29 de diciembre de 2007

COMO EL SOL CUANDO AMANECE - LA ILUSIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO (5)

AUTONOMÍA Y CAUSALIDAD (EL MEOLLO DE LA COSA)

Seguiré discutiendo en esta entrada la idea de "autonomía", que es central en la concepción de quienes defienden la existencia del libre albedrío. La autonomía, resumo, consiste en el hecho de que nuestras acciones son "nuestras" en un sentido en el que no lo son las cosas que le pasan a nuestro organismo (e incluso a nuestra mente): "dependen de nosotros, de nuestra voluntad", y más en particular, dependen de nuestra voluntad racional, es decir, esas decisiones nuestras pueden ser la conclusión de un argumento, de una deliberación.
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Ahora bien, ¿qué quiere decir que la causa de una decisión mía sea yo? Por ejemplo, estoy dudando si irme a acostar temprano, o quedarme escribiendo en el blog, y finalmente decido lo segundo. ¿Cuál ha sido la causa de mi decisión? ¿Puedo haber sido "yo"?
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Esta posible respuesta encierra una grave confusión categorial (al menos entendida literalmente), que podemos poner al descubierto con la siguiente tesis de nuestra serie (a este paso, se nos va a terminar el alfabeto):
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F) LA CAUSA DE UN HECHO, SIEMPRE ES ALGÚN OTRO HECHO.
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Para apreciar las consecuencias que tiene esta tesis para el concepto de libertad, conviene fijarnos en varios de los conceptos que contiene: "causa", "hecho", y "otro".
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Empezaré por el concepo de "hecho". Lo importante es tener en cuenta que una decisión es un hecho, algo que ocurre, algo que puede describirse con una oración que puede ser verdadera o falsa, y que sucede en un determinado momento. Pero, ¿cuál es el hecho en el que mi decisión consiste? Por lo que vimos en las entradas anteriores, este hecho ocurre en mi cerebro, pues consiste en una cierta actividad de mis neuronas, obviamente, pero, además, ese hecho está representado en mi cerebro: yo percibo mi decisión. Esta percepción o representación es un segundo hecho neuronal, que tiene lugar también en mi cerebro. Igual que cuando yo veo el ordenador que tengo delante, no es el ordenador lo que veo, sino la representación que el cerebro se forma de él (verlo es construir esa representación; recuérdese la entrada sobre el tema de la percepción que escribí en octubre), de igual modo, digo, lo que yo percibo de mi propia consciencia al tomar la decisión no es el tomar la decisión, sino la forma como mi cerebro (otra parte de mi cerebro) se representa el acto de decidir. Y gran parte de las confusiones sobre el libre albedrío se deben, como hemos visto en entradas anteriores y sus comentarios, a que hemos atribuido a la decisión real las cualidades "fenomenológicas" que colorean la decisión representada.
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Pero lo importante ahora es que, tanto mi decisión como mi percepción de mi decisión son hechos, que consisten en ciertos patrones de actividad de mis neuronas. La pregunta es, ¿cuál es su causa?
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Mi percepción de la decisión es, obviamente, incompleta. Igual que cuando veo el ordenador, no veo todas sus moléculas, ni la electricidad que circula por él, cuando percibo mi decisión real no percibo todos los elementos que realmente la constituyen; más bien, mi percepción es una representación construída con elementos que parecen estar diseñados evolutivamente para facilitar el proceso de deliberación, el cual se basa, entre otras cosas, en la atribución de responsabilidades. Yo percibo el mundo, sobre todo el mundo social, incluyéndome a mí mismo, como formado por "actores espontáneos", en los que las acciones "surgen de dentro", que están "vivos", diríamos. Es lo que los psicólogos evolucionistas llaman la "teoría de la mente".
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Pero, ¿cómo puede funcionar un "actor espontáneo"? Mi decisión, que es un proceso físico-químico, una cierta configuración de corrientes eléctricas en mi red neuronal, es un HECHO, y debe tener una causa QUE SEA OTRO HECHO, NO UN "AGENTE". La causa de que se rompa este cristal no es la piedra que lo ha golpeado, sino el HECHO de que la piedra lo ha golpeado.
La causa de que llueva no es la nube, sino el HECHO de que la temperatura en la nube ha descendido hasta el límite en que las gotas que se condensan no pueden mantenerse flotando en la corriente de aire. A todo hecho le corresponde como causa otro HECHO.
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Así pues, la causa del hecho de que la electricidad circule por mis neuronas de una manera determinada (en la que consiste mi decisión) será algún o algunos otros hechos: básicamente, la forma en que la electricidad circulaba previamente (mientras deliberaba), la forma en la que mis circuitos neuronales estaban desarrollados, y la forma en la que mis sentidos eran estimulados por factores externos (generando
nuevas corrientes eléctricas en mi cerebro). A su vez, cada uno de estos hechos tendrá una causa anterior, o varias.
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Es importante también la idea de que la causa de un hecho siempre es otro hecho (o, más generalmente, otros): ningún hecho físico puede "causarse a sí mismo", pues la causa es siempre anterior al efecto. Nuestra sensación de que "el yo" permanece constante en el tiempo choca con el hecho de que mi cerebro está cambiando permanentemente.
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¿Qué queda de la idea de "autonomía", pues? Por un lado, queda la noción de que la autonomía es un concepto aplicable a nuestra representación de las decisiones, más bien que a las decisiones mismas. Hacerme pensar en "sujetos autónomos" (y pensar que yo soy uno de ellos), ha sido un buen truco de la evolución para regular mi actividad cerebral.
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Por otro lado, queda también el hecho de que el cerebro es un sistema complejo, en el que los estímulos externos no producen de manera "lineal" un efecto siempre igual, de manera determinista, sino que el estímulo producirá sus efectos según cuál sea el estado en el que el cerebro se encuentre cada vez (igual que el mismo disco sonará distinto cuando se ponga en tocadiscos mejores o peores, sólo que la diferencia será mucho mayor en el caso del cerebro). Nuestras acciones y decisiones dependen en gran medida del estado previo de nuestro cerebro, y como este estado cambia mucho de un momento a otro, es por eso que "en idénticas circunstancias el ser humano puede comportarse de maneras muy distintas"... sólo que las circunstancias no son idénticas, cuando tenemos en cuenta que el estado del cerebro también forma parte de ellas.

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