28 de marzo de 2013

Entrevista en Filosofipods


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Me han hecho una entrevista en la web Filosofipods, sobre economía del conocimiento científico. Podéis oírla aquí.
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Otras entrevistas
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En "A hombros de gigantes" (RNE), sobre La caverna de Platón y los cuarenta ladrones

En los cursos de verano de Ronda

En las noticias de ABC Punto Radio (R.I.P.), sobre micromecenazgo.

En "Philosophy to go", sobre filosofía en general.

En "Mester de juglaría", ídem.

25 de marzo de 2013

De mentes y quimeras (segunda parte)

No puedo resistir la tentación de colgar aquí mi intercambio de hoy sobre el debate acerca de la mente, el cerebro y el yo en Opus Prima.
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Tienes un problema intelectual, y es la honestidad.

No sólo eso. Además de haber robado 30 millones de euros del cepillo de mi parroquia y habérmelos llevado a las islas Caimán, me dedico frecuentemente a forzar novicias y a amañar partidos de la champions league.
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Es subjetivo y, por tanto, presumiblemente espiritual.
Bueno, eso lo presumirás tú. Para aceptar que existe algo así como lo espiritual, y que además es algo que puede hacer que los impulsos eléctricos de nuestros nervios vayan por un sitio distinto al que determina la distribución de las cargas eléctricas que los rodean, yo, con mi obvia falta de honestidad intelectual, espero que se me presente una demostración científica rigurosa, no entretejida de verbosidad, ni humillada ante conceptos precientíficos ni dogmas religiosos. Tú, que eres mucho más honesto intelectualmente que yo, por supuesto no exiges nada de eso, sino que abres la boca todo lo que haga falta para tragarte una rueda de molino del tamaño de un elefante.
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Lo que no es, 100%, es físico, y esto te crea problemas reconocerlo
Estoy esperando todavía que me enseñes la bibliografía científica donde se prueba con todo el rigor exigible que los acontecimientos cerebrales están causados por una sustancia espiritual. Supongo que tu honestidad intelectual te llevará a recordar dónde estaban esas referencias bibliográficas y colgarlas aquí sin dilación. (De paso, también sería esperable de tu extraordinaria honestidad intelectual una respuesta a la pregunta que te hice sobre mis primos los gemelos: ¿eran un individuo o dos, antes de que se separasen sus cigotos? Y una quimera -o sea, un organismo procedente de más de un cigoto genéticamente distinto-, ¿es un individuo o dos?)
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el tinglado seudocientífico sobre el que estás instalado.
Claro, aceptar la existencia de sustancias espirituales que hacen moverse los iones de nuestras neuronas de forma distinta a como los impulsa a hacerlo la distribución de cargas eléctricas que los rodean, no es seudocientífico, y además, está demostrado en esos muchísimos trabajos científicos publicados en estupendas revistas sobre neurología que dentro de unos minutos estarás colgando en tu blog, ¿verdad?
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la reducción mente-cerebro a procesos físico-químicos no lo defiende ningún científico ni ningún filósofo que se precie de riguroso y académico.
Podemos hacer una apuesta: por cada artículo que encuentres en una revista sobre neurología, de prestigio internacional, que sostenga que los procesos mentales están causados por algo adicional a los procesos físico-químicos que tienen lugar en el organismo, yo te pago un euro. Y tú me pagas un euro a mí por cada artículo que encuentre en el que se defienda lo contrario. Tal vez tu cuenta corriente te obligue a ser un poco menos seudocientífico que tus sesiones de ejercicios espirituales.
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se te da bien intentar presentar la mitología como ciencia 
No tan bien como a los de tu cuerda, que llevan muchos más siglos que yo haciéndolo, claro está.
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Lo que tienes que demostrar, me parece a mí, es lo que dices, que esos iones son tu conciencia y autoconciencia. 
Te empeñas en formular la cuestión torticeramente. Ya te he dicho con esta tres veces que la mente NO ES EL CEREBRO, SINO UNA PARTE DE LA ACTIVIDAD DEL CEREBRO. De hecho, no hay ninguna ENTIDAD que sea “la mente”, como no hay ninguna entidad que sea “la rotación de la tierra” (bueno, tal vez haya algún artículo científico, de esos que estás a punto de colgar aquí, que demuestre que sí que la hay, y que no se reduce a procesos físicos). Lo que hay son PROCESOS MENTALES, como hay procesos respiratorios, procesos digestivos, etc. Nadie niega que existan esos procesos, lo que el sudario que te tapa los ojos te impide reconocer es que esos procesos no pueden estar causados por otra cosa salvo la actividad neuronal, que, como sabemos experimentalmente, es causasuficiente y necesaria de dichos procesos (recuerda lo de la superveniencia: no puede haber un cerebro que sea en todo momento EXACTAMENTE igual que el tuyo a nivel físico, pero que esté teniendo pensamientos, sensaciones, emociones, etc., distintos a los que tienes tú).
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Hace 4 comentarios o más que espero una demostración empírica de que la relación mente-cerebro reducida a procesos físico-químicos es capaz de generar mi reflexión sobre mí mismo y el cerebro.
Alguien que tuviera tanto una dosis mínima de honestidad intelectual y una dosis mínima de razonamiento lógico se daría cuenta de la diferencia, que ya te he explicado más arriba, entre CONOCER LA FORMA EN LA QUE SE PRODUCE ALGO, y SABER QUE HAY FORMAS EN LAS QUE NO SE PUEDE PRODUCIR. No sabemos qué produce la muerte súbita de los bebés, p.ej., pero sabemos que no es el “mal de ojo”. ¿Acaso tienes tú la demostración científica de que la autoconciencia está generada causalmente por una sustancia espiritual, que es capaz de modificar tus procesos cerebrales en contra de las leyes físicas? Lo que me llena de admiración es tu facilidad para pedir pruebas de aquello con lo que no comulgas, pero las tragaderas tan inmensas que tienes para admitir otras cosas que son tan claramente contrarias a lo que conocemos científicamente sobre la naturaleza.
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me gusta hablar de ciencia y filosofía, no de opiniones elevadas a certeza
Hombre, me alegro. Eso quiere decir que en tus próximas entradas y comentarios ya no hablarás de esa no demostrada teoría según la cual existe una entidad espiritual que es la que produce la conciencia.
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después de unos cuantos comentarios ahora ya reconoces que no tienes explicación de lo que defiendes 
Lo que yo defiendo es que ninguna entidad espiritual puede causar que nuestro cerebro haga unas cosas en vez de otras; conocimiento científico para admitir esto lo hay de sobra, pues aún no se ha encontrado en nuestro cerebro ninguna molécula que no SE LIMITE a obedecer las leyes físicas, y TODO el conocimiento científico que tenemos sobre el cerebro apunta a que la conciencia es uno de los resultados de los procesos físico-químicos que tienen lugar en él. Tú haces trampa (te la haces a ti mismo, quiero decir, y eso es lo lamentable) confundiendo la tesis de que “nada que no sea un proceso físico puede influir en que tengamos tales o cuales experiencias mentales” (tesis que es imposible negar a la luz de nuestro conocimiento sobre el cerebro) con la tesis de que “hemos averiguado que el proceso cerebral X es exactamente la forma como se producen las experiencias mentales”. Lo que yo estoy defendiendo es la PRIMERA tesis, no la SEGUNDA. Y obviamente, no hace falta saber lo segundo para saber lo primero. No sabemos CÓMO se origina el cáncer de páncreas, pero sabemos que NO se origina por la acumulación del karma en las reencarnaciones anteriores.
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 los gemelos univitelinos (o bivitelinos) presentan una información genética muy similar, aunque no idéntica, por ello no podemos decir, en ningún caso, que sean verdaderos clones, sino que se parecen
La cuestión no es si los gemelos tienen el mismo ADN o no. Como te dije otra vez, no todas TUS células tienen el mismo ADN, pues cada vez que una célula se subdivide, hay una tasa estadística de error en la copia del ADN, de forma que las mutaciones se van acumulando. Por término medio, cada una de tus células tiene unas cuantas decenas de bases en su ADN que no coinciden con las del resto de tus células. En los gemelos univitelinos ocurre igual (aunque la diferenciación estadística comenzó nueve meses antes), de modo que, en la práctica, si tomas un conjunto de células de cada uno de los dos gemelos, te resultará IMPOSIBLE mediante un análisis genético determinar a cuál de ellos pertenece cada muestra.
Así pues, a menos que estés dispuesto a aferrarte al dogma pseudocientífico de que la “esencia individual” de un individuo viene dada por tener un ADN Y NO OTRO, con lo cual tendrás que concluir que tú no eres UN individuo, sino tantos como MUTACIONES DIFERENTES hay en el ADN de tus células, pues a menos que estés dispuesto a eso, tendrás que admitir que tener un ADN más o menos diferente no es lo que hace que mis dos primos gemelos sean DOS personas, y no una (insisto, si la causa de que son dos personas fuese que su ADN no es exactamente igual, entonces TÚ no serías una persona, sino varios miles).
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Pero lo más grave para tu pseudoteoría sobre la identidad individual no es esto, sino el hecho de que la existencia de gemelos y de quimeras refuta la tesis de que “un individuo es el que es desde el momento de la concepción”. Si esa tesis fuese cierta, entonces, en el momento de la concepción mis primos no eran DOS individuos, sino uno (pues había un solo cigoto); varias horas o días después ese cigoto se dividió y se formaron dos embriones, pero, ¿CUÁL de esos dos embriones era el ÚNICO individuo humano que existía en el momento posterior a la fecundación? Y en el caso de una quimera, en el que ocurre igual (dos óvulos fecundados distintos, que se combinan para formar un solo embrión), hay, según tú, DOS INDIVIDUOS al principio (los dos cigotos genéticamente distintos), pero luego parece que sólo hay un organismo totalmente normal, con un solo cerebro, un solo par de riñones, etc. (sólo que algunas de sus células descienden de uno de los cigotos, y las otras descienden del otro cigoto).
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Bueno, Joan, tal vez no sea bueno para ti que le des demasiadas vueltas a esto. Si yo fuera tu director espiritual, desde luego no te aconsejaría leer los libros y artículos que convendría estudiar para tener una idea mínimamente honesta, rigurosa y científicamente fundamentada sobre estos temas.

24 de marzo de 2013

De mentes y quimeras

Fragmento de una discusión en el siempre interesante blog Opus prima.
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Yo empecé a ser “yo” desde el mismo instante de la fusión de los gametos de mis progenitores hasta la actualidad.
Tuviste suerte, entonces. Tengo dos primos que son gemelos univitelinos; en el útero de mi tía sólo hubo un embrión hasta después de varias horas (o días) de la fecundación del óvulo. Entonces sólo había un organismo ahí, pero se dividió en dos y ahora mis primos tienen cada uno un DNI diferente (aunque los dos se hicieron guardias civiles, para que fuese aún más difícil distinguirlos; pero pese a ello, son dos personas, no una). ¿Cómo puede ser eso? ¿Puede un embrión ser DOS personas?
Insisto, el problema viene simplemente por tomarse como si reflejara “la realidad en sí” un concepto (el del “yo”) que es, efectivamente, “de MERO sentido común”, una herramienta cognitiva que nos ayuda en el día a día, pero que no tiene ningún respaldo científico.
Algunas lecturas interesantes:


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Hablo de ciencia, la ciencia corrobora que el ser desde que surge es él mismo y no otro en sus distintas etapas malamente puede hacerlo, porque el concepto de “ser el mismo individuo” no aparece en la biología contemporánea, en la que el límite entre ser un individuo y ser otro se difumina (vuelve a pensar en mis primos los guardias civiles: ¿eran una individuo o dos, en el momento de la concepción? (Para más inri, existen casos en que el cigoto se divide en dos, como para dar lugar a gemelos, ¡pero al rato los dos cigotos vuelven a formar uno solo, que se desarrolla como un único individuo! ¿Qué ha pasado entonces con el otro? Incluso hay casos más raros en los que se fusionan dos cigotos ¡procedentes de fecundaciones de óvulos distintos! -es decir, que irían a dar lugar a mellizos, no a gemelos-, con lo que el individuo tiene en realidad dos genomas distintos: unas de sus células proceden de un cigoto, y otras del otro; es lo que en biología se llama una “quimera“. El libro de Lee Silver del primer enlace lo cuenta muy bien). En fin, que estudiando un poco de biología se ve que el concepto de “individuo” (como el de “especie” o “forma esencial”) es en realidad poco más que una aproximación para andar por casa.
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En Science encontrarás puñados de artículos CIENTÍFICOS si es lo que te interesa
Claro, en el Supermortadelo no. Pero en Science (ni en ninguna otra revista científica) no conozco ningún artículo que demuestre que los iones y electrones que causan la excitación de una sinapsis, p.ej., puedan ser desplazados de un lado a otro por una CAUSA distinta de las fuerzas electromagnéticas de las partículas que lo rodean. Algún artículo demostrando eso es lo que te pedía.
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yo tengo experiencia de mi propia identidad (autoconciencia)
Claro, como todo el mundo; pero no hay ningún argumento que permita tomar esa experiencia como un “reflejo objetivo” de “realidades subsistentes en sí”, o algo así, en lugar de como una mera ilusión cognitiva que nos ayuda en nuestra vida diaria y que tiene meramente la función de darnos esa ayuda, no de descubrir cómo son las “sustancias que somos realmente y la esencia de lo que somos”. El libro sobre “The ego tunnel” que enlacé arriba lo explica muy bien.
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el cerebro no es un órgano como los otros; es el único del que tenemos conciencia,
Ningún órgano es “como los otros”. El corazón genera latidos, y el cerebro genera consciencia (entre otras cosas). Pero eso no quiere decir que la consciencia sea algo DISTINTO de la actividad del cerebro. (E insisto, si te tomas la molestia de pensarlo un poco, te darás cuenta inmediatamente de que la conciencia NO PUEDE ser otra cosa, si quieres mantener que la conciencia puede ser una de las CAUSAS que hacen que actúes de una manera en vez de otra, pues la materia que se mueve en tu organismo al realizar esas acciones es materia física normal y corriente, átomos, iones y moléculas que sólo pueden ser movidos por las fuerzas electromagéticas y gravitatorias ejercidas por la materia que los rodea).
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esta cuestión es una de las más interesantes que está moviendo a muchos neurocientíficos y filósofos en los últimos años. Al respecto puedes leer “What is the biological basis of consciousness” publicado en la revista Science.
Exacto, un artículo que dice: “Recent scientifically oriented accounts of consciousness generally reject Descartes’s solution; most prefer to treat body and mind as different aspects of the same thing”. Insisto: encuéntrame el artículo científico que demuestre que la actividad neuronal puede estar causada por un “espíritu inmaterial”, y ya veremos.
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otra cosa es entender satisfactoriamente la conciencia, de ahí que sea todo un atrevimiento intelectual que niegues tajantemente la distinción mente-cerebro.
¿¿¿??? Yo no niego esa distinción en absoluto, exactamente igual que no niego la distinción “digestión-estómago” o “latidos-corazón”. Lo que niego es que alguna molécula en el cerebro pueda desplazarse de un lado a otro (activando una neurona en vez de otra, p.ej.) por una causa que sea diferente a la atracción o repulsión electromagnética ejercida por las moléculas que la rodean. No hace falta entender nada sobre la conciencia para darse cuenta de que, sea lo que sea, sólo puede influir en nuestra conducta física SI ES A SU VEZ ALGO QUE CONSISTE EN ACTIVIDAD FÍSICA. Tampoco necesitamos investigar mucho sobre el cerebro para darnos cuenta de que es una trivialidad afirmar que la inspiración no les viene a los poetas desde las musas. Pues la consciencia (entendida como algo “espiritual”, y no como un aspecto del comportamiento físico del cerebro) es en esto exactamente igual de científica que las musas.
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no se puede negar la existencia autónoma de una mente que a la luz de la experiencia aparece autoconsciente, capaz de controlar determinados procesos neuronales.
Me temo que sí que se puede, sólo que estás demasiado poco informado (al menos si por “existencia autónoma” quieres decir que es una entidad inmaterial, espiritual, capaz de hacer que nuestro comportamiento físico -consciente o inconsciente- sea diferente del que está determinado por las fuerzas físicas ejercidas sobre nuestras moléculas).

23 de marzo de 2013

Los clones del Otto Neurath

He descubierto casualmente este par de sitios:
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http://argumentos-amigos.blogspot.com.es/
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http://herijsit.blogspot.com.es/
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No entiendo muy bien la razón por la que existen, pero, en fin, me llena de orgullo y satisfacción, que diría aquel.

21 de marzo de 2013

Un punto ciego epistemológico

Seguramente hay muchas cosas que nunca podremos saber. Lo curioso es que puede demostrarse fácilmente que hay cosas que TÚ no podrás nunca saber, aunque haya mucha gente que sí lo sepa y no se trate de ninguna proposición difícil. . Pensad, p.ej., en la proposición "Ulán Bator es la capital de Mongolia". Esta no es la proposición que decía, pero empecemos por ahí. Obviamente, hay gente que lo sabrá, y gente que no lo sabrá. Supongamos que Fulano es uno de los que no lo sabe; entonces consideremos la proposición compuesta "Ulán Bator es la capital de Mongolia, y Fulano no lo sabe". Esta tampoco es una proposición que presente dificultades: para muchos fulanos, se cumplirá, y podemos sin mucha dificultad averiguar quiénes son, o si alguien en particular es uno de esos fulanos.
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Pero ahora considera que TÚ eres uno de esos fulanos, y piensa en la frase "Ulán Bator es la capital de Mongolia y ... no lo sabe" (donde los puntos suspensivos deben sustituirse por tu nombre). Llamemos X a esa frase. La frase puede ser perfectamente verdadera, si tú eres uno de aquellos fulanos, pero TÚ NO PUEDES SABER QUE ES VERDADERA; es decir, tú no puedes aceptar como verdadera la proposición "Ulán Bator es la capital de Mongolia y yo no lo sé"., aunque SEA verdadera
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Esto es lo que los analíticos pedantes llaman un "punto ciego epistemológico" (epistemic blindspot).

20 de marzo de 2013

19 de marzo de 2013

Una proposición sobre el Impuesto de Bienes Inmuebles

Uno de los grandes problemas económicos de nuestro país es la debilidad de la recaudación fiscal en proporción a la renta o PIB real. No es que el fraude fiscal no exista en otros países, o que sea fácil de sacar a la luz, pero sí es verdad que hay algunos sectores de actividad económica especialmente renuentes a la transparencia, pero que no costaría demasiado esfuerzo el hacerles contribuir de manera justa. Uno de estos sectores es el de las viviendas, o inmuebles en general. Hace algunos años existía en el IRPF el concepto de "renta imputada" por la posesión de inmuebles, y por no sé qué motivos se decidió eliminar, aunque tampoco es que fuese una cantidad extraordinaria la que había que pagar por aquel concepto. La idea es que (p.ej.) la posesión de un piso es una forma de inversión que, como todas, puede generar una renta, bien alquilándolo a otras personas, o bien usándolo (y de ese modo ahorrándose lo que te costaría el alquiler de un piso semejante). Actualmente, se considera sólo como renta aquella cantidad que efectivamente se ha obtenido mediante el alquiler o cesión del inmueble, pero, como es bien sabido, el problema es que muchas de esas transacciones operan en "negro", a pesar de que tiene un tratamiento fiscal bastante ventajoso en comparación con otras formas de renta (aunque tal vez no tanto como los rendimientos financieros). Hay formas de averiguar si un piso está alquilado o no (p.ej., cotejando los datos del censo, gastos de agua o luz, etc.), pero son costosas para la administración.
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Mi sugerencia es transformar el Impuesto sobre Bienes Inmuebles en un medio de fiscalizar estas actividades, de modo que la base imponible del impuesto sea una imaginaria "renta imputada": la estimación del valor de mercado actual de un alquiler de un inmueble con sus características más elementales (superficie, situación y uso normal -vivienda, local comercial, etc.-). La tarifa del impuesto podría ser aproximadamente de un 10 % de la base imponible, que es más o menos lo que resulta actualmente en la declaración del IRPF (y por supuesto, las rentas efectivamente recibidas por razón del inmueble se eliminarían de la base imponible del IRPF). El IBI lo seguirían recaudando los ayuntamientos, y el Estado ajustaría la financiación municipal en función de ese incremento de recaudación. Estarían exentos del impuesto (salvo en la cuantía correspondiente a la cuota actual del IBI) las viviendas que fueran residencia habitual de sus propietarios.
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La principal ventaja de este nuevo IBI sería, obviamente, que haría desaparecer prácticamente el fraude fiscal por los arrendamientos inmobiliarios (o, en los caso en que no, haría mucho más fácil su fiscalización). Además, constituiría un incentivo para que los propietarios de viviendas o locales vacíos los pusieran en alquiler (pues iban a tener que pagar el impuesto tanto si tienen el inmueble alquilado como si no), lo cual tendería a abaratar los precios de los alquileres, y con ello, además, harían bajar la base imponible en los años sucesivos.
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El principal problema, naturalmente, es que los principales propietarios de inmuebles vacíos en estos momentos son los bancos, y no les iba a hacer mucha gracia tener que añadir este impuesto a sus costes. Pero sería una manera de forzarles a "desatascar" el mercado inmobiliario de una vez, sin tanta rigidez como parece que se lo están tomando.

15 de marzo de 2013

Diagnóstico pre-implantacional de la ludopatía

(Reposición).


Las últimas noticias indican que la ludopatía podría tener un fuerte componente genético. Si esto se confirma, sería posible en un futuro no muy lejano, y gracias al diagnóstico preimplantacional, evitar que nacieran niños con predisposición genética hacia la ludopatía.
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Esto suscita varias preguntas interesantes:
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1) ¿Sería moralmente correcto realizar ese tratamiento? ¿Lo sería igual que para otro tipo de enfermedades?
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2) ¿Sería aceptable su financiación pública?
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3) Y lo más importante filosóficamente: ¿tendría sentido?, ¿no implicaría una contradicción pragmática -o "performativa"? Al fin y al cabo, si uno es ludópata, ¿no preferirá definitivamente que el procedimiento que determine si sus hijos hereden el gen de la ludopatía o no, sea un procedimiento puramente aleatorio? (Pues si no, vaya mierda de ludópata)
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[A no ser, claro, que uno sea sólo portador del gen; o que sea la pareja del ludópata].

14 de marzo de 2013

Las profecías de San Motaquías

Si es que el tío lo clavó (aunque tal vez falló un poquito en cuanto al hemisferio).
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Aunque, por supuesto, siempre es preferible el original.

13 de marzo de 2013

Otros 20 libros más


·  240. El atlas de las nubes. David Mitchell. Fantásica en su trama y su arquitectura, aunque la segunda mitad flojea bastante, y uno esperaría más entrelazamiento entre cada historia. (8)
·  239. En defensa del ateísmo. Roberto Augusto. Interesante y valiente libro (aunque en mi opinión demasiado intelectual) de un autor al que recomiendo seguir en su blog. (6)
·  238. Who's in charge. Michael Gazzaniga. Prescindible recopilación de datos y poco profundas reflexiones. (4)
·  237. Invisible. Paul Auster. Primera novela que leo de este autor, y me ha encantado. (8)
·  236. Farenheit 451. Ray Bradbury. Otra relectura después de décadas; no lo recordaba tan breve, ni que le sobrara tan estrepitosamente el bombardeo nuclear del final. (7)
·  235. Paradox. The nine greatest enygmas in physics. Jim Al-Khalili. Una de las más claras introducciones para profanos que he leído sobre estos temas. (7)
·  234. La felicidad de los ogros. Daniel Pennac. No he podido pasar de un tercio, demasiado absurdo para mí; Mendoza o Bryce Echenique lo hacen mucho mejor. (2)
·  233. Rojo y negro. Stendhal. Tercera relectura de mi obra literaria favorita, más de dos décadas después. Me has parecido un poco más arcaica que las otras veces. ¿Estaremos envejeciendo? (10)
·  232. En casa: una breve historia de la vida privada. Bill Bryson. Mentira: no es breve, es anglocéntrica y concentrada sobre todo en el siglo XIX, pero amena por los cotilleos. (6)
·  231. Una vacante imprevista. J. K. Rowling. La liberación de una gran autora. (8)
·  230. Hermeneutic communism. Gianni Vattimo y Santiago Zabala. Un gazpacho de algunas trivialidades y mucha basura pseudo-intelectual. (2)
·  229. Los elefantes pueden recordar. Agatha Christie. Regreso a mi escritora policíaca más de 30 años después, con la satisfacción de que ahora le adivino los finales. Aunque tal vez en este caso, ya octogenaria, no daba para una trama más complicada. (6)
·  228. Salambó. Gustave Flaubert. ¿De 1862, dices? ¿Estás de coña? (9)
·  227. El hobbit. J.R.R. Tolkien. Otra relectura, aunque me gustó más la primera vez. Eso sí, mejor que tragarse nueve horas de películas... (7)
·  226. Deep future. Curt Stager. Algo más serio que el de Weisman, aunque también se enrolla demasiado (deben de ponerles un mínimo de papel). (6,5)
·  225. El mundo sin nosotros. Alan Weisman. Interesantes datos sobre nuestra relación con la naturaleza, aunque se va por las ramas con demasiada facilidad. (6)
·  224. Ayer no más. Andrés Trapiello. Una trama delineada y ejecutada de modo magistral; lástima que esté al servicio de un tema tan manido y con moralina incluida. (7)
·  223. El loro de Flaubert. Julian Barnes. Delicioso ensayo-ficción, todo un ejemplo de un género prometedor, y mi primera lectura de este autor. (8)
·  222. The net delusion. Evgeny Morozov. Interesante tesis: internet no fomenta por sí la democracia, pues las tiranías (democráticas o no) pueden aprovecharlo a su favor, pero una vez formulada la tesis, le sobran 200 páginas. (6)
·  221. Súpercooperadores. Martin Nowak. Un estupendo científico, pero un pésimo narrador. (6)

12 de marzo de 2013

Las chancletas del pescador, o una miniteoría económica del cónclave

Mi artículo de hoy en Mapping Ignorance.
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Traducción:


                Imaginemos la situación siguiente: unas 100 personas tiene que elegir a una de ellas para un puesto importante; cada uno tiene diferentes preferencias sobre quién debe ser el elegido, algunos pueden tener mayor o menor interés en ser elegidos ellos mismos, pero además, esto es esencial, muy probablemente casi todos ellos tendrán que terminar votando por candidatos que no son los más preferidos por ellos, porque la regla de elección pide que el hombre elegido (sí, no hay mujeres ni entre los electores ni entre los elegibles) reciba al menos dos tercios de los votos, y es casi seguro que ninguno es l más preferido por tantos de sus colegas. Como poco, podemos decir que este es un problema interesante para ser estudiado desde el punto de vista de la teoría de juegos.
                En cierto sentido, la situación es semejante (aunque, por supuesto, no idéntica) a la de los miembros de una comunidad científica que tienen que elegir cuál es la mejor explicación de un problema científico entre las varias que se han propuesto. En este caso, también ocurre que cada científico tendrá probablemente distintas preferencias sobre las teorías alternativas, en particular sobre las que han sido propuestas por ellos mismos, aunque, al final, tengan que tener en cuenta hasta cierto punto los juicios de sus colegas como razones para adoptar alguna de las soluciones, incluso si no es la más preferida por cada uno de ellos. He analizado esta situación en algunos artículos académicos y en mi libro La lonja del saber, citados al final.
                Así pues, sea X una de las posibles elecciones (un hombre, en el primer caso; una teoría o una técnica científica en el segundo), y sea P(X) la proporción de electores que elige X. Para cada elector, existirá algún valor de P(X) tal que le hará cambiar su decisión, de la de no elegir a X, a sí elegirlo (digamos que pensará algo así como, “X es mi candidato favorito, pero dadas las alternativas que quedan, teniendo en cuenta que P(X) de mis compañeros parecen apoyarlo, lo votaré yo también”). Si ese valor de P(X) es muy bajo para ti, eso quiere decir que votarás por X aunque la mayoría de tus compañeros no lo hagan; y si es muy alto, significa que no votarás por él, aunque la mayoría lo haga. Podemos asumir que la distribución de frecuencias (F) de estos “valores de umbral” es más o menos una distribución estadística “normal”, con un solo máximo local alrededor de un valor “promedio”, y que, para distintos candidatos, estará sesgada más o menos a la derecha o más o menos a la izquierda. Una de ellas se muestra en la figura 1.
                La figura 2 se limita a transformar la función de frecuencias F en una función acumulativa P, que indica qué proporción de electores desearía votar por X [D(P(X)], si la proporción de electores que de hecho votan por X fuese P(X). Obviamente, si F es unimodal, P tendrá forma de S, o sea, será convexa al principio y cóncava al final. La cuestión es, ¿contiene la función P información suficiente para determinar la conducta de los electores? Bien, esto depende. Consideremos la línea de 45°, o sea, la función D(P(X)) = P(X). Si P está por encima de esa línea, eso significa que el número de personas que desean votar por X es mayor que el número de personas que de hecho han votado por él, de tal modo que, en la siguiente elección, probablemente habrá más gente que vote a favor de X. Ocurre lo contrario si la función P está por debajo de la línea de 45°: algunas personas no estarán contentas habiendo votado por X, y seguramente no lo votarán en la siguiente oportunidad. Esto significa que el único equilibrio (en términos de teoría de juegos) ocurre para el nivel de P(X) donde la función P corta la línea de 45°, es decir, donde P(X) = D(P(X)). Naturalmente, dada la regla de votación, si esto ocurre para un valor de P(X) menor que 2/3, habrá que seguir haciendo votaciones y alguien tendrá que reconsiderar sus preferencias nuevamente.
                Ahora bien, un problema importante es que, dado que la función P tiene forma de S, puede llegar a tener tres equilibrios diferentes, como se muestra en la figura 3. Lo que determina cuál de ellos es el que realmente ocurrirá, es simple y llanamente la historia. Si la situación previa era una en la que P(X) cayó entre el origen de coordenadas y el segundo equilibrio, la dinámica esbozada en el párrafo anterior hará que la elección tienda a moverse hacia el primer equilibrio (el más bajo). Y si la situación previa había sido una en la que P(X) caía entre el equilibrio central y el extremo derecho del eje de coordenadas, esa misma dinámica conducirá al grupo hacia el tercer equilibrio (el más alto). Naturalmente, si la situación previa estaba exactamente en el equilibrio central, se quedará ahí, pero se trata de un equilibrio inestable: el más mínimo cambio en las preferencias o en la conducta de alguno de los miembros del grupo moverá a la elección colectiva hacia arriba o hacia abajo.
                La posibilidad de que haya más de un equilibrio no es sólo una curiosidad teórica, sino un importante problema práctico, pues puede llegar a tener consecuencias indeseadas para los propios miembros del grupo. Una de esas consecuencias es que la elección dependerá excesivamente del azar. Puesto que el resultado depende de la historia, incluso un cambio muy pequeño en la distribución de votos hacia los candidatos más irrelevantes al principio del proceso, puede llevar a la elección de un candidato diferente del que sería elegido si la distribución inicial hubiera sido otra muy parecida. Esto, por supuesto, es el famoso “efecto mariposa”, que en este caso sería tal vez más apropiado llamar el “efecto paloma”.
                Pero las consecuencias son aún peor que esto. En la figura 4 se muestran las funciones correspondientes a dos candidatos. Asumimos que todos los electores consideran unánimemente que el candidato A es mejor que el candidato B. Esto se refleja en el hecho de que, para cualquier número de votos recibidos de hecho por ambos, habrá más gente que prefiere A que gente que prefiere B, y por lo tanto, P(A) está por encima de P(B). Incluso aunque las preferencias sean así, es decir, aunque tanto el equilibrio “bajo” de A esté por encima del equilibrio “bajo” de B, y lo mismo para los equilibrios “altos”, puede suceder que el grupo elija el equilibrio alto de B y el equilibrio bajo de A. Es decir, el grupo puede terminar eligiendo un candidato que todos ellos consideran que es peor que otro candidato concreto (no digamos según las preferencias de los no votantes). Dicho en términos económicos, el procedimiento de elección puede dar lugar a resultados ineficientes.
                Por fortuna, puede probarse que, si los miembros del grupo pueden formar coaliciones, esto es, subgrupos que adoptan el compromiso de votar al mismo candidato sin tener en cuenta a quién vota el resto de los electores, entonces sólo uno de los equilibrios seguirá siendo estable. El problema para estas coaliciones es que, mientras la dinámica que conduce al equilibrio no lo alcanza (es decir, mientras el valor real de P es diferente de su valor deseado), algunos miembros preferirán a título individual un resultado diferente del que se han comprometido a votar, y tendrán por lo tanto un incentivo para romper la coalición, sobre todo si el voto es secreto.
                En comparación con el caso de la elección de la solución a un problema científico, hay algunas otras dificultades añadidas. Por ejemplo, en el caso de la ciencia no existe la presión para hacer una elección en un período de tiempo relativamente breve; allí las decisiones son públicas, no secretas; y, sobre todo, se puede ir acumulando más y más información que, a menudo, favorece a una hipótesis muy por encima de las rivales (lo que tiende a que las funciones F se desplacen hacia la izquierda, y las funciones P y sus equilibrios hacia arriba). También se ha de tener en cuenta que los casos que inspiran este artículo, el conjunto de electores cambia mucho de una vez a la siguiente, por razones puramente demográficas, y además es obligatorio que mantengan el secreto de lo tratado durante la elección, de modo que es más difícil que haya un aprendizaje sobre cuáles pueden ser las estrategias que llevan a una elección más eficaz.
                En conclusión, si el espíritu Santo hubiera pensado un poco más sobre el mecanismo de elección que hemos examinado, tal vez habría elegido un mecanismo diferente. O tal vez lo que ocurre es que prefiere uno así de caótico, en el que tenga cabida un papel más prominente para Sus (incontrastables) intervenciones.


REFERENCIAS

Zamora Bonilla, J. P. (1999) ‘The Elementary Economics of Scientific Consensus’, Theoria, 14:461-88.
Zamora Bonilla, Jesús (2003) La lonja del saber. Introducción a la economía del saber científico, Madrid, Ediciones UNED.
Zamora Bonilla, J. P. (2006). “Science Studies and the Theory of Games”, Perspectives on Science, 14:639-71.

11 de marzo de 2013

Del parche en el ojo a las gafas de Google

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La lectura de un interesante artículo de hoy en The Scholarly Kitchen, sobre la delicada situación de la privacidad ante el advenimiento de las Google Glass, me ha llevado a pensar sobre las consecuencias de esa tecnología en relación con los derechos de propiedad intelectual.
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Por ejemplo, alguien leyendo un libro con esas gafas puestas, puede ir grabándolo o transmitiéndolo en directo para otros lectores, en tiempo real. Una vez que las gafas sean tan comunes como los móviles, y tan perfectamente camuflables bajo cualquier diseño (no el de la foto de arriba, claro, que da mucho el cante pirata), ¿cómo ponerle puertas al campo ya tan invadido por el incontenible flujo de información?
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7 de marzo de 2013

¿Son reales las propiedades no instanciadas?

No me imaginaba hace unos días el follón en el que me estaba metiendo al presentar la (en mi opinión) "atractiva idea" del platonismo trivial. Ha pasado menos de una semana y ya llevamos casi 200 comentarios, en los que me intento defender como gato panza arriba (y eso que sólo era una "idea atractiva", no una tesis que yo pueda afirmar con rotundidad). En fin, eso es lo que le da vida a este blog.
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Un tema directamente relacionado con el que se discute ahí es cuál es la naturaleza de los conceptos y otras "construcciones mentales" (expresión esta que, a medida que avanza la discusión, voy entendiendo menos), para, una vez aclarado eso, poder decidir si los números (u otras entidades matemáticas) son conceptos, "construcciones mentales", etc., o bien si son algo que existe con independencia de si nosotros pensamos en ello o no. Hoy voy a comparar esta cuestión con otra similar, pero distinta. En vez de pensar en entidades matemáticas, pensemos en propiedades "naturales", físicas o químicas. P.ej., la propiedad de ser un átomo de oxígeno.
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En la medida en que aceptemos que existían átomos de oxígeno antes de que hubiera seres humanos, y por supuesto, antes de que alguien "inventara" el concepto de "oxígeno" y la teoría atómica de los elementos químicos, en esa medida aceptaremos que aquellos átomos (que básicamente siguen siendo los mismos ahora; no iguales, sino los mismos... salvo por algún electrón que hayan intercambiado en sus capas de orbitales más externas) tenían entonces la propiedad de ser átomos de oxígeno. Y por lo tanto, puesto que puede haber algo que tiene la propiedad de ser un átomo de oxígeno sin que haya nadie que tenga el concepto de oxígeno (y para el caso, ningún otro concepto), entonces concluiremos que la PROPIEDAD de ser un átomo de oxígeno es algo DIFERENTE del CONCEPTO "ser un átomo de oxígeno", sean lo que sean las propiedades y sean lo que sean los conceptos, que en eso no entro. Lo único que digo es que, tenga uno la teoría que sea sobre la "naturaleza última" de los conceptos y de las propiedades, SI uno acepta que existirían átomos de oxígeno (o que existieron) aunque nadie hubiera "construido" el concepto de oxígeno, ENTONCES esa persona está aceptando que esa propiedad es algo distinto al concepto que nos "permite" pensar en esa propiedad. De hecho, tener conceptos es una propiedad que, en general, tenemos nosotros, no los objetos en los que pensamos con esos conceptos: tiene sentido decir "Mendeleiev tenía el concepto de oxígeno", pero suena rarísimo decir "el gas de este frasco tiene el concepto de oxígeno" (compárese con "el gas de este frasco tiene la propiedad de ser oxígeno"... lo que tendríamos que poder afirmar como si tal cosa si conceptos y propiedades fueran lo mismo).
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Naturalmente, uno puede negar que hubiera átomos de oxígeno antes de que Lavoisier, Dalton y compañía "construyeran" poco a poco la teoría atómica de los elementos, igual que puede pensar que la tierra no daba vueltas alrededor de su eje antes de que el primer Di Stefano inventara la pelota. Pero con él no va la discusión.
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El tema principal de esta entrada no es, sin embargo, esta cuestión, la de si los conceptos son algo diferente de las propiedades que pensamos mediante ellos; esta tesis la doy por asumida para la discusión que me interesa, que es la siguiente: suponiendo que hay propiedades que son reales independientemente de que pensemos en ellas o de que las comprendamos correctamente (como la de "ser un átomo de oxígeno", es decir, la propiedad de "ser un átomo con número atómico 8"), y ciñéndonos exclusivamente a la discusión sobre propiedades naturales (como la de "ser oxígeno", o "ser un artrópodo"), ¿son reales las propiedades que ninguna entidad natural posee, pero que, según nuestro conocimiento del mundo, son compatibles con las leyes de la naturaleza? ¿Es igual de real la propiedad "tener el número atómico 8" que la propiedad "tener el número atómico 125" (teniendo en cuenta que muy probablemente no hay en el universo ningún átomo con esa propiedad)? ¿Era real la propiedad "tener el número atómico 94" antes de que se sintetizara el plutonio por primera vez? ¿Ha dejado de ser real la propiedad "ser un trilobites (vivo)" por el hecho de que ya no hay trilobites vivos? ¿Deja los viernes de ser real la propiedad "ser jueves"?

1 de marzo de 2013

Platonismo trivial

En varias entradas del blog he estado hablando acerca de una tesis que me parece bastante atractiva en filosofía de las matemáticas, y que llamo "platonismo trivial". Como las ideas están dispersas por entre inacabables ristras de comentarios y no es cuestión de exigir a los lectores que se conviertan en expertos en la edición crítica del blog (más de lo que algunos ya lo son, lo que me honra, aunque por lo general lo hacen con la intención de sacarme los colores), voy a dedicar esta breve entrada a presentar dichas ideas.
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La tesis principal es la de que las afirmaciones de existencia deben ser entendidas de manera literal: afirmar que 'existe' el número 7 es simplemente lo que hacemos al afirmar que existe un número natural mayor que 6 y menor que 8. Si se nos pregunta algo así como "pero, ¿existe realmente el 7?", nos limitaremos a decir que "existir" y "existir realmente" significan exactamente lo mismo, igual que la proposición "es verdad que está lloviendo" no expresa más que el mismo hecho que la proposición "está lloviendo" (dejando de lado los usos retóricos del término "verdad"), y por supuesto, lo mismo que la proposición "es un hecho objetivo, una verdad objetiva, que está lloviendo". Es decir, lo que tiene que ocurrir para que sea verdad que está lloviendo es lo mismo que tiene que ocurrir para que sea verdadera la proposición "es verdad que está lloviendo" o la proposición "es un hecho objetivo que está lloviendo". Esto, si recordáis, es la interpretación deflacionista de la verdad. Pues bien, el platonismo trivial es también una forma de deflacionismo.
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El platonismo trivial es platonismo en el sentido de que admite la existencia "objetiva" (recuérdese que esto es una redundancia: existencia y existencia-objetiva son lo mismo, igual que verdad y verdad-objetiva) de entidades matemáticas. El teorema de Euclides demuestra que existen infinitos números primos, así que no podemos negar que existan si aceptamos como conocimiento válido dicho teorema. El teorema de Russell demuestra que no existe un conjunto que contenga a todos los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, así que la inexistencia de ese conjunto es una verdad objetiva.
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También es platonismo en el sentido de que toma a la investigación matemática como una actividad que consiste en intentar descubrir verdades que lo son con independencia de si nosotros creemos que lo son o dejamos de creerlo (cuando acepto el teorema de Euclides, acepto que es verdadero, y que su verdad no depende de su demostración -más bien al contrario: se pudo demostrar PORQUE era verdad, no al revés-, y no es "temporal" -no "llegó a ser" verdadero-, porque no tiene absolutamente nada que ver con el tiempo). Por supuesto, nosotros podemos inventar conceptos y axiomas matemáticos, pero no tiene sentido que inventemos los teoremas que demostramos mediante aquellos, sino que nos esforzamos para averiguar qué teorema se siguen realmente de esos axiomas.
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Pero el platonismo trivial es trivial porque limita sus afirmaciones de existencia a lo que digan los teoremas matemáticos: podemos afirmar que los números tienen las propiedades que algún teorema matemático dice que tienen, pero no más. No hay razones, pues, para pensar que los números tienen propiedades como "color", "sabor", "existencia limitada en el tiempo", "dolores de cabeza", o, lo más importante, "poderes causales". De los números, conjuntos, espacios topológicos, etc., sabemos lo que las teorías matemáticas que los estudian nos dicen, y exactamente ni una coma más. Es decir, casi todo lo que la "filosofía de las matemáticas" intenta averiguar sobre esas entidades, simplemente no hay ninguna razón para aceptarlo.
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Por ejemplo, no tienen sentido las preguntas como "¿qué tipo de existencia tienen las entidades matemáticas?". Para el platonismo trivial, existencia es existencia, punto, no viene en distintos "sabores". Existencia es lo que dice el cuantificador existencial. Si afirmo que hay un número primo mayor que 90 y menor que 100, estoy afirmando exactamente lo mismo de ese número que lo que afirmo sobre una lata de cerveza cuando digo que hay una lata de cerveza en mi frigorífico. Y lo mismo cuando afirmo que existen números primos que nadie ha calculado, o galaxias que nadie ha observado. Ninguna de estas cosas existe "en un sentido particular". Simplemente, existen (o eso es lo que mis frases afirman sobre ellas). Recuérdese, "existir" significa lo que significa en su interpretación más deflacionista posible.
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Lo que ocurre es que las cosas que existen no tienen todas ellas las mismas propiedades, obviamente. La lata de cerveza en mi frigorífico no tiene las mismas propiedades que la galaxia de Andrómeda, lo cual no quiere decir que una de ellas tenga un modo de existencia "galáctico" y la otra tenga un modo de existencia "cervecil"; sencillamente, la lata tiene la masa que tiene, la forma que tiene, la situación que tiene, la temperatura que tiene, etc., y la galaxia tiene la masa que tiene, la forma que tiene, las estrellas que contiene, etc., etc., etc. Ambas tienen la propiedad de tener masa o forma (más o menos), pero otras propiedades no las comparten (sin ir más lejos "ser una lata" y "ser una galaxia"). Asímismo, el número 9 tiene propiedades que no tiene el número 8 (p.ej., el primero es impar, es un cuadrado de un número entero, etc.), y que tampoco tiene la lata, como la lata tiene propiedades que no tiene el número 9 ni ningún otro número. Lo que existe, pues, son distintos tipos de cosas,(es decir, cosas con diferentes conjuntos de propiedades), pero no distintos "tipos de existencia".
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Entonces, ¿por qué la mayoría de la gente es tan reacia a admitir que los números existen "en el mismo sentido" que las latas de cerveza? Mi conjetura es que ello se debe a que (incorrectamente) atribuyen al concepto de existencia más propiedades de las que en realidad el concepto contiene. En particular, pienso que la gente (y, por desgracia, más aún los que han estudiado algo de filosofía) suelen atribuir al concepto de existencia (o realidad, que recuérdese, en la interpretación deflacionista son exactamente el mismo concepto) cosas como "poder causal" o "presencia en nuestra consciencia". No niego que sean importantes y útiles los conceptos "ser algo que tiene poder causal" o "ser algo que está presente en nuestra consciencia"; lo que digo es que esos conceptos no son, ni forman parte de, el concepto de existencia, que se limita única y exclusivamente a ser lo que dice el cuantificador existencial. El hecho de que esos conceptos sean diferentes del de existencia tiene la trivial consecuencia de que podrán existir cosas que no tienen poderes causales (p.ej., las entidades matemáticas), o que no están presentes en la consciencia de nadie (p.ej., el último asteroide que cayó en Neptuno antes de que desaparecieran los dinosaurios en la Tierra).
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Por cierto, tal como creo recordar que he explicado alguna que otra vez, hay una explicación muy sencilla (y que no estaba disponible en la época de Kant) para entender por qué el concepto de existencia no designa una propiedad, tal como sabiamente enseñó el filósofo de Königsberg (que, por cierto, ¿no os suena como el nombre de una cerveza que a priori es estupenda?): el cuantificador existencial no tiene la naturaleza de un predicado (como "es verde", o "duerme"), sino la de un operador lógico (como "y" o "si... entonces..."): de hecho, es una abreviatura de una serie posiblemente infinita de disyunciones (por eso se le representa a menudo como una V grande), algo así como un sumatorio; pues lo que dice la proposición "hay al menos un hombre soltero" es lo mismo (es decir, sus condiciones de verdad son las mismas) que la disyunción infinita "o bien A es un hombre soltero, o bien B es un hombre soltero, o bien C es un hombre soltero...".
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Sigue a bordo:
Si-entoncesismo y existencia matemática
Mozart resurrectus