falta de casi
cualquier evidencia sobre la validez de la tradición islámica sobre la historia
del Corán, los estudiosos contemporáneos han intentado escudriñar el libro en
búsqueda de algunas pistas sobre sus posibles orígenes, influencias y
circunstancias de su edición. Esta búsqueda ha llevado a proponer varias
teorías que, por desgracia, permanecen aún en un estado muy especulativo. Presentaremos
en estas dos últimas entradas los principales hechos en los que se basan estas
teorías.
1) Siendo la priemra y la más
importante obra compuesta en árabe, es comprensible que, quien quiera que haya
sido el autor (o autores) del Corán, estuviese orgulloso de su uso de la lengua
árabe. De este modo, el Corán menciona muchas veces que ha sido transmitido “en
árabe claro y puro”… de hecho, la sensación que da es que lo dice demasiadas veces. Esta insistencia es
extraña si pensamos sobre todo que el Corán era, supuestamente, una recitación
oral: “Pues claro que estoy oyendo que me estás hablando en árabe; ¿por qué
insistes tan a menudo en ese hecho tan obvio?”, podríamos pensar que sería la
reacción de algunos “oyentes”. Según Spencer, “cuando el Corán insiste
repetidamente en que está escrito en árabe, no es irrazonable concluir que tal
vez alguien, en algún lugar, estaba afirmando que el Corán no estaba en árabe
en absoluto. Se necesita enfatizar un punto sólo cuando es controvertido… Puede
ser, por tanto, que el Corán insista tan a menudo sobre su esencia árabe porque
éste era un aspecto que alguien estaba poniendo en duda”. Volveremos a este
tema en la próxima entrada.
2) Aunque obviamente el Corán
está en árabe, lo que no resulta nada obvio es que esté en árabe claro, como repetidamente se afirma en
el libro. Como el filólogo Gerd Puin ha dicho, “si uno lee el Corán, se dará
cuenta de que más o menos una frase de cada cinco no tiene el menor sentido… El
hecho es que una quinta parte del texto coránico es simple y llanamente incomprensible”. Esto se debe a muchos tipos de
problemas lingüísticos: términos que sólo aparecen en el Corán y que es difícil
saber qué pueden significar, inconsistencias semánticas y sintácticas, elipsis,
anacolutos, etc. A causa de esto, la traducción del Corán es particularmente
problemática, y es tal vez una de las razones por las que los musulmanes
rechazan con tanta intensidad que se traduzca su libro sagrado. Los exégetas
islámicos han sido profundamente conscientes de esta situación desde el
principio, pues su trabajo ha consistido precisamente en intentar explicar qué es lo que dice el Corán. De
hecho, prácticamente ningún musulmán puede entender directamente lo que dice el
Corán, salvo gracias al trabajo de los exégetas. Naturalmente, la exégesis de libros
sagrados no es exclusiva del Islám, pero en el caso de la Biblia, por ejemplo,
lo que intenta la exégesis es generalmente explorar el “significado oculto” de
un texto (p.ej., un mensaje moral o profético), que a menudo se piensa que es
muy diferente del “significado aparente” de ese mismo texto. En el caso del
Corán, el problema es, en cambio, que a menudo no hay nada como el “significado
aparente”. Esto no significa, por supuesto, que esas partes difíciles de entender
carezcan de una gran fuerza retórica o no puedan ser poéticamente sublimes.
3) Otra característica del Corán muy
frustrante (sobre todo para los lectores occidentales) es el hecho de que no básicamente
contiene ninguna referencia a la realidad social, histórica o política en la
que fue redactado. La mayor parte de las referencias a personajes
específicamente identificables es, de hecho, a nombres bíblicos, desde Adán a Jesús. Moisés, en particular, es el nombre
más citado en el Corán, tal vez como paradigma del tipo de
profeta/hombre-de-estado que Mahoma reclamaba para sí mismo. En cambio, el
propio Mahoma es citado sólo un puñado de veces, y en muchas ocasiones el texto
se refiere al “Mensajero” (Rasul)
como la persona a quien se está dirigiendo quien habla, o la persona de cuyas acciones
se trata, aunque, como vimos, muhammad
significa en árabe “bendito”, de modo que no es en absoluto claro si la palabra
se estaba usando originalmente como un nombre propio, o como una alabanza al “mensajero
de Dios”, quienquiera que éste pudiera
ser. Esta falta de referencias a acontecimientos contemporáneos que
pudieran ser contrastados mediante fuentes independientes hace prácticamente
imposible la datación de las suras, así como determinar el lugar o lugares de
su composición. El hallazgo afortunado de un texto siríaco titulado Leyenda de Alejandro a finales del siglo
XIX ha proporcioando una de las pocas oportunidades (si no la única) para datar
una sura en particular. Existe un paralelo muy estricto entre algunas partes de
ese texto y la sura 18:83-102 (sura de La
Caverna); el texto parece ser un resumen de las “profecías” que el texto
siríaco atribuye a Alejandro Magno (en el Corán se denomina a ese personaje “el
de los Dos Cuernos”, de forma muy parecida a cómo Alejandro era representado en
algunas monedas, con dos cuernos de carnero que probablemente indicaban el
poder del sol). La Leyenda de Alejandro
fue muy probablemente compuesta en el norte de Siria para conmemorar la
victoria del emperador bizantino Heraclio sobre los persas y la recuperación de
Jerusalén, hacia el año 630. Se trata de un texto apocalíptico que se hizo muy
popular en las décadas siguientes, y que mezcla algunas hazañas de Alejandro
con varias profecías cristianas, con la intención de demostrar que el choque
enre los imperios bizantino y persa, los ataques de las tribus nómadas de Asia
central en Oriente Medio, así como otros “signos”, estaba todo ello anunciado
el fin de los tiempos. El resumen del texto que ofrece el Corán comparte esta
intención apocalíptica, aunque eliminando de ella todas las referencias o
interpretaciones específicamente cristianas. No puede ponerse en duda que la
versión del Corán se deriva (con alta probabilidad directamente, debido al
estrecho paralelismo entre las frases de ambos textos) de la obra siria. Esto no
hace imposible que la sura de La Caverna
haya sido compuesta por Mahoma en sus últimos años (recordemos que se dice que
murió en 632 DC), aunque dos años parecen muy poco tiempo para que la Leyenda de Alejandro haya podido
circular desde Edesa (ahora en el sur de Turquía) hasta la Meca de una forma
tan detallada como para explicar los enormes paralelismos entre ambos textos.
Otras posibilidades son, p.ej,. que Mahoma hubiese vivido más tiempo (recordar
que el libro Doctrina Jacobi
mencionaba hacia 635-640 a un profeta todavía vivo, que comandaba a los árabes en
la invasión de Palestina), o que la sura haya sido escrita por alguna otra
persona más adelante. Cualquiera que sea la verdadera explicación, de todos
modos, el hecho es que la cronología de la Leyenda de Alejandro es incompatible
con la adscripción de la sura de La
Caverna al período mequí (tal como hace la tradición exegética musulmana),
un período que supuestamente finalizó en el año 622, mucho antes de la toma de
Jerusalén por los bizantinos.
4 de julio de 2013
Mato, no Mato, datisdecuéstion
El día antes de irse de vacaciones para quitarse un poco del moreno, la ministra Ana Mato se encuentra encima de su mesa dos propuestas y otra noticia más. Veámoslas una por una.
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1. La empresa farmacéutica ProLife ha desarrollado un tratamiento contra la leucemia de Wilchoski, una rara enfermedad que afecta a niños menores de 12 años, que es mortal en el 100% de los casos en un período máximo de un año desde su diagnóstico, y que afecta a unos 200 niños cada año en España. El tratamiento de ProLife cura la enfermedad, pero cuesta la friolera de 100.000 € por cada paciente. Salvar a todos los niños que mueren por esa forma de leucemia en España en un año costaría, por lo tanto, 20 millones de euros.
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2. Otra empresa farmacéutica, LifePro, ha desarrollado una molécula que, administrada regularmente a las mujeres por vía oral, previene la pérdida espontánea del zigoto o el embrión en las primeras semanas de embarazo. Se calcula que cada año se dan en España unos 100.000 casos, es decir, mujeres que han quedado embarazadas, pero que, incluso sin llegar a darse cuenta de que lo están, pierden espontáneamente el embrión. Si todas las mujeres que mantienen relaciones sexuales con mínima frecuencia y sin usar anticonceptivos (que el estudio calcula en unos 2.000.000 al año) tomasen ese medicamento de forma regular, la tasa de pérdida espontánea de los embriones se reduciría en un 5 %. Es decir, unos 5 mil óvulos fecundados o embriones que ahora no llegan a prosperar, se convertirían en embarazos completos con nacimiento normal. Los expertos de Sanidad consideran que el coste económico sería de unos 20 millones de euros al año. (Bueno, sin sumar el gasto correspondiente al tiempo dedicado por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado a obligar a tomarse la medicina a las mujeres que no quieran hacerlo voluntariamente, pero prescindamos de esos nimios detalles; al menos, los expertos del ministerio, y la propia ministra, no lo han tenido en cuenta al hacer y leer el informe).
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3. La tercera noticia para Ana Mato es un mensaje de Cristóbal Montoro. Le dice que se han equivocado al hacer los presupuestos del ministerio de sanidad, y que disponen de 20 millones de euros más de los que pensaban, pero que no da tiempo a repartirlos entre las partidas existentes del ministerio, porque faltan 10 minutos para que venza un plazo importante dictado por Bruselas, y si no se encuentra una partida nueva a la que dedicarlos, el ministerio pierde esos 20 millones. Tiene que contestar por teléfono ya si tiene alguna iniciativa nueva en la que gastárselos.
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Ana Mato, haciendo honor a la concisión de su nombre y a las prisas por marcharse de vacaciones a algún sitio en el que por fin pueda tomar la sombra, examina un momentito por segunda y última vez las dos propuestas, y ve clara la decisión. Marca desde su móvil el número de Montoro y le responde sin dudar.
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Más:
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Lo confieso, yo soy un asesino en serie.
Los antiabortistas no creen en realidad que un aborto sea un asesinato
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1. La empresa farmacéutica ProLife ha desarrollado un tratamiento contra la leucemia de Wilchoski, una rara enfermedad que afecta a niños menores de 12 años, que es mortal en el 100% de los casos en un período máximo de un año desde su diagnóstico, y que afecta a unos 200 niños cada año en España. El tratamiento de ProLife cura la enfermedad, pero cuesta la friolera de 100.000 € por cada paciente. Salvar a todos los niños que mueren por esa forma de leucemia en España en un año costaría, por lo tanto, 20 millones de euros.
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2. Otra empresa farmacéutica, LifePro, ha desarrollado una molécula que, administrada regularmente a las mujeres por vía oral, previene la pérdida espontánea del zigoto o el embrión en las primeras semanas de embarazo. Se calcula que cada año se dan en España unos 100.000 casos, es decir, mujeres que han quedado embarazadas, pero que, incluso sin llegar a darse cuenta de que lo están, pierden espontáneamente el embrión. Si todas las mujeres que mantienen relaciones sexuales con mínima frecuencia y sin usar anticonceptivos (que el estudio calcula en unos 2.000.000 al año) tomasen ese medicamento de forma regular, la tasa de pérdida espontánea de los embriones se reduciría en un 5 %. Es decir, unos 5 mil óvulos fecundados o embriones que ahora no llegan a prosperar, se convertirían en embarazos completos con nacimiento normal. Los expertos de Sanidad consideran que el coste económico sería de unos 20 millones de euros al año. (Bueno, sin sumar el gasto correspondiente al tiempo dedicado por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado a obligar a tomarse la medicina a las mujeres que no quieran hacerlo voluntariamente, pero prescindamos de esos nimios detalles; al menos, los expertos del ministerio, y la propia ministra, no lo han tenido en cuenta al hacer y leer el informe).
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3. La tercera noticia para Ana Mato es un mensaje de Cristóbal Montoro. Le dice que se han equivocado al hacer los presupuestos del ministerio de sanidad, y que disponen de 20 millones de euros más de los que pensaban, pero que no da tiempo a repartirlos entre las partidas existentes del ministerio, porque faltan 10 minutos para que venza un plazo importante dictado por Bruselas, y si no se encuentra una partida nueva a la que dedicarlos, el ministerio pierde esos 20 millones. Tiene que contestar por teléfono ya si tiene alguna iniciativa nueva en la que gastárselos.
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Ana Mato, haciendo honor a la concisión de su nombre y a las prisas por marcharse de vacaciones a algún sitio en el que por fin pueda tomar la sombra, examina un momentito por segunda y última vez las dos propuestas, y ve clara la decisión. Marca desde su móvil el número de Montoro y le responde sin dudar.
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Más:
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Lo confieso, yo soy un asesino en serie.
Los antiabortistas no creen en realidad que un aborto sea un asesinato
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