Desde la primera mitad del siglo XIX, los filólogos e historiadores han examinado profundamente los datos que poseemos sobre los orígenes del judaísmo y el cristianismo, en particular estudiando los textos bíblicos con los mismos métodos que se aplican a cualquier otro documento antiguo. Pese a que esta investigación cosechó grandes resistencias por parte de ambas religiones y de las capas más conservadoras de la sociedad occidental, hoy en día es un lugar común (salvo, si acaso, para unas pocas sectas protestantes y judías, atrapadas en el dogma de la "inerrancia") asumir que la Biblia es una obra compuesta por seres humanos falibles y nada desinteresados, en general mucho tiempo después de los acontecimientos narrados en cada texto (p.ej., varios siglos en el caso del Pentateuco, y entre cuatro y ocho décadas en el caso del Nuevo Testamento). Contradicciones, mezclas de autores diferentes en el mismo texto, falsificaciones, o la mera recolección de viejas mitologías, todo ello es parte del conocimiento filológico establecido actualmente sobre la Biblia, con independencia del significado religioso y moral que cada uno quiera darle a esa obra fundamental.
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En cambio, en el caso del islam la situación es completamente distinta, y ello por dos razones que pueden parecer contrarias. Por una parte, la resistencia a tomar el Corán como un objeto de estudio científico ha sido y es mucho mayor en las sociedades en las que esta religión es dominante. P.ej., la persecución al filólogo Nasr Abu Zayd en Egipto, o el hecho de que los académicos musulmanes (o exmusulmanes, como Ibn Warraq) se vean obligados a escribir bajo un seudónimo cuando expresan opiniones críticas sobre la interpretación literal de las escrituras islámicas, son una prueba de lo difícil que es aún hacer avanzar la investigación científica sobre el Corán, no sólo en los países musulmanes, sino también en el resto del mundo. Pero, por otra parte, existe la creencia tradicional de que, al contrario que en el caso de los Evangelios, escritos al menos una o dos generaciones tras la muerte de Jesucristo, el islam nació "bajo la plena luz de la historia" (para usar la famosa frase del filólogo francés Ernest Renan, de mediados del XIX): ¿no tenemos, al fin y al cabo, un registro casi diario de la vida de Mahoma, y de las circunstancias bajo las que las suras fueron transcritas, recopiladas y diseminadas por el mundo islámico en las siguientes décadas? Este conocimiento fue transmitido oralmente (o eso dice la tradición) mediante los llamados hadizs: dichos acerca del Profeta, recogiendo sus palabras o hechos, y supuestamente certificados por una cadena (isnad) de transmisores a partir de un testigo original.
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A pesar de esta aparente confianza histórica, la investigación científica contemporánea sobre los orígenes del islam está empezando, por así decir, a "apagar la luz de la historia" a la que se refería Renan. Empecemos recordando algunas fechas clave. Se supone que el profeta Mahoma nació en la Meca (Arabia) hacia el 570 DC; el arcángel Gabriel habría empezado a aparecérsele hacia el 610, transmitiéndole los versos del Corán bajo la forma de una "recitación" (eso es lo que significa la palabra "corán"), desde esa fecha hasta prácticamente la muerte de Mahoma, se supone que hacia el 632, poco después de haber recobrado la ciudad de la Meca tras su exilio forzoso (hégira) a Medina diez años antes, en 622, año que los musulmanes toman como inicio de su calendario. En lo que es probablemente el episodio de conquista más espectacular de la historia (sólo comparable a los de Alejandro Magno en la antigüedad, y a la conquista castellana de América), los seguidores de Mahoma tomaron en los treinta años siguientes (la época del llamado "Califato Ortodoxo", en la que los Califas eran familiares o conocidos directos de Mahoma) casi todo el Cercano Oriente desde Libia hasta la frontera de la India, excepto Anatolia. Y en las siguientes cinco décadas (el tiempo del Califato Omeya) el resto del norte de África, la península Ibérica y gran parte del Asia Central.
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El caso es que, de modo similar a como la inflación cosmológica del universo parece haber borrado casi todas las trazas de lo que sucedió antes que ella, haciendo la geometría del espacio y del tiempo igual de plana en todos sitios, la expansión inflacionaria del islam durante sus dos primeros siglos produjo al final una visión de su propia historia que tampoco dejó casi ningún resto con el que contrastar su propio pedigrí. Y las pocas cosas que nos han quedado son ciertamente sorprendentes. Veamos en primer lugar lo que las fuentes cristianas contemporáneas dicen sobre el tema, y en las próximas entregas veremos lo que dicen las fuentes árabes y lo que puede inferirse del propio texto del Corán.
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1) La primera referencia escrita a un "profeta árabe" que puede ser considerada, con cierta probabilidad, como refiriéndose a Mahoma es ciertamente casi contemporánea con él. Se trata de un libro titulado Doctrina Jacobi, escrito en Palestina por un monje entre los años 634 y 640. Este libro se refiere a un "profeta" que comandaba el ejército árabe invasor, aunque el autor lo consideraba obviamente como un falso profeta, pues, según él, "los verdaderos profetas no vienen con una espada". El principal problema es que el libro se refiere a ese profeta como alguien que está vivo en el momento de escribirlo, mientras que se supone que Mahoma murió al menos años antes de la invasión árabe de Palestina. Además, el autor dice que ese profeta viene anunciando la llegada inminente del mesías (el judío, se supone), y que presume de ser quien "tiene en su poder las llaves del paraíso", dos afirmaciones difícilmente encajables con las enseñanza islámicas posteriores.
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2) Otro libro, escrito unos diez años más tarde por un monje sirio llamado Tomás, se refiere al ejército invasor como los "tayyaye d'-Mhmt". "Tayayye" era una palabra siríaca con la que se designaba a los árabes, así que la expresión puede querer decir "los árabes de Mahoma". Una dificultad menor es que el siríaco distingue la d y la t, de modo que lo "correcto" habría sido escribir "Mhmd". Más grave para nosotros es el hecho de que el texto no dice absolutamente nada sobre ese tal "Mhmt", y ni siquiera permite inferir que la expresión sea el nombre de una persona; al fin y al cabo, "Mhmd" significa en árabe "alabado" (algo así como "Benedictus" en latín), y por lo tanto, puede incluso tratarse de un término honorífico más que de un nombre propio.
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3) Otros textos cristianos de entre los años 640 y 670 describen a los invasores como "agarenos" (o sea, descendientes de Agar, la esclava de Abraham con la que tuvo a su hijo Ismael; "agareno" es sinónimo de "ismaelita"), y como aliados de los judíos. Estos textos mencionan el hecho de que los invasores niegan la divinidad de Cristo, e incluso mencionan un tal "Mahmet" como un predicador ismaelita que enseñaba a sus discípulos a adorar al dios abrahámico. También afirman que uno de los generales árabes instó al emperador de Bizancio a convertirse a la fe de Abraham.
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4) El resto de las fuentes cristianas del siglo VII que se refieren a los conquistadores árabes no dan, obviamente, una visión muy positiva de ellos. Lo curioso es que muchas los describen como "ateos" o "paganos" (es decir, politeístas), y, salvo las crípticas y ambiguas referencias indicadas en los tres puntos anteriores, no hacen referencia alguna al supuesto hecho de que estos invasores tuviesen algo así como una religión monoteísta, un libro sagrado, o siguieran cualesquiera otras prácticas religiosas que pudiéramos identificar como "islámicas". Por supuesto, es posible que esto sea una representación falsa por parte de los conquistados, o tal vez estos se fijaban en una parte del ejército árabe que aún no hubiera sido "convertida al islam".
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5) Sólo hacia el año 730 (un siglo después de la muerte de Mahoma), en un libro titulado Sobre las Herejías, del teólogo Juan de Damasco, es mencionado algo muy próximo a las enseñanzas del Corán y comentado con algún detalle. De todas formas, el autor no da la impresión (sino más bien al contrario) de que esas enseñanzas estén recogidas en UN libro, sino que se refiere a (algunos de) los "textos" individuales que constituyen las suras del Corán como si fueran libros independientes unos de otros.
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Más:
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ResponderEliminarTema muy interesante, por la importancia de las interpretaciones coránicas en la actualidad y por el buscado misterio que lo envuelve. Espero la segunda entrega y que no tengas que utilizar seudónimo.
ResponderEliminarSaludos
Buenos días.
ResponderEliminarMe interesa mucho este tema. Por eso me apunto este blog en favoritos y espero próximas entregas.
Supongo que se acabará mencionando la obra de Luxemberg al final. Me gustaría saber si existe ya o cuándo existirá una traducción al español de su obra.
Un saludo y muchas gracias.
Gracias, Lolo. El protagonista de la tercera entrega será precisamente Luxemberg, claro está. Me temo que no conozco ninguna traducción al castellano.
ResponderEliminarMuy interesante. Espero tener tiempo para participar.
ResponderEliminar¿Tienes o conoces "Muhammad and the Believers - At the Origins of Islam. Fred Donner,"?
Gracias, Sursum. No lo conocía, intentaré buscarlo.
ResponderEliminarMe parece que tendrías que dedicarle algo de tiempo a entender los conceptos de inerrancia e inspiración bíblicas antes de despachar someramente a la Biblia "con independencia del significado religioso y moral que cada uno quiera darle a esa obra fundamental". Como dijo C S Lewis "El cristianismo, si es falso, no tiene ninguna importancia, y si es cierto, tiene infinita importancia. La única cosa que no puede ser es moderadamente importante."
ResponderEliminarLa Biblia contiene suficientes textos para "frenar" al Islam, pero ese freno es la misma persuasión pacífica que durante varios siglos de la Pax Romana lo enfrentó al paganismo filósofo sin que éste pudiera vencerlo. Es más, el testimonio histórico es que las persecuciones de los césares romanos no lograron vencer al cristianismo sino que lo fortalecieron y confirmaron. Muy distinta victoria que la del islam, éste en cambio rápida como los corceles de la Arabia que llevaron a un pueblo de desesperados, hartos de arena del desierto, hasta los vergeles de civilización del mundo mediterráneo aledaño. El triunfo de la voluntad contra el triunfo de la verdad. Ahí radica la diferencia entre ambas religiones. Y claro está, la fe que sólo se ha sostenido a espada, donde las alternativas cristiana y judía que existían fueron mantenidas sólo para llenar las arcas con el impuesto aplicado a los "infieles", y donde la otra alternativa existente previa al islam era de un paganismo bruto y salvaje como el que encontraron en Africa y Asia los mercaderes árabes. No se puede comparar ese paganismo con el paganismo filósofo de Grecia y Roma. En el primer caso, la "victoria" del islam demostró la superioridad de cualquier religión monoteísta sobre un politeísmo primitivo; en el segundo caso, la victoria del cristianismo fue el triunfo del ama a tu prójimo como a ti mismo sobre un politeísmo de los emperadores romanos victoriosos sobre todo el mundo conocido. Echa un vistazo a cómo la Europa pagana fue convertida al cristianismo y encontrarás a monjes como Agustín, Patricio, etc, que no llegan con un ejército como lo hicieron los huestes musulmanas. ESA historia de la diferencia es la que no desea el islam que sea conocida como tal.
Disculpe vuesa merced, pero por "expansión del cristianismo", además de monjes como Patricio y Agustín, también me viene Carlomagno y sus conquistas militares en Sajonia y la Orden Teutonica cristianizando a golpe de espada en el Báltico, por poner unos ejemplos. Y en el capítulo "expansión pacifica del Islam", numerosos casos de dhimmies que se convirtieron voluntariamente.
EliminarEl resultado final es que toda religión, finalmente, es un hecho político, y como tal conviven la violencia y el pacto. Querer asignar un "gen de la violencia" a un sola religión, ideología o territorio es hacer un flaco favor a la poderosa inventiva del ser humano para inventarnos justificaciones para todo. Y peligroso, porque un solo episodio de violencia sirve para tachar a todo el colectivo, cosa muy conveniente en política, pero empobrecedora si se trata de analizar y cuestionar de un modo sincero.
Qué susto, J.E., creía que me lo decías a mí.
EliminarSaludos
Anónimo:
ResponderEliminarla Biblia la "despacho someramente" en este artículo porque no es el tema principal del que se ocupa, no porque haya algo importante que me falte por entender de los conceptos de "inerrancia" e "inspiración".
Sobre lo que dices respecto a la comparación entre cristianismo e islam, tampoco es el tema de la entrada, pero puedo aceptarlo grosso modo, siempre con las salvedades de que (1) para ser una religión de amor, el cristianismo no le ha hecho ascos a lo largo de sus dos milenios de historia a hacer las mayores putadas posibles al prójimo siempre cuando se le ha presentado la ocasión, y (2) seguramente la principal CAUSA de la diferencia entre el cristianismo y el islam es que el primero fue extendido en los primeros siglos por gentes y entre gentes que tenían la mentalidad del mundo greco-romano, más bien que la oriental.
En lo que no puedo estar más en desacuerdo es en la estúpida afirmación de Lewis: la religión cristiana es obviamente tan falsa como las demás, pero eso no la hace ni un ápice de menos importante ni fascinante, igual que a las demás.