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30 de septiembre de 2013
23 de septiembre de 2013
Deflactando la verdad (1 y 2)
Os dejo el enlace a la segunda parte de la serie sobre "Deflactar la verdad" que estoy sacando en Mapping Ignorance.
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Como prometía, os pongo la traducción de las dos primeras entradas.
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Como prometía, os pongo la traducción de las dos primeras entradas.
I.
La verdad ha sido, y aún es, uno de los temas más
importantes en la historia del pensamiento filosófico. Cómo distinguir lo
verdadero de lo falso, cómo acercarnos a la verdad, o la conexión entre la
verdad, la sabiduría y el sentido de la vida, todo ello ha sido objeto de
interminables debates. La propia naturaleza
de la verdad es una de las cuestiones centrales en la filosofía: qué tipo de
propiedad es, qué tipo de entidades la poseen, etc. Para quien busque
respuestas muy profundas a estas cuestiones, este artículo será un poco
decepcionante, pues lo que voy a hacer es presentar la más “minimalista” (y
reciente) teoría sobre la verdad: la teoría conocida como “pro-oracional”.
Antes de explicar la noción de “pro-oración” en la que se
basa esta teoría, es útil comenzar planteando una pregunta aparentemente
simple, no directamente relacionada con el concepto
de verdad, sino con las palabras
“verdad” o “verdadero”: ¿qué ganamos por el hecho de tener esas palabras en
nuestro lenguaje? Es decir, ¿qué cosas podemos decir, o expresar, gracias a esos términos, que no podríamos decir
si no los poseyéramos? Esta pregunta parece un poco ridícula; al fin y al cabo,
si no tuviéramos la palabra “verdadero”, no podríamos decir que tal o cual cosa
es verdadera, ¿no?
Por desgracia, no está tan claro. Uno puede reconocer que
“verdadero”, como casi cualquier otra palabra, es una palabra un poco redundante porque uno podría
sustituirla, cada vez que aparece, por su definición o por una perífrasis. Pero
en el caso de “verdadero”, podemos justificar que esa redundancia es mucho más
profunda. Pues, al fin y al cabo, lo que queremos decir cuando decimos algo
como “el teorema de Euclides es verdadero”
es exactamente lo que el propio teorema de Euclides dice, o sea, que hay infinitos números primos. Expresamos exactamente el mismo hecho acerca de los
números al afirmar que hay infinitos números primos que al afirmar que es
verdad que hay infinitos números primos. Esta propiedad del término “verdadero”
es tan importante que ha sido tomada (al menos por el lógico Tarski y quienes
le siguen en el análisis lógico-semántico del concepto de verdad) como un
requisito que cualquier definición del término debe cumplir, a saber:
La oración “X” es verdadera si y sólo si X
lo que se conoce como “esquema de Tarski”. Con un ejemplo:
La oración “hay infinitos números primos” es verdadera si y sólo si hay
infinitos números primos
La teoría
pro-oracional de la verdad comparte con otras concepciones modernas sobre el
tema no sólo la idea de que éste es un requisito necesario que debe cumplir una
definición aceptable del término “verdadero”, sino que es lo único que debe cumplir. Es decir, que el esquema de Tarski es todo lo necesario para entender el
concepto de verdad. A estas teorías se las conoce como “desentrecomilladoras”,
porque según ellas lo que hace el término “verdadero” es algo así como
transformar la proposición “X” con comillas en algo que es equivalente a la
proposición X sin comillas. También se las llama “deflacionistas”, porque
afirman que cualquier otra cosa que añadamos al concepto (algo metafísico o
epistemológico, p.ej.) es superfluo para nuestra comprensión de la verdad.
Así, no es
sólo que el significado de la palabra “verdadero” podría expresarse mediante
una perífrasis en vez de con esa
palabra (lo que sucede en la mayoría de las palabras); lo curioso en este caso
es que añadir el término “verdadero” a una proposición parece no añadir absolutamente nada a lo que esa proposición dice.
Así que nuestra primera pregunta sigue siendo pertinente: si al afirmar que la
oración “hay infinitos números primos” es verdadera expresamos exactamente el
mismo hecho acerca de los números que al afirmar que hay infinitos números
primos… ¿para qué demonios nos preocupamos en tener en nuestro lenguaje el
predicado “es verdadera”?
Por
supuesto, un poquito de reflexión nos muestra que hay casos en los que el uso
de esa expresión no es tan
redundante. Imaginemos que la adolescente Susana le ha contado a su madre
Carmen lo que hizo en la fiesta de anoche; como Carmen no se fía mucho de su
hija, le pregunta a la Laura, la amiga de Susana, y Laura contesta:
Lo que ha contado Susana es verdad
Laura podría haber contado, en vez de eso, todas y cada una de las
cosas que contó Susana a su madre, pero habría sido cuando menos aburrido. Es
mucho más sencillo decir que todo ello
era verdad. Más importante: hay casos en los cuales aún sería más difícil decir
todo lo que hay que decir en este caso. P.ej., Laura podría haber dicho:
Todo lo que te cuente en el futuro Susana es verdad
incluso si Laura todavía no sabe lo que Susana contará en el
futuro a su madre. (Nota importante: para nuestra discusión es por completo
irrelevante si lo que cuentan Susana
o Laura es verdadero o falso, pues sólo estamos preguntándonos por lo que quiere decir Laura cuando usa la expresión “es verdad”).
Pero es que
hay casos aún más interesantes, en los que es directamente imposible saber de
antemano qué dicen las proposiciones de las que decimos que son verdad; p.ej.
Todas las consecuencias lógicas de axiomas verdaderos son verdaderas
Si las predicciones de una teoría no son verdaderas, hemos de rechazar
la teoría
En estos
dos casos, no podemos sustituir la expresión “verdadero” con aquellas proposiciones
de las que decimos que son verdaderas… porque no sabemos qué proposiciones son,
en la mayoría de los casos. Nuestros dos ejemplos son enunciados que se
refieren a un conjunto posiblemente infinito de otras proposiciones, no algo de
lo que podamos ofrecer una lista. Así, el término “verdadero” parece que acaba
siendo menos redundante de lo que parecía. De
hecho, es menos redundante que muchos otros términos, pues invito a los
lectores a hallar una perífrasis con la que sustituirlo en nuestros dós últimos
ejemplos. Verán que no es tarea fácil.
II
Pasemos a
ver qué dice exactamente la teoría pro-oracional de la verdad, y veamos en
primer lugar qué es eso de una “pro-oración”. La idea básica es que las
pro-oraciones son a las oraciones como los pronombres son a los nombres. Consideremos
esta frase:
Si tiramos una piedra al agua, ella se hundirá
¿Cuál es la
función gramatical de “ella” en esta frase? Obviamente, está directamente
relacionada con la expresión previa “una piedra”, pero curiosamente, no podemos
sustituir “ella” por la expresión a la que sustituye, pues esta frase no
significa lo mismo que la anterior:
Si tiramos una piedra al agua, una piedra se hundirá
(pues, si la primera frase es verdadera, también lo es la
segunda, pero no al revés). Este ejemplo muestra que la función de “ella” es
indicar que estamos hablando del mismo
objeto en la primera parte de la frase (cuando decimos “una piedra”) y en
la segunda (cuando decimos “ella”). Esta
relación entre una expresión que se refiere a una cosa, y otra expresión (en
este caso, un pronombre) que se refiere a la misma cosa que la primera
expresión, se conoce como “anáfora”. Pero no son los pronombres las únicas
formas lingüísticas que pueden estar en
relación anafórica con otras. Por ejemplo:
Juan estaba pintando su casa; mientras lo hacía, le llamaron por
teléfono.
Aquí el
verbo “lo hacía” se refiere a la misma acción que “estaba pintando”. Podríamos
decir que “hacer”, cuando sustituye a otro verbo, funciona como un “pro-verbo”.
Pensemos también en el siguiente diálogo:
-¿Cómo era de grande la pizza?
- Así [separando las manos 40 cm]
“Así”
funciona en este caso como un pro-adjetivo, si bien el adjetivo al que se
refiere (la descripción el tamaño de la pizza) es implícito. En fin, la
cuestión es, ¿puede haber elementos lingüísticos que estén en relación
anafórica, no con un elemento sub-oracional, como un nombre, un verbo, un
adjetivo, etc., sino con una oración completa? Y la respuesta obvia es:
Sí
En efecto, “sí”
y “no” son los casos más sencillos de pro-oraciones. En este caso, “sí”
reemplaza a la oración “puede haber elementos lingüísticos que estén en
relación anafórica con una oración completa”: yo podría haber respondido con la
frase entrecomillada, en vez de con “sí”, pero en ambos casos habría
transmitido exactamente la misma información. Otro ejemplo sería:
Susana dijo que había estado con su amiga, y Carmen creyó lo que decía Susana.
En este
caso, “lo que decía Susana” se refiere, naturalmente, a “he estado con mi amiga”
(dicho por Susana), y tiene una relación anafórica con esta última frase. Pero “lo
que decía Susana”, al contrario que “sí” en el ejemplo anterior, no funciona como una oración (es sólo una
forma de nombrar una oración, no de afirmarla). Una pro-oración será, por
tanto, una expresión que sustituye a una oración y que funciona como una
oración, es decir, que al pronunciarla o escribirla estamos afirmando la
oración a la que esa oración sustituye (es lo que ocurre en el caso de “sí”, y
también, obviamente, en el de “no”, aunque en ese caso sustituye a la negación
de la oración en cuestión).
Es
importante tener clara la diferencia entre estos dos tipos de expresiones.
Veámoslo con un ejemplo más:
La primera oración de la Metafísica
de Aristóteles
Esta última
expresión no es una oración, sino el “nombre” de una oración (la oración “Todos los
hombres desean por naturaleza conocer”), o una forma de referirse a ella. Exactamente lo mismo sucede con
“Todos los hombres desean por naturaleza conocer”
que tampoco es una
oración, sino una forma de referirse a esta
oración:
Todos los hombres desean por naturaleza conocer
La
diferencia entre los dos casos está indicada, obviamente, por el hecho de que
la expresión que es una oración no necesita comillas. Esta diferencia es fácil
de entender fijándonos en que podemos construir una oración gramaticalmente
correcta con la primera de estas expresiones como sintagma nominal, pero no con
la segunda. Es decir, esto es gramaticalmente correcto:
“Todos los hombres desean por naturaleza conocer” tiene siete palabras
Pero esto no:
Todos los hombres desean por naturaleza conocer tiene siete palabras
Nótese que esto, en cambio, sí que es correcto:
La primera oración de la Metafísica
de Aristóteles en español tiene siete palabras
En resumen,
los lenguajes naturales (y también muchos de los formales) nos dan la posibilidad
de referirnos a oraciones o enunciados, y para ello usan nombres de esas oraciones (o pronombres, perífrasis, etc.). Podemos
llamar “nominalización de enunciados” a este procedimiento mediante el que se
construye el nombre de una oración. Si estás empezando a gruñir porque todo
esto parece que no tiene absolutamente nada que ver con el tema de esta
entrada, ni con la filosofía ni con la metafísica, sólo tienes razón en parte:
quizá no tenga mucho que ver con la metafísica, pero tiene todo que ver con la
verdad. Pues considera cuál es la ventaja de poseer “nombres de oraciones”:
obviamente, poder decir cosas sobre
esas oraciones (como en nuestro ejemplo inmediatamente anterior). Pero, espera:
¿qué ocurre si lo que queremos decir usando el nombre de un enunciado no es
algo sobre ese enunciado, sino, en
cambio, lo que el enunciado dice? Por
ejemplo, ¿qué podemos hacer para decir, con ayuda del nombre-de-enunciado “la
primera oración de la Metafísica de
Aristóteles”, justo eso que esa oración afirma? Pues muy sencillo: podemos usar
este truco lingüístico
La primera oración de la Metafísica
de Aristóteles es verdadera
O, de modo equivalente:
“Todos los hombres desean por naturaleza conocer” es verdadero
Los dos
últimos ejemplos son pro-oraciones
que están en relación anafórica con el enunciado:
Todos los hombres desean por naturaleza conocer
Así pues,
el predicado “es verdadero” desempeña justo la función inversa a la “nominalización-de-enunciados”,
y por lo tanto, podemos llamar a esa función “denominalización-de-enunciados”,
algo directamente relacionado con lo que en la primera parte llamamos “desentrecomillar”.
Dicho de una manera un poco más compleja: el
predicado “es verdadero” permite transformar el nombre de una oración en una
pro-oración semánticamente equivalente a la oración que ese nombre nombraba.
Combinando
esta idea con el hecho de que el nombre-de-oración al que se aplica el predicado
“es verdadero” puede ser una expresión con la que nos referimos a proposiciones
no específicas, arbitrarias, desconocidas, etc., podemos ver fácilmente de qué
forma ese predicado nos ayuda a construir frases como la que vimos arriba:
Todas las consecuencias lógicas de axiomas verdaderos son verdaderas
que se puede reformular como:
Para todo par de proposiciones p y q, si p es verdadera, y q se sigue lógicamente de p, entonces q es verdadera
Tener en cuenta que “p” y “q” no son proposiciones, sino
nombres de proposiciones (o sea, “variables”, en términos lógicos), por lo que
una expresión parecida, como la siguiente, no
sería correcta gramaticalmente:
Para todo par de proposiciones p y q, si p, y q se sigue lógicamente de p, entonces q
aunque el dialecto de las clases de lógica pueda hacer que esa
frase nos suene bien.
En las siguientes
entradas veremos las consecuencias filosóficas de esta explicación del
significado lingüístico del predicado “es verdadero”.
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Sigue aquí.
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Sigue aquí.
11 de septiembre de 2013
POSGRADO EN PERIODISMO CIENTÍFICO Y COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA EN LA UNED
Ayudas al estudio
El próximo lunes 16 de septiembre se abre la inscripción en la nueva edición de Programa Modular de Posgrado "Periodismo Científico y Comunicación Científica" de la UNED, del que soy coordinador. Pueden hacerse cursos de máster (dos años), especialista universitario y experto universitario (un año).
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Para más información sobre el contenido del curso, pinchad aquí.
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También podéis consultar otras cuestiones sobre los cursos a través de los comentarios de esta entrada.
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7 de septiembre de 2013
¿Por qué es inconsistente la idea de progreso moral?
Os copio los principales tuits de la TwiTALK de anoche.
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De qué NO voy
a hablar: no intento demostrar que el mundo no puede ir cada vez mejor
No hay
incoherencia en esperar que la sociedad del futuro sea mejor en términos
morales que la nuestra, o la nuestra mejor que el pasado
Es decir, progreso DE la moral (no
progreso RESPECTO a la moral)
En general, podemos decir que nuestra
sociedad es mejor, moralmente hablando, que las del pasado
Cf.Pinker "Los ángeles que llevamos
dentro"
Y es
concebible que las sociedades del futuro sean mejores aún que la nuestra,
valoradas según NUESTROS criterios morales
Pero, ¿qué
afirmamos cuando decimos que las sociedades del futuro tendrán unos CRITERIOS
MORALES mejores que los nuestros?
¿Puede haber #progresomoral en el
sentido de que LOS PROPIOS CRITERIOS MORALES vayan siendo "cada vez
mejores"?
Yo puedo
pensar fácilmente que mis criterios morales son mejores que los de alguien en
el pasado.
Pero... ¿puedo
pensar que los criterios morales de mis biznietos serán MEJORES que los míos?
Insisto: no
hablo de si la CONDUCTA moral de mis biznietos será mejor que la mía SEGÚN MIS
CRITERIOS (obviamente, puede serlo), sino...
...de si puedo
pensar, sin contradecirme, que los criterios morales de mis biznietos serán
"mejores (moralmente hablando) que los míos"
Pensar que
alguien tiene criterios morales mejores que los míos consiste en pensar que mis
criterios no son los mejores posibles...
Pero si pienso
que mis criterios no son los mejores posibles, ¿con qué criterios los estoy
juzgando? Deben ser los míos, pues lo PIENSO yo
@jzamorabonilla Para Singer el
círculo que abarca a las entidades dignas de consideración moral se ha
engrandado a lo largo de la historia
@funambul Estoy intentando justo argumentar que eso es irrelevante
para concluir que ha habido "progreso en la moral"
Supongamos que
mi nieto tiene un criterio moral en concreto distinto del mío. P.ej., el
respeta a los animales más que yo
Si yo pienso
AHORA que el criterio moral de mi biznieto es moralmente mejor que el mío, es
que AHORA acepto YA su criterio, no el mío
Luego, si
pienso que hay criterios morales X mejores que los míos, es que PIENSO YA que
esos criterios X son los que yo DEBO tener
Por tanto, si
un criterio futuro X (que puedo concebir ahora) me parece mejor que el que
tengo ahora, es que NO TENGO EL QUE TENGO AHORA...
...sino que el
criterio que tengo realmente AHORA es ese criterio X que creo que tendrán en el
futuro y que me parece mejor que el "mío"
Supongamos
ahora, como sugiere @funambul que
imaginamos que habrá un criterio Z, QUE AHORA NO SABEMOS CUÁL ES, pero que será
mejor...
Pensar que ese
criterio Z es mejor que el mío actual (llamémosle W), significa, o bien creo
que en el futuro habré CAMBIADO W por Z...
...pero lo
habré cambiado SIN RAZONES QUE LO JUSTIFIQUEN, sólo porque de repente, sin poderlo
explicar, prefiero Z en vez de W...
...o bien
porque ES JUSTO UTILIZANDO MI CRITERIO ACTUAL W, que puedo razonar que Z es
mejor que W
Lo primero
(cambiar W por Z "sin razón justificada") no puede verse como #progresomoral sino
meramente como CAMBIO
Si mi criterio
es W,me parecerá mejor W. Si mi criterio es Z,me parecerá mejor Z. Pero no hay
ningún sentido "objetivo" en que uno sea mejor
Luego,si hay
progreso moral al pasar de tener el criterio W a tener el criterio Z (ojo,se
supone que ambos criterios son contradictorios)...
...es pq
existe algún argumento racional que toma W como premisa (mi criterio actual) y
lleva a la conclusión Z (el criterio futuro)...
Pero, si Z se
puede deducir de W, entonces, como Z y W se contradicen, significa que W
implica algo contradictorio con W...
O sea, si
tengo ahora unos criterios morales que permiten justificar que OTROS criterios
morales son MEJORES que los míos...
...entonces es
que mis criterios morales actuales son autocontradictorios, implican su propia
negación
Este argumento
no requiere que SEPAMOS cuáles son los criterios morales futuros (Z). Sólo
hemos supuesto que, sean cuales sean...
...podremos
demostrar, UTILIZANDO NUESTROS CRITERIOS ACTUALES, que los actuales NO SON LOS
QUE TENEMOS QUE TENER
Si son criterios diferentes, habrá al
menos una cosa que W diga que es buena y Z que es mala, o al revés. Luego se
contradicen
En
consecuencia, uno no puede pensar (sin contradecirse) que puede haber criterios
morales MEJORES que los suyos
Así que,
cuando alguien imagina que en el futuro habrá progreso DE la moral, lo que
piensa realmente es que...
...habrá MÁS
GENTE que comparta los criterios morales que EL o ELLA tiene AHORA
Mi argumento es que, si AHORA crees que
un criterio "más afinado" que el tuyo es mejor, es que YA tienes ese,
no el "tuyo"
Lo relevante en mi argto no es si esa
otra moral te es "asequible" o no. Se trata de qué afirmas al afirmar
que es MEJOR que la tuya
Exacto: sólo
podemos pensar que hay criterios morales mejores que los nuestros si los
nuestros son incoherentes ("defectuosos")
3 de septiembre de 2013
La e-canción del pirata
Con diez gigas de ancha banda,
busca páginas que llaman
Descarga, pirata mío
navegando a toda vela,
descarga que se las pela
un tipo en su ordenador;
busca páginas que llaman
"de descargas gratuitas",
donde ni unas pesetitas
van a parar al autor.
Publicas una novela,
y no pasa ni un momento
hasta que la lleva el viento
a una página de epubs;
¡si al menos fuerais tan majos
de dedicar un segundo
a recomendarle al mundo
la novela de Jesús...!
Descarga, pirata mío
sin pudor,
que no voy a armar un lío
ni a rajarte por la panza
clamando justa venganza
por mis derechos de autor.
Si mi libro
te descargas,
no me amargas
ni un pelín,
si la trama
te cautiva
y motiva
hasta su fin.
Es mi libro mi tesoro;
que lo goces, mi pasión;
para mí, mejor que el oro,
es que atraiga tu atención.
Que se den de bofetadas
brownzafones
por suculentas tiradas,
y que se pongan las botas
mientras sus tramas idiotas
venden cientos de millones;
no es mi libro
para esos
tan obsesos
por creer,
que se tragan
cualquier cosa
por sosa
por sosa
que pueda ser
Es mi libro mi tesoro;
que lo goces, mi pasión;
si hablas bien de él en tu foro
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