LO PÚBLICO Y TÚ
En teoría económica se entiende por "bien público" algo distinto al sentido que tiene esta palabra en el lenguaje ordinario (digamos, "algo que pertenece a todos, o que pertenece al Estado, o a una entidad pública"). El significado económico del término es, más bien, el de un bien que posee estas dos propiedades:
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1) el hecho de que una persona más lo consuma o disfrute de él, no disminuye la cantidad disponible para los demás ("principio de no rivalidad")
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2) una vez que el bien se suministra a alguien, no se puede impedir que cualquier otra persona lo consuma ("principio de no exclusión").
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Propiamente hablando, hay muy pocos bienes que cumplan los dos requisitos, pues en la mayoría de los casos el que haya más usuarios hace que aumente la "congestión" (y por lo tanto, los demás puedan disfrutar del bien en menor medida), y siempre podríamos ejecutar sumariamente a quienes no han sufragado esos bienes. Así que en general se suele entender por "bienes públicos" más bien aquellos en los que: a) sería excesivamente costoso excluir de su consumo a quienes no los pagan, y b) en los límites de uso habitual, no hay excesivos problemas de congestión.
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Pero lo cierto es que, pese a este ejercicio de estiramiento semántico, los bienes públicos siguen siendo realmente pocos en comparación con todos aquellos que normalmente se proporcionan o gestionan desde el sector público. Por ejemplo, los tres "pilares básicos" del estado del bienestar, educación, sanidad y seguridad social (pensiones y seguro de desempleo) no son bienes públicos (en el sentido económico del término), sino bienes de disfrute básicamente privado: tú eres a quien se opera de apendicitis, no a tu vecino que está sano; tú eres quien manda sus hijos al colegio, no tu compañero de trabajo solterón y sin hijos; y a cada uno se le ingresará la pensión o la prestación por desempleo en su cuenta corriente, no en la del cuñado. Cierto que el disfrute de estos bienes producen "externalidades" (el nivel de salud medio de la población, su nivel educativo, etc.) de las que se benefician también, indirectamente, quienes no los han disfrutado directamente, pero eso no hace de ellos "bienes públicos" en sentido económico. A estos bienes habría que llamarlos más bien "servicios sociales". Además, aunque la sociedad decida de una u otra manera que todo el mundo tiene derecho igual a estos servicios, no hay ningún argumento económico que justifique a priori que estos servicios tengan que ser prestados por las administraciones públicas: éstas pueden, en principio, limitarse a financiarlos, pero dejando que sean empresas privadas quienes los produzcan y gestionen (como, p.ej., en el caso de los "colegios concertados"). Naturalmente, tampoco hay ningún argumento económico razonable por el que a priori no puedan ser prestados por organismos públicos. Tendrá que ser algo a decidir en función de los costes previsibles y las preferencias de la gente.
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Algunos bienes que cumplen los requisitos 1 y 2 (aunque sea de modo aproximado) serían, por ejemplo, muchas infraestructuras, las señales de radio y televisión no codificadas, las leyes, el idioma, la defensa nacional, el sistema judicial... Pero, como seguramente estaréis pensando, en muchos casos es posible, y hasta factible, el limitar el uso de algunos de estos bienes a ciertas personas: en las carreteras se pueden poner peajes, las ondas de radio (e incluso los códigos del habla) se pueden codificar, los tribunales pueden poner una oficina de cobros a la entrada, etc., etc.
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La cuestión es que, igual que en el caso de los servicios sociales hemos de decidir en qué cantidad financiarlos, a quién beneficiar con ellos, y cómo producirlos, lo mismo ocurre con el caso de los bienes públicos propiamente dichos: ¿establecemos tasas judiciales?, ¿más peajes?, ¿construirmos más o menos carreteras?, ¿dotamos más o menos juzgados?, etc., etc.
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Pero el sentido de esta nueva serie de entradas no es insistir en esto último, tan obvio, sino más bien en el hecho de que la diferencia entre los bienes públicos y privados es en sí misma sutil y borrosa: limitando el acceso a un bien público deja de ser público, financiando públicamente un bien privado se convierte en un bien social. Hay una cuestión importante, que es previa a decidir políticamente es qué queremos que sea público y/o social: la cuestión de quiénes queremos que se beneficien de un determinado bien o servicio. Un bien que es público dentro de ciertos límites pero privado fuera de ellos es lo que se llama en economía un "bien de club". Pensad en una instalación deportiva de propiedad privada, como una piscina: sólo los socios pueden entrar, pero una vez que están dentro, la piscina es para ellos un bien público, tan público como una piscina pública (no les perjudica gran cosa que haya un bañista más, y la cantidad de agua en la piscina es la misma para todos). El economista James Buchanan formuló en 1965 una preciosa teoría sobre el tamaño óptimo de los clubs (tamaño tanto en el sentido de qué cantidad del bien se ofrecía en ellos, como en el sentido del número óptimo de miembros, teniendo en cuenta que cuanto mayor es la cantidad y menor el número de miembros, mayor será la "cuota" que le toque pagar al individuo).
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Pues bien, la mayoría de los bienes y servicios son en realidad "bienes de club": incluso la defensa nacional consiste precisamente en un mecanismo para beneficiar a los insiders, ¿no? Lo que sugiero con esta entrada y las que siguen es, por un lado, que reflexionemos sobre los bienes públicos y servicios sociales precisamente como ejemplos de "clubs" que podemos desear en mayor o menor medida, cuál sería la distribución y producción óptima de esos "clubs" en nuestra opinión, que políticas redistributivas serían más apropiadas con esta concepción en mente de los bienes públicos, qué diferencias ideológicas habría sobre estas cuestiones, etc., Y por otro lado, pensar si no estamos caminando hacia una sociedad en la que lo público-estatal tiende a ser sustituido por lo privado-colectivo, en donde, en lugar de centrar toda la carga de la "justicia social" en la acción de un único agente que sería la administración pública, no se abren "focos de socialización" no-estatales (o incluso, con las reivindicaciones independentistas, instancias que podrían ser consideradas como estados-club). No digo a priori que esta tendencia sea buena o mala; me limito a expresar mi sospecha de que es la tendencia actual de la historia, y que debemos decidir si contrapesarla, si unirnos a ella, o a dónde y a qué ritmo intentar dirigirla.
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No solo hay que tener en cuenta la eficacia que puede aportar a un servicio público una gestión pública o privada. No podemos ignorar las tendencias que suelen darse en cada una de esas alternativas. Burocratización e ineficacia en el primer caso. Incentivos perniciosos en el segundo. No hay más que ver el sistema penitenciario estadounidense. Las empresas del sector reciben grandes sumas del erario público. El resultado es un incremento espectacular en la construcción de cárceles nuevas y (esto es la clave) de la población reclusa para llenarlas. Cuando una sociedad permite que meter a gente entre rejas sea un negocio muy rentable (sobre todo si además cuentas con una absurda legislación que permite poner a la sombra a cualquier vecino si le pillan en posesión de las sustancias que utiliza para embriagarse cuando le apetece), lo que consigue es un Estado policial. Es un ejemplo de por qué, respecto a este tipo de decisiones, hay considerar algo más que el bolsillo.
ResponderEliminar......me limito a expresar mi sospecha de que es la tendencia actual de la historia.........
ResponderEliminar¡Cómo que sospechas! ¿Todavía crees que lo que están haciendo es de broma o ensayos a ver como responde la gente? Los gestores públicos "austriacos",como bien llamas, se cargan todo aquel bien público o servicio social en aras de ganar dinero con el bien-club y tapar al mismo tiempo su incompetencia para administrar recursos dando calidad.
Los gestores públicos "keynesianos", del que sólo saben de oídas, se cargan el bien público o servicio social porque como no comprenden su significado ni lo que es el funcionamiento de cualquier organización, y por tanto se dedican a burocratizar los servicios sociales con la esperanza de comprender algún día algo, de forma que haya más jefes que indios o que haya un indio detrás de cada productor, para al final optar por el bien-club, ya que es la única forma que encuentran para ser eficaces; pagar mucho y recibir una calidad acorde.
Después hay cosas que se llaman beneficencia.....
Pulgano:
ResponderEliminarlo que sospecho es que no se trata meramente de una "conspiración hayekiana", sino que hay un movimiento social mucho más amplio y profundo, del que los hayekianos se limitan a aprovecharse e intentar subirse a la cresta de la ola.
Masgüel:
la desratización es un negocio privado mayormente, pero no veo que por el hecho de estar privatizado haya más ratas.
¿ Y quién movería los hilos de ese movimiento social que sólo busca rédito de las rentas de las acciones empresariales y /o de los bancos, para hacerlo existir? Porque los lobbys se dedican a sacar réditos y a intentar privatizar todo lo posible para ello, pero no veo yo como se forma dicho movimiento y quienes lo nutren.
EliminarSácame de dudas....
Pulgano:
Eliminarno entiendo muy bien la pregunta; no me refiero a un movimiento que "sólo busque rédito de acciones empresariales".
Pues entonces tampoco he entendido yo que cosa es "el movimiento social" al que aludes
EliminarMe refiero a lo que creo que es una "tendencia histórica", que no consiste sólo (aunque también) en el interés de cierto grupo de empresarios por sacar beneficios (interés que ha existido siempre), sino en el debilitamiento del ideal del "estado como único y principal encargado de los servicios sociales y la redistribución"; me refiero más bien al descontento de los ciudadanos "de izquierda" hacia la administración y el estado.
EliminarEl debilitamiento del estado es un objetivo confeso, desde el principio, de los empresarios y de la gente que se define como liberal (aunque esa es otra cuestión). Y el descontento al que bien aludes, es a lo que me refería con la ineptitud gestora y, sobre todo política, de los auto-proclamados líderes de izquierda que hacen que los ciudadanos vean como la políticas sociales se van al carallo y abominen del único ente al que podrían recurrir algún día, y al que me temo que tendrán que recurrir aunque sólo sea para que les incineren cuando no se puedan pagar el entierro, todo ello debidamente privatizado
EliminarLos exterminadores no pueden hacer crecer el número de ratas creando un lobby en Washington con músculo financiero para modificar la legislación a la medida de sus necesidades. Los fondos de inversión que poseen el sistema penitenciario estadounidense sí pueden hacer crecer el número de reclusos maniobrando para endurer las penas por ofensas menores hasta el punto de que en California, acumular tres ofensas menores sin violencia supone cadena perpetua.
ResponderEliminarÉchale un vistazo, si te apetece:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=IYgla9ZY3Ec
Masgüel
ResponderEliminarno pretendo negar el CASO de la gestión de las cárceles americanas; me limito a señalar que no hay por qué tomarlo como verificación de una "ley universal y objetiva de la naturaleza", que diga que SIEMPRE que un bien que tiene alguna característica de bien público o servicio social se privatiza en todo o en parte, el resultado es NECESARIA E INEVITABLEMENTE peor para los ciudadanos que si se gestionara completamente desde el sector público.
Si estoy de acuerdo. Solo he señalado que hay factores no económicos a considerar y que merecen especial vigilancia si a pesar de todo se toma ese camino.
ResponderEliminar¡Pues claro que hay factores "no económicos" a considerar! P.ej., si estamos hablando de hospitales, hay que considerar factores sanitarios; si hablamos de escuelas, factores educativos, etc. Eso sí, las actividades de lobbying no son "factores no económicos", sino pura y dura búsqueda de rentas, o sea, lo más "económico" que hay
ResponderEliminar"las actividades de lobbying no son "factores no económicos", sino pura y dura búsqueda de rentas, o sea, lo más "económico" que hay"
ResponderEliminarClaro. Pero me preocupa mucho lo que el boom de la industria del lobbying nos dice sobre la salud de la democracia en algunos países.
Jesús:
ResponderEliminarQuizá debes replantear tu pregunta en el sentido de por qué hay distintas sociedades y no una sociedad homogénea.
Además, por qué las fronteras entre sociedades divididas por formas estatales no coinciden ni tienen qué coincidir con barreras culturales o biológicas.
Pulgano:
ResponderEliminarestoy de acuerdo con lo que dices, pero mi punto es que ya no existe (si es que alguna vez llegó a existir) algo así como una "conciencia de clase", que haga que los "trabajadores" se "identifiquen" con el Estado como institución responsable de la solidaridad o algo así, sino que muchos piensan más bien en términos de solidaridades más restringidas.
Desgraciadamente, yo también lo veo así, ¡Qué tribus, Oh átomo primigenio, qué tribus!
EliminarEs que la tribu tira mucho: mira que se han empeñado Epicuro, Buda, Jesucristo, Kant y la madre que los parió en convencernos de que "nihil humani a me alienum puto" (con perdón), pero seguimos empeñados en que nuestros esfuerzos de solidaridad se centren en "los nuestros". Por eso mis propuestas van a ir, en vez de intentar forzar a tope la máquina de la "solidaridad universal" (a la que le tocará lo que le toque), hacia intentar fomentar la multitribalidad: es decir, intentar que cada persona pertenezca al mayor número de redes de solidaridad (o "clubs") posible, y que estas funcionen institucionalmente de la manera más razonable posible.
ResponderEliminarY no ganas para cuotas de ingreso. Mira mi respuesta a la FAC ahora que se han vuelto antimercado:
Eliminarhttp://www.fac.cc/index.php?option=com_content&view=article&id=177:mercant&catid=2:noticias
Lo bueno que tiene un mercado abierto donde cualquiera es cliente y pagas lo que consumes frente a clubs y tarifas planas, es no tener que firmar un cerro de contratos en los que, además de pagar, te comprometes a lo que el prestador del servicio considere oportuno.
Esto que acabas de decir, un sueño para algunos, es auténtico sentido común, al menos para una supervivencia ajena a las hostias. ¿No ha enseñado todavía la auto-llamada magistra vitae que los cerramientos en sí mismos, de los pueblos, sociedades, castas y clases, etc, son un peligro para la vida?
ResponderEliminarPd, Gracias por colgar las actas del congreso de biología-filosofía.
"¿No ha enseñado todavía la auto-llamada magistra vitae que los cerramientos en sí mismos, de los pueblos, sociedades, castas y clases, etc, son un peligro para la vida?"
ResponderEliminarSon un peligro para la vida de algunos y una perspectiva de ganancia para otros. La competencia entre grupos ha sido uno de los factores más importantes en la evolución del homo sapiens. Desde un punto de vista biológico, el lenguaje es, ante todo, un conjunto de estrategias de cooperación dentro del grupo y de cara a la competencia con otros grupos. Lo que nos diferencia, por ejemplo, de los neandertales es que nosotros supimos ver, además, las ventajas de la cooperación entre grupos e inventamos el comercio.
......... y una perspectiva de ganancia para otros......
ResponderEliminarYo hablo de la cerrazón en sí mismos, en todo lo demás estoy cooperativamente de acuerdo. Y en cuanto al comercio...ya sabes en lo que ha derivado para algunos: ahora se llama ingeniería financiera y contabilidad creativa. Dicho en andalú: estafa piramidal, mi arma¡
La sociedad, como dice Masgüel, es una forma de adaptación. Parece increíble que haya que decirlo en un ambiente que conoce y reconoce el valor de la biología y la teoría de la evolución.
ResponderEliminarLos individuos colaboran, son familiares, tiene comportamientos de cortejo, de cuidado de la prole, de sociabilidad PORQUE son adaptativos, y lo son frente a otros individuos y estrategias no cooperativas o menor cooperativas.
Los lamentos acerca de la tribu y sus modos son, aparte de pura sentimentalidad, una muestra de que no se ha comprendido algo esencial en la sociedad y sus orígenes, y que no se va a poder aplicar con inteligencia ningún plan que nos beneficie.
Las tribus tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, obviamente, como el alcohol. Por eso lo que me gustaría es, en lugar de intentar "superarlas" en plan hegeliano-marxista, hacer que florezcan mil tribus, y que cada cual pueda pertenecer a todas las que le de la gana.
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